jueves, 27 de octubre de 2016

DEBATE PRESIDENCIAL DESDE LA TEORÍA POLÍTICA

SOBRE LOS DEBATES ENTRE CANDIDATOS

El día de ayer por la noche decidí entrevistar a ciertos famosos por su pensamiento político para analizar ciertos aspectos acerca del debate entre candidatos y, especialmente, para despejar ciertas dudas y legitimar preocupaciones que surgen de escuchar las respuestas (ataques, acusaciones, denuncias, entre otros) de los participantes en la lid electoral.
Por razones metodológicas, preferí como siempre partir de lo clásico a lo moderno, razón por la cual cedí el primer honor nada más y nada menos que a Don Niccoló Machiavelli, cuyo apellido, a pesar de ignorar los aspectos profundos de su obra, se ha convertido en sinónimo de ciertos comportamientos o de ciertas actividades en el campo de la política.
¿Debate? ¿Me hablas de debate? Me inquirió furioso más que incomodo o avergonzado, porque la política es la lucha por el poder y la conservación del poder, no un cruce de acusaciones en una carrera por desprestigiar al contendor, para que el público se pronuncie a favor del menos corrupto, del menos inmoral, o del que menos evade impuestos, o del que menos recauda fondos para devolver favores a los amigos una vez en el poder. Que decepción, prometí a Don Niccoló que trataría de hacer llegar por algún medio confiable un ejemplar de “El Príncipe” a ambos candidatos, para que se enteren, que lo primero y más importante en su obra es el dominio de la conducta.
Tomó entonces la palabra el magnífico Hobbes, acompañado como siempre por su Leviatán para su seguridad personal, quien confirmó, una vez más con sus propias palabras, que el hombre es el lobo del hombre, y que la democracia tal como ce la concibe no es más que la fachada de ejercer el poder por el poder, lo que impediría la generación de un pacto para superar un estado de naturaleza donde cada cual se deja vencer por sus pasiones, tal como lo demuestran las propias palabras de los candidatos, una guerra de todos contra todos, hasta con los miembros del propio partido. Insisto, culminó Hobbes, que los seres humanos necesitan estar sometidos al poder de la espada, pues es este poder el que por temor los obliga a abandonar esa miserable condición de agresividad y enfrentamiento, y respetar bajo el temor al Leviatán las leyes de la naturaleza (justicia, equidad, modestia, piedad) y no las pasiones(orgullo, venganza, egoísmo, parcialidad).
Desilusionado, deprimido, busqué refugio en el buen Jhon Locke, padre del liberalismo burgués, gran defensor de las libertades y derechos, promotor del Estado mínimo, defensor de la sociedad civil, enemigo de la concentración de poderes y abuso de poder. Pensé que el comprendería un poco más la situación política de un país que se cobija en muchos (no todos) de sus pensamientos y planteamientos en sus ensayos sobre el gobierno civil. ¡Qué va! Locke estuvo incluso más crítico.¿Dónde quedó la soberanía popular? ¿No es esto la soberanía del escándalo? ¿No es el escándalo y la escalada de lo escandaloso a lo más escandaloso lo que determina el resultado de la contienda electoral? ¿Cuáles son las precondiciones para el orden político que los candidatos proponen? ¿La denuncia? ¿La confrontación escandalosa? No he presenciado de ninguna manera gestos de tolerancia, de protección del honor y la moral de nuestros semejantes, ¿Qué será lo que estos señores candidatos han aprendido de la experiencia vivida? ¿Dónde se perdió o extravió el respeto a la sociedad civil? De la experiencia provienen precisamente las ideas sencillas, complejas y las relaciones de causalidad. Los individuos son parte de este mundo natural al igual que los derechos naturales que les pertenecen y  constituyen los valores supremos que la sociedad organizada debe defender. Estos derechos se mantienen vigentes cuando el individuo ingresa y forma parte de una organización social y todo gobierno tiene la obligación de protegerlos y satisfacerlos: la vida, la salud, la propiedad, la libertad. Pero, no he escuchado absolutamente NADA al respecto. Se han referido exclusivamente al manoseo de mujeres, perdida de mensajes vía Internet, insultos y amenazas vía Twitter (que no sé qué significa eso),millones de dólares recibidos para una fundación (que tampoco entiendo para que sirve eso, a lo mejor entendí mal y se trata de una “fundición”),actos de terror (entiendo que se refieren al Leviatán de Hobbes que debe andar suelto haciendo diabluras) pero nada sobre generar valor agregado, atraer nuevas inversiones, crear empleos, redistribuir el ingreso por la vía del trabajo digno y eficiente, cuidar a la población, garantizar libertades y derechos de última generación, entre otras cosas que deben preocupar a los políticos, como primera prioridad. Por último, alguien por ahí culpó a los latinos (¿?) o algo así como hispanos, por haber causado tanta degeneración y relajo en una nación tan desarrollada y civilizad. ¿Y la defensa de la sociedad civil burguesa que tanto defendí?
Quedé peor. Fui por lana y salí realmente trasquilado. Pero fue Tocqueville quien se pasó de la raya y me terminó de frustrar. Él había conocido los Estados Unidos en el siglo XIX y había escrito algo acerca de La democracia en América, y entre muchas otras cosas, había escrito que la soberanía popular se desplaza hacia el ámbito individual, en la figura del ciudadano, capaz de contraponer su fuerza, sumada a la de los demás, al monopolio despótico del poder. La democracia es una manera de ser de la sociedad, es una forma de vida y la soberanía del pueblo es una forma de gobierno. La democracia es un dado «de facto», una condición de igualdad en la que los hombres viven. Pero Tocqueville increpaba totalmente decepcionado ¿Dónde ha quedado la soberanía popular? ¿Donde se perdió esa forma de vida que yo tanto admiré? ¿Dónde quedó aquella maravillosa forma de ser y de sentirse iguales entre los ciudadanos de ese país? De acuerdo a lo que escuché durante el debate, son los parámetros de la corrupción y la inmoralidad los que deciden la suerte de la participación política y las divisiones de la sociedad entre negros, latinos o hispanos o blancos, en sus debidas proporciones, es lo que puede dar el triunfo a uno u otro candidato, dependiendo de su discurso populista y demagógico. Por lo visto, concluyó el compañero Tocqueville, se perdió aquel valioso arraigo de la soberanía popular en los propios individuos, esa soberanía que definía el carácter político y nacional del país que yo conocí, esa soberanía de un pueblo que quería y tenía la voluntad de ser libres, tal como lo demostró durante su independencia del Imperio Británico. Hoy en día, es la prensa, las encuestas, los aportes, las denuncias y los intereses del Establishment los que deciden la orientación del voto.
Terminado el panel, salí del set de entrevistas y opinión absorto en mis pensamientos y dominado por mis frustraciones. Con tan mala suerte, que me encuentro frente a frente con mi amigo Kant, quien llegaba retrasado a la reunión, pero luego de saludar y disculparse arremetió contra el espectáculo bochornoso, visiblemente perturbado, pues argumentaba que, construir un Estado de derecho es una obligación moral, no inmoral, pues la competencia por la inmoralidad destruye, no construye.  El ser más o menos inmoral no justifica el ejercicio del poder en más o en menos, pues el respeto a la Ley Moral es un imperativo categórico, un mandato incondicionado que deriva de la razón, no del interés por el poder, pues se respeta la Ley Moral porque se debe hacerlo, así sin más. No se trata de abusar de diez o de cien mujeres, o de ejercer el poder de forma invisible para ocultar errores y enemigos fabricados o intereses ocultos, no se trata de mentiras piadosas, ¡no! Pues cuando se ejerce legítimamente el poder, hay que ejercerlo de acuerdo a la Ley Moral.

Quise aprovechar para obtener una opinión sobre la situación caótica e inhumana de Irak y Siria, pero no me dejó continuar más allá de la pregunta, se llevó el dedo a los labios en señal de silencio y me advirtió: Ni hablar de eso. ¡Ya todo está dicho!

viernes, 14 de octubre de 2016

Escenarios y conflictos froterizos: Ecuador-Colombia






ESCENARIOS Y CONFLICTOS FRONTERIZOS. ECUADOR-COLOMBIA:
“ASPERSIÓN QUIMICA COMPULSIVA”




Elaborado por: Harry Dorn Holmann M. A.
















INDICE



1.     Ecuador-Colombia: crisis fronteriza
2.     Antecedentes
3.     El Plan Colombia y el Plan Patriota: la intervención por invitación. Reflexiones teóricas para el análisis y debate.
4.     Las fumigaciones: “aspersión química compulsiva”
5.     Conclusiones
Bibliografía










1.      Ecuador-Colombia: crisis fronteriza
Hoy en día, un paso al frente de la agenda internacional toman lugar los temas relacionados con la vulnerabilidad y seguridad en la frontera, las políticas públicas nacionales y binacionales así como los proyectos y distintas alternativas de integración como solución a los problemas fronterizos.
Sería equivocado pensar que las diferencias y desencuentros de frontera entre Ecuador y Colombia son el producto de las políticas de los gobiernos de los últimos treinta o cuarenta años. Desde la fundación republicana, los conflictos de frontera se repiten con frecuencia con duración e intensidades distintas, pero han estado presentes en la historia de los países a lo largo del siglo XIX y siglo XX.
Pese a lo anterior, en los últimos veinte años la situación se agrava por la intensificación del narcotráfico, del lavado de capitales, del contrabando, del tráfico de armas y suministros,por las facilidades que representa la dolarización en el Ecuador,por las distintas visiones gubernamentales, y por otros factores que dificultan el combate efectivo de tales amenazas:
“La explicación sobre el origen del conflicto puede provenir del hecho de que las agendas de seguridad de ambos países son distintas y en cierta medida hasta contradictorias. Esto se evidencia en la incapacidad de manejar eficientemente los temas de seguridad en una frontera larga de 600 kilómetros, débilmente poblada, con excepción de algunos sectores” (Bonilla en Grace Jaramillo, compiladora, 2009: 11).
La matriz explicativa del fenómeno se muestra en extremo complicada y el grado de incidencia de los factores varía dependiendo de las circunstancias y coyunturas de ambos países. En Ecuador, por ejemplo, el flujo de capitales provenientes de Colombia se vio notablemente incrementado durante la crisis generalizada de los años ochenta, así como el flujo de bienes de todo tipo (harina de pescado, conservas, harina de trigo, harina de maíz, combustibles, botas,“canicas” y hasta chatarra) se vio favorecido desde Ecuador hacia Colombia, tanto de materias primas como de productos terminados.


Las pingues ganancias generadas por estos flujos comerciales y financieros atenuaron o incluso neutralizaron cualquier intento de control efectivo de fronteras, sea cual sea el destino de tales bienes y recursos. De igual manera, la proliferación de negocios y puestos de trabajo derivados de tales actividades contribuyeron a la continuidad de dichas actividades, muchas de ellas ilícitas.En la actualidad, a pesar de un mayor y más eficiente control institucional en frontera y al interior del país por parte de las autoridades policiales y aduaneras, las barreras arancelarias (los nuevos impuestos o medidas proteccionistas a las importaciones, bajo la normativa de la organización Mundial del Comercio, según la cual, todos los Miembros tienen derecho, en virtud del
Acuerdo OTC, a restringir el comercio por “objetivos legíti-
mos”: protección de la salud y la vida, protección del medio
ambiente, y de los intereses y la seguridad nacionales (OMC,
1994: 143-169)), el fortalecimiento del dólar, la devaluación del peso colombiano y la inflación interna en Ecuador, vuelven nuevamente atractivos los precios y calidades de los productos colombianos que ingresan al país de forma legal y también de manera ilícita.
2.      Antecedentes
Del análisis y reflexiones de María Caridad Araujo, Marco Naranjo Chiriboga y otros autores (Morillo, 1996),  Ecuador ingresa con mal paso en la década de los ochenta. En la segunda mitad de los setenta, con la caída de los precios del petróleo, el país recurre al endeudamiento externo y facilidades de los petrodólares (inversiones de capital financiero en bancos europeos provenientes de los países exportadores de petróleo) y liquidez internacional abundante para compensar la reducción de sus ingresos y cubrir sus déficits tanto fiscal (brecha fiscal) como de balanza de pagos (brecha externa). Por tal razón, la deuda externa se incrementa en un quinientos por ciento durante el quinquenio, de USD693 millones en 1976 a USD 3.554 millones en 1979 (Naranjo, 2005). Desde 1972, El boom petrolero y el aumento de recursos para el gobierno superaron su capacidad de gestión para el buen uso de dichos recursos, lo que inició un proceso inflacionario que en 1976 alcanzó el 16,2%.
En 1976, el crecimiento económico del 9,1%, el  crecimiento de las exportaciones en un 30%, el crecimiento de la reserva monetaria, el aumento incontrolado del crédito y de la masa monetaria, generaron inflación y un aumento de la demanda de dólares en el mercado libre de cambio, impulsando el alza del precio hasta en un 13% (Banco Central del Ecuador, 1976).
La dependencia económica del recurso petrolero comienza a demostrar la vulnerabilidad de la economía ecuatoriana a las variaciones de las exportaciones petroleras y su política de industrialización. En 1977, los problemas de comercialización y baja de las exportaciones de crudo más las importaciones del sector industrial ecuatoriano, que crecen ese año a un ritmo del 24,5%, reducen fuertemente la reserva monetaria. El deterioro de la cuenta corriente de la balanza de pagos, el incremento de las importaciones y  la presión sobre el tipo de cambio fomentó la contratación de créditos externos para financiar importaciones y crecimiento económico y mantener la cotización del dólar en niveles adecuados. El fenómeno se repite en 1978, con una inflación del 11,7%, un saldo negativo en la balanza de servicios de USD 428, 5 millones y la contratación de nuevos créditos externos para financiar los déficits y mantener la reserva monetaria en niveles aceptables (Morillo, 1996).
Desde entonces, a pesar de los buenos precios del petróleo y abundancia de capital, la inflación y la devaluación monetaria serán el fiel acompañante de la economía durante la década de los ochenta, con las consecuencias que se analizan más adelante. Tal como lo expresa Marco Chiriboga Naranjo:
“Aunque a principios de los años ochenta, la inflación acumulada durante la década anterior hizo necesaria la devaluación de un tipo de cambio que se había mantenido fijo artificialmente, mediante el endeudamiento y como consecuencia de los buenos precios del petróleo, posteriormente, la tasa de devaluación superó ampliamente a la de la inflación y sirvió para alimentarla” (Naranjo, 2005: 144).

Con estos antecedentes, los gobiernos de Osvaldo Hurtado, León Febres Cordero (en adelante LFC) y Rodrigo Borja tuvieron que enfrentar problemas comunes o similares: La brecha fiscal o déficit fiscal, la brecha externa o déficit comercial y la creciente inflación. En lo particular, LFC se refirió desde el inicio a problemas estructurales como el déficit habitacional, la desnutrición el desempleo y subempleo, la perdida de los valores ciudadanos, las deficiencias del sistema educativo la inseguridad, la baja productividad y otros. Todo esto contribuyó “también” a la entrada irregular de capitales desde Colombia y contribuyó notablemente al flujo de productos exportados desde el Ecuador hacia ese país, especialmente de aquellos rubros subvencionados como es el caso de los combustibles y el gas.
Adicional a lo anterior, la matriz explicativa se complica aún más por las distintas visiones acerca del conflicto, su origen y naturaleza, y las limitantes reales que pueden tener ambos países, a pesar de la convergencia de intereses, como es el combate y eliminación de prácticas ilegales en la frontera. En el caso colombiano, el conflicto se enfocaba más como un tema de seguridad regional, lo que en Ecuador se concibió más como un conflicto de origen y características internas más que nada, y en cuanto a debilidades y falencias tácticas y estratégicas, esto quedó ampliamente demostrado con el incidente de Angostura, aunque, insistimos, las razones del conflicto y sus orígenes lejanos y cercanos obedecen a factores diversos tal como lo expresan expertos de la talla de Grace Jaramillo y Adrian Bonilla:
“Los desencuentros entre Ecuador y Colombia no empezaron el primero de marzo del 2008, día en que las fuerzas armadas colombianas incursionaron en territorio ecuatoriano para ejecutar un operativo que termine con la vida de alias Raúl Reyes, segundo en la línea de mando de las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia. Estos han respondido a un largo proceso de distanciamiento que empezó con el Plan Colombia y la necesidad que tenía este de encontrar contrapartes regionales para garantizar éxitos en el campo militar. La presión colombiana por obtener un apoyo militar, aunque sea tácito, para su embestida terminó siempre por alienar la voluntad ecuatoriana de permanecer alejada de un entorno de violencia regional, del que se mantuvo por décadas más o menos inmune, a pesar de sus vecinos” 
“El Plan Colombia además trajo consigo las fumigaciones aéreas con glifosato, que llegaron hasta la misma frontera común y socializaron las diferencias estatales existentes hacia poblaciones civiles que quedaron en medio del conflicto, sin que ninguna de las dos partes pudiera llegar a un acuerdo sobre el tema. Cuando llegó el primero de marzo de 2008, la suerte entre los dos países estaba echada. El desencuentro tomó matices de ruptura y alejamiento progresivo de cualquier posibilidad de comprensión de los problemas fronterizos existentes” (Jaramillo en Grace Jaramillo, Compiladora, 2009: 15).

            Bonilla concluye en términos generales, que:
Es muy difícil evitar en una frontera de esta naturaleza, incidentes que son provocados como consecuencia de un problema que es complejo, con múltiples actores donde los estados no tienen capacidad absoluta para actuar. Por lo tanto, se requiere institucionalizar procedimientos de seguridad que permitan generar visiones de confianza mutuas en ambos estados y conductas que no sean vistas por el otro como amenazantes. Si bien los dos países tienen agendas distintas, esto no significa que no existan intereses comunes. Tanto a Colombia como a Ecuador le interesa que en la frontera no se permita la reproducción de prácticas ilegales. Los puntos comunes pueden permitir generar algún tipo de dispositivo de procedimientos, normas e instituciones que permitan in neutralizando o estableciendo los mecanismos de solución para que no se llegue a dar un incidente diplomático o militar cada vez que se produce un evento de transgresión que puede o no ser responsabilidad de los dos países” (Bonilla en Grace Jaramillo, Compiladora, 2009: 13).
3.      El Plan Colombia y el Plan Patriota: la intervención por invitación. Reflexiones teóricas para el análisis y debate.
La cercanía histórica de las relaciones entre Estados Unidos de Norteamérica (en adelante Estados Unidos) y los países latinoamericanos ha sido siempre de estrecha colaboración y sumisión en grados diversos a la política exterior de Estados Unidos. Colombia no ha sido una excepción, por el contrario, esta relación se estrecha y consolida aún más en los últimos 25 años durante los periodos presidenciales de los señores Andrés Pastrana y Álvaro Uribe,  con el Plan Colombia y el Plan Patriota respectivamente, Los cuales, indudablemente, contribuyeron a la internacionalización del conflicto y una participación mayor y decisiva de los Estados Unidos por medio de la Iniciativa Regional Andina que involucraba a los países en una lucha conjunta contra las drogas o lucha antidrogas, la cual se intensifica con la llegada a la presidencia del Sr. Álvaro Uribe quien involucra aún más a Estados Unidos en el Plan Patriota, el cual, presenta a Colombia como una amenaza para la seguridad de la región, discurso fortalecido por la ruptura de las negociaciones de paz con las FARC en febrero de 2002, que prácticamente incorpora a Colombia en la lucha antiterrorista de los Estados Unidos.
          ¿Como entender entonces, en aquella época, la postura y decisiones implícitas en ambos planes del gobierno colombiano? Existen varios enfoques teóricos adoptados para su interpretación y explicación, entre ellos, el realismo periférico de Carlos Escudé (1995) quien evalúa las ventajas de la autonomía versus los costos potenciales o costos de oportunidad de defenderla y gozarla, ya que su ejercicio puede implicar confrontaciones y despliegue de recursos escasos que podrían ser utilizados con fines de desarrollo productivo. Partiendo de un orden de prioridades para los países periféricos, según el mismo Escudé (1995), resulta lógico orientar sus relaciones externas y esfuerzos en función del desarrollo económico y bienestar de la comunidad a pesar de la subordinación que la obtención de dichos recursos implica, siempre y cuando exista un beneficio neto tangible.
Al respecto, Arlene B. Tickner argumenta:
“Lo que se deduce de la propuesta de Escudé es que en política exterior todo Estado –independientemente del poder del que dispone- tiene algún margen de escogencia a la hora de evaluar cualquier situación y actuar, inclusive, cuando decide subordinarse ante un actor más fuerte. En este sentido, la premisa central del autor es que la alineación constituye la forma más idónea de defender los intereses de la periferia dado que suele ser correspondida por Estados Unidos con beneficios materiales. Escudé, es enfático en señalar que el desarrollo económico es el único medio que permitirá a los países periféricos competir en el sistema internacional hacia el futuro. Empero, el tipo de interacción subordinada que su modelo sugiere perpetúa y profundiza la dependencia de los países de la periferia y todas las tergiversaciones internas que ella engendra” (Tickner en Grace Jaramillo, Compiladora. 2009: 59).
          Otros autores como Hernando Calvo Ospina (2010) se refieren también a la Doctrina de la Seguridad Nacional (en adelante la DSN) para entender  la estrategia de los presidentes Pastrana y Uribe, la que es impulsada en América Latina por el Presidente Kennedy después de la crisis de los misiles en octubre de 1962, cuando se constató que un enfrentamiento nuclear directo con la Unión Soviética estaba descartado por sus consecuencias para ambas partes, recurriéndose entonces a la DSN de ancestro francés para implementarla en América Latina como parte de la política de la contención y estrategia de lucha antisubversiva que condiciona a los estados y sus ejércitos a la seguridad nacional. De ahí en adelante, se trataba entonces de combatir al enemigo interno, o de la lucha del bien contra el mal, que “Lo toma como un sujeto en permanente acción subversiva contra el sistema y sus valores” (Calvo Ospina, 2010: 101). De acuerdo con la misma doctrina, las Fuerzas Armadas se convierten en su principal referente y expresión, concretando poderes especiales donde la política y el ejército se confunden en un solo cuerpo, pues la guerra contra el enemigo interno no es más que la continuación de la lucha política por otros medios, de acuerdo con el concepto de Karl Von Clausewitz (1969).
Enfocando el problema colombiano bajo esta lógica, resulta obvio que la identificación de Colombia como un peligro para la seguridad de la región, ante las ventajas obtenidas por las Fuerzas Armadas revolucionarias de Colombia (en adelante las FARC) en la intensidad del conflicto armado e incremento de la violencia a fines del siglo XX, genera enormes costos políticos para el país ante la comunidad internacional, razón por la cual, el Presidente Pastrana presenta “un plan de paz” (las comillas son mías) que busca solucionar el “problema social de los cultivos ilícitos” (las comillas son mías) por la vía de una especie de versión del Plan Marshall para Colombia, internacionalizando el conflicto para una solución definitiva del fenómeno del narcotráfico e instrumentando una especie de “diplomacia por la paz” (las comillas son mías).
De la puntualización de la estrategia que originó la iniciativa para la paz y una especie de Plan Marshall, nace entonces el Plan Colombia (durante la presidencia de Andrés Pastrana Arango entre 1998 y 2002) para combatir la producción y tráfico de drogas ilícitas, contemplando, además, una serie de medidas de fortalecimiento del Estado colombiano considerado débil para enfrentar la amenaza, habiendo perdido el monopolio y ejercicio pleno de la fuerza en parte del territorio nacional, es decir, se securitizó el combate a las drogas, combatiendo a la guerrilla que controlaba las zonas de cultivo de la hoja de coca propugnando una renarcotización de la agenda bilateral con Estados Unidos, en concordancia con el enfoque hiperrealista de las relaciones internacionales de dicho país, destinando el 80% a rubros militares y solamente el 20% con fines económico y sociales, de los primeros US$1.330 millones que aprobara como ayuda para Colombia el Congreso de los Estados Unidos (Tickner, en Grace Jaramillo, Compiladora, 2009).
          Con el Plan Colombia, Pastrana propone la desmilitarización de 42.000 kilómetros cuadrados en la parte sur del país, como una zona de distensión para discutir una agenda común, pero pronto surgió la sospecha que la zona era aprovechada para concretar robos, secuestros, trafico de drogas y armas, por lo que la estrategia de paz se convirtió en una estrategia de guerra. Con la llegada de George Walker Bush a la presidencia, se limitó la autonomía de dialogo del Presidente Pastrana y se extendió la política militarista, especialmente, luego de los atentados a las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York. En consecuencia, a inicios del 2002, se había roto el dialogo y negociaciones con las FARC.


Según Calvo Ospina, acerca de los resultados del Plan Colombia:
“La propaganda oficial contó que el Plan Colombia serviría para erradicar el 50% de los cultivos de coca, y así se cortaría la presunta fuente de financiamiento de la guerrilla. Pero la CIA, también involucrada en esa “guerra a las drogas” (con comillas en el original), reveló que en el 2001 los cultivos de coca habían crecido un 25%, alcanzando 167.000 hectáreas. Según esa fuente, a finales del 2002 aún existían en Colombia 144.450 hectáreas cultivadas. A finales del 2003 quedaban 113.850 hectáreas. Lo que significa que en todo un año apenas se erradicaron 30.000 hectáreas, a pesar de la descomunal inversión dispuesta presuntamente para tal fin. Peor aún: En el informe de la CIA del año 2005 se vuelven a dar cifras vergonzosas, pues en el año anterior existía casi la misma cantidad de zonas cultivadas que cuando se hizo la evaluación del 2003” (Calvo Ospina, 2010: 249).
Durante la presidencia de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe se produce un cambio radical en la evaluación de la crisis de seguridad y nivel de cercanía con los Estados Unidos para solucionar el problema del narcotráfico, terrorismo y, simultáneamente la lucha por la paz. Al final del mandato de Pastrana y durante el mandato de Uribe se perfecciona un plan de mano dura que involucraría directamente a los Estados Unidos en el conflicto armado, despertando más interés de Washington mediante la autoproclamación de Colombia como una amenaza para la seguridad y estabilidad del Hemisferio, generando así una mayor dependencia de Estados Unidos  y pérdida de soberanía colombiana, bajo el argumento que, aislada Colombia, sería incapaz de combatir la amenaza del narcotráfico y la insurgencia.Este Plan de “lucha contra el terrorismo” busca llegar a la paz por la vía militar contra la insurgencia, que comenzó a ser denominada narco-terrorismo, bajo una estrategia conocida como Política de Seguridad Democrática o de guerra contra el terrorismo con amplios poderes para las fuerzas militares (Calvo Ospina, 2010), “con un determinante apoyo, asesoría y monitoreo estadounidense” (Calvo Ospina, 2010: 260).
          Es así que con el Plan Patriota, se golpea fuertemente los Bloques Sur y Oriental de las FARC, y se intensifica la erradicación de los cultivos en la región del Putumayo, “primer productor de hoja de coca con 66.000 hectáreas en el año 2.000, el 40% del total nacional” (Puyana Mutis en Grace Jaramillo, Compiladora, 2009: 72), sin que tal campaña de “aspersión química compulsiva” (Puyana Mutis en Grace Jaramillo, Compiladora, 2009: 72) haya tenido los resultados esperados. La disminución de los cultivos en el Putumayo y el escalamiento de las fumigaciones auguraban éxito para el programa diseñado desde Washington, sin embargo, los resultados definitivos para los habitantes de la zona y poblaciones afectadas generaban otro balance final. La reorientación de los cultivos mediante programas a mediano y largo plazo financiados en parte por USAID no resultaron de acuerdo a lo previsto y los cultivos de coca reaparecieron. Las condiciones para el desarrollo no se dieron en los términos y condiciones para desestimular la producción de hoja de coca y más bien se movilizó el cultivo hacia áreas más rentables y con mayores ventajas para la producción, procesamiento y exportación de drogas hacia los países del norte (Puyana Mutis en Grace Jaramillo, Compiladora, 2009).
          Los efectos colaterales no se hicieron esperar, y tal como lo expone Francisco Carrión:
“La agudización del conflicto colombiano y la implementación del Plan Colombia y del posterior Plan Patriota llevaron, como era previsible, a que la violencia se traslade a la frontera sur de ese país y de ahí a la zona fronteriza norte de Ecuador. Después ocurrió lo inevitable: llegaron las desconfianzas y las divergencias entre los gobiernos sobre temas de seguridad, cooperación, paralización de programas y de proyectos binacionales, disminución de turismo, en fin”.
“Pero lo grave, a mi juicio, es lo que ha venido después como consecuencia de esa nueva y tensa situación: un cambio de la percepción más bien cordial que había existido hasta esa época entre ecuatorianos y colombianos en las zonas fronterizas, hacia a una satanización o ‘demonización’, como lo llama Roque Espinoza (2008: 363), del colombiano y de lo colombiano en Ecuador. Ahora estamos, lamentablemente para los dos pueblos, en un proceso de deterioro de la imagen del colombiano en nuestro país y no solamente en las zonas fronterizas sino en todo el Ecuador, donde inmediatamente se vuelve una persona sospechosa, escasamente confiable y hasta se la llega a considerar peligrosa. Esta situación es tremendamente dañina en las relaciones entre ambos países” (Carrión, En Fernando Carrión y Johanna Espín M. Coordinadores. 2011: 54-55).
4.      Las fumigaciones: “aspersión química compulsiva”
          La concepción del Plan Colombia de Pastrana y posteriormente del Plan Patriota y política de seguridad democrática de Uribe en términos militares y combate a la amenaza internacional amplió la estrecha colaboración entre ambos países, Colombia y Estados Unidos, aumentando la ayuda con fines bélicos e intensificando también la fumigación aérea de los cultivos ilícitos con graves consecuencias de salud para la población de frontera, incluyendo la población cercana a la frontera, tanto colombiana como ecuatoriana.Los ataques perpetrados contra las torres gemelas y el viraje radical de la política exterior de Estados Unidos fortaleció la solidaridad entre ambos países y la visión generalizada de ser ambos victimas del terrorismo financiado con recursos provenientes del cultivo ilícito y tráfico de drogas. Se generalizó la idea y calificación de las FARC como una organización terrorista y se levantaron “las restricciones asociadas con el  uso de la asistencia militar estadounidense en Colombia” (Tickner en Grace Jaramillo, Compiladora. 2009: 65), todo lo cual repercutió negativamente en las relaciones con los países vecinos.
          Al respecto, Arlene B. Tickner nos dice:
“Por otra parte, la expansión del papel de los Estados Unidos en la situación domestica de Colombia ha repercutido, de forma negativa, en las relaciones colombianas con la vecindad”…”El lunar más visible del esquema de intervención por invitación, a nivel regional, se manifiesta en las relaciones colombianas con Venezuela y Ecuador. La relación entre Álvaro Uribe, Hugo Chávez y Rafael Correa está afectada por sentimientos de desconfianza que existe entre el gobierno de Colombia y los otros dos, y el potencial conflictivo que ha generado la presencia de la guerrilla y de los paramilitares en las zonas limítrofes, y, en el caso ecuatoriano, la fumigación aérea de los cultivos ilícitos” (Tickner en Grace Jaramillo, Compiladora, 2009: 70-71).
Las relaciones bilaterales de Ecuador y Colombia han pasado por numerosas etapas caracterizadas por tensiones y reclamos en varios aspectos. El tema de las fumigaciones a lo largo de la frontera ha sido motivo de especial preocupación del gobierno ecuatoriano quien ha presentado formalmente reclamos al gobierno colombiano exigiendo el cese de tales fumigaciones por los daños a los bienes y salud de los ecuatorianos, a pesar de los resultados en la erradicación de los cultivos de coca. La renuencia de Colombia de aceptar las peticiones ecuatorianas provocó el retiro del embajador ecuatoriano en Bogotá durante varios meses durante los años 2006 y 2007, hasta que se produjo la ruptura de relaciones a raíz de la incursión militar ordenada por el Presidente Álvaro Uribe en territorio ecuatoriano, específicamente, en el sitio conocido como Angostura, el 1de marzo de 2008.
          La gran paradoja, ante el despliegue de importantes recursos para las fumigaciones, es que la población fronteriza, a más de la inseguridad que viven sus habitantes, carece de los más elementales servicios en materia de salud, educación, infraestructura económica, financiamiento para la producción o emprendimientos productivos, agua potable, proyectos de vivienda popular o campesina, y otros mecanismos institucionales orientados hacia el bienestar y desarrollo económico y social de estas comunidades, dispersas a lo largo y ancho de 645 kilómetros cuadrados de frontera que, según Aura María Puyana Mutis:
“Es también porosa por naturaleza. Permeable a toda suerte de ilegalidades, en especial a las actividades propias de la economía “subterránea” internacional, en una magnitud e intensidad variable según la función que cada país cumpla en el mercado, las ventajas comparativas que ofrezca para hacerlo viable e incluso la posición geográfica que ocupa, lo cual siendo importante no es el factor definitivo. Contrabando de mercancías legales y migración irregular de fuerza de trabajo; redes transnacionales de prostitución y compraventa de menores; tráfico de drogas, insumos químicos y armas, más las divisas generales por este conjunto de actividades, convierten a los territorios de frontera en el necesario radio de acción de las estructuras criminales y de los ejércitos privados a sus servicio. En casos de conflicto social y armado interno, organizaciones político- militares se establecen en zonas geográficas cercanas a los bordes según sus planes estratégicos y según la propia dinámica de la guerra, como ilustran Colombia y Sudán en la actualidad. Aprovecharse de la extraterritorialidad para resguardarse militarmente o para crear bases de apoyo político y logístico en un país vecino, es una realidad por demás frecuente en estos casos; los vínculos coyunturales o permanente que los grupos armados establecen con las mafias y con los traficantes de drogas, son un factor adicional en la complejidad. No por ello las fronteras se “calientan” hasta la ruptura de las relaciones diplomáticas o el enfrentamiento bélico, frente a mecanismos de cooperación judicial y militar, intercambio de información o solución pacífica de las diferencias frecuentemente utilizadas por Estados colindantes” (Puyana Mutis en Grace Jaramillo, Compiladora, 2009: 68).
          Ante esta situación y  dados los antecedentes del problema, el Gobierno del Presidente Rafael Correa lanza en 2007 el Plan Ecuador (Moreano, en Grace Jaramillo, Compiladora, 2009) que contempla tres ejes para consolidar la seguridad y una cultura de paz, implementar una política de relaciones internacionales equitativa y solidaria y una política de defensa de la población, el medio ambiente, los recursos naturales y el territorio y patrimonio nacional en general.
Mientras tanto, hasta la maduración de dichas instituciones responsables de los programas y proyectos, su articulación eficiente con las organizaciones locales que se crearon para el efecto, recoger las necesidades y demandas y plasmarlas en programas y proyectos específicos, el número de refugiados colombianos en Ecuador se incrementa, la inseguridad y violencia en frontera se mantiene, así como las consecuencias negativas en la salud de los habitantes en frontera a consecuencia de las fumigaciones, que en meses recientes, año 2015, fueron suspendidas por el Presidente Juan Manuel Santos. De igual manera, al día de hoy, mientras las bombas estallan en Bogotá, se asesinan a miembros de las Fuerzas Militares y se destruyen instalaciones petroleras, las “negociaciones de paz” en Cuba continúan, entre las FARC y los representantes del gobierno del Presidente Juan Manuel Santos.



5.      Conclusiones
          Ante la magnitud de las amenazas y sus consecuencias, cualquier política pública o plan de tratamiento de los problemas fronterizos se revela necesariamente como un esfuerzo muy por encima de los temas tradicionales de frontera, limitados a los aspectos de control aduanero, control migratorio, control militar, control del contrabando, entre otros, ya que el ámbito del problema y las soluciones implican más que la línea de frontera, una enorme franja de frontera y acciones de índole diversa contra actores cada vez más poderosos en el plano financiero, militar y político, cuyo ámbito de influencia va más allá de los países y regiones y se amplía al ámbito global (Naim, 2006).
          La localización y ordenamiento de las distintas etapas de la cadena de generación de valor, desde la producción y aprovisionamiento de materias primas, hasta los procesos de manufactura, la logística y la comercialización de la droga, los países y autoridades enfrentan nuevos problemas derivados de la división del trabajo y otras facilidades (los llamados incentivos conocidos como “impulsores globales” en teoría de las relaciones internacionales) que ofrecen los paraísos fiscales, no solo para la evasión de impuestos, mercados ilegales de armas y drogas, sino también para la conexión de estos circuitos ilegales con la economía legal (Carrión, 2009). En consecuencia, más que soluciones de carácter militar local y regional, son las políticas de integración y desarrollo económico, político y social en el marco de la cooperación internacional las que pueden contribuir a la erradicación del desempleo, de la pobreza, de la insalubridad, de la violencia y de la marginalidad, ofreciendo alternativas viables a las actividades ilegales vinculadas al crimen organizado conexo a nivel nacional y transnacional.





Bibliografía
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Calvo Ospina, Hernando.Colombia: Laboratorio de embrujos. Democracia y terrorismo de Estado. Ediciones La tierra. Quito-Ecuador. 2010.
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Von Clausewitz, Karl. De la guerra. Instituto del Libro. La habana. 1969.

Budapest y Berlín: dos experiencias realistas durante la bipolaridad

RELACIONES INTERNACIONALES





BUDAPEST Y BERLIN: DOS EXPERIENCIAS REALISTAS DURANTE LA GUERRA FRIA (LA BIPOLARIDAD)






Elaborado por: Harry Martín Dorn Holmann M. A.

Agradecimiento: al Dr. José Luis Fuentes Santa Cruz por sus observaciones, comentarios y sugerencias.






INDICE

CASO 1: La Revolución Húngara de 1956
Introducción
1.    Rakosi y la dominación soviética
2.    Conclusiones y reflexiones para el análisis
CASO 2: La construcción del muro y crisis de Berlín
Introducción
1.   El Muro de Berlín
2.    Algunas reflexiones y consideraciones teóricas para el análisis
Bibliografía
Textos de referencia


CASO 1: la Revolución Húngara de 1956

Introducción:
La historia de los posteriores cuarenta y cinco años desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial hasta la caida del Muro de Berlin y colapso de la Unión Soviética (en adelante URSS), presenta patrones unicos condicionados por la situación internacional y los enfrentamientos constantes entre las dos superpotencias victoriosas, otrora aliados contra el regimen nazi, enfrentados ahora por el dominio mundial, bajo la modalidad conocida y denominada “guerra fría”. Durante todo este tiempo (especialmente durante los primeros 25 años), la voluntad de entrar en combate de ambos bandos era induscutible, por lo que generaciones enteras crecieron bajo a amenaza nuclear y la posibilidad de una catastrofe de grandes dimensiones que amenazaría la supervivencia de la humanidad.
Un conflicto nuclear, luego de la experiencia vivida en Hiroshima y Nagasaki, era garantía asegurada de lo que se denominó la “destrucción mutua asegurada” o MAD, por sus siglas en inglés, lo que, paradojicamente, constituia un poder de disuación que evitaba cualquier enfrentamiento, a pesar de los esfuerzos individuales de cada bloque para incrementar sus defensas y capacidad de respuesta.
De manera objetiva y realista, los gobiernos de ambas superpotencias adoptaron politicas de supervivencia y mantenimiento de un orden internacional cuyo reparto global significaba el dominio de la URSS de todas las zonas ocupadas por el ejercito rojo y fuerzas armadas aliadas, y el control del mundo “occidental capitalista” y oceanos por parte de Estados Unidos, incluyendo el control de antiguas colonias imperiales, respetando ambas potencias la esfera de influencia de cada una, de acuerdo con las lineas de demarcación trazadas en los acuerdos alcanzados por Stalin, Chuchill y Roosevelt durante los ultimos años de guerra.
Fuera de Europa, en Japón el ambito de control era claramente ejercido por Estados Unidos, pero en la antiguas colonias, a medida que surgían los nuevos estados poscoloniales, se constituyó lo que posteriormente se conoció como el “tercer mundo”, muchos de ellos anticomunistas, sin identificarse ni subordinarse a los Estados Unidos y sin formar parte del bloque militar soviético, conocidos entonces como estados “no alineados”. Fue entonces que, a pesar de la retorica belicista en algunos casos, que el sistema internacional cobró una mayor estabilidad, ya que las grandes potencias evitaban el choque abierto (aun en situaciones de crisis) que pudiese escalar en un enfrentamiento abierto de sus fuerzas armadas, confiando cada una en la moderación de la otra para consolidar un estado de coexistencia pacífica, aceptando el reparto del mundo, bajo un acuerdo tácito de una “paz fría” en el marco de una “guerra fría”, sin entrometerse los unos en la esfera de control de los otros (a pesar de las amenazas de rigor), tal como se lo demostró en la Alemania del Este durante le represión con tanques sovieticos del levantamiento obrero en 1953, o durante la revolución húngara y represión soviética de 1956, o el retiro obligado de Gran Bretaña y Francia del Canal de Suez ordenado por Estados Unidos en 1956 y la crisis del Muro de Berlín en agosto de 1961. En definitiva, el comportamiento realista de ambos bloques predominó, y a pesar de contemplar la posibilidad de utilizar el potencial nuclear contra el enemigo, ambas superpotencias nunca lo hicieron.
1.      Rakosi y la dominación soviética
Maytas Rakosi, uno de los miembros del grupo de los moscovitas, creador y el más fiel ejecutor de la “Teoría del Salchichón” (la cual consistía en la generación de cambios institucionales “tajada por tajada” en forma constante y permanente para consolidar el dominio de la Unión Soviética en Hungría) era un hombre de confianza y fiel discípulo de Stalin, que había permanecido en Moscú durante la Segunda Guerra Mundial. Una vez finalizada la guerra, él regre a Hungría y colaboró en la consolidación del dominio soviético y el desmantelamiento de las mejores instalaciones industriales húngaras y equipamiento en general que sería enviado a la Unión Soviética como botín de guerra.  Comunista, militante en el movimiento obrero, se convirtió en un gran manipulador de la institucionalidad húngara que fue utilizada como una cortina de humo para solapar las verdaderas intenciones soviéticas a largo plazo. En efecto, Rakosi impulsó el juego democrático parlamentario y llamó a las primeras elecciones libres en 1945, donde el partido comunista no superó siquiera el 20% de los votos habiendo obtenido apenas 67 bancas, de un total de 406 escaños. A partir de ese momento la situación cambió drásticamente, ante la imposibilidad de consolidar el poder soviético por la via institucional en Hungría y a pesar de la superioridad de los partidos de centro-izquierda.
Bajo tales condiciones, Rakosi, aplicando la estrategia del salchichón, se encargó de desplazar poco a poco, rodaja por rodaja, tajada por tajada, a los partidos y a los ciudadanos húngaros no alineados con la Unión Soviética. Los arrestos, los golpes y las denuncias de complot contra la estabilidad política se convirtieron en la cortina de humo para la bulgarización y rumanización de Hungría (en ese entonces, Bulgaria y Rumanía ya eran controladas políticamente, militarmente y económicamente por la Unión Soviética). En el plano operativo, los servicios de seguridad soviéticos, la Lubianka (Lubianka es el nombre popular del cuartel general de la KGB y la prisión anexa en la plaza Lubianka de Moscú. Es un enorme edificio con una fachada de ladrillos amarillos, diseñada por Aleksander Ivanov en 1897 y aumentada por Alekséi Schúsev en el periodo de 1940 a 1947. Con el advenimiento de la Revolución rusa, el edificio fue incautado por el nuevo gobierno para ser el cuartel general de la policía secreta, en ese entonces llamada Cheka. Durante la Gran Purga, las oficinas fueron quedando cada vez más apretujadas debido al creciente número de oficiales. En 1940, el más famoso arquitecto soviético, Alekséi Shchúsev, fue comisionado para duplicar su tamaño añadiendo otra planta y eliminando los edificios adyacentes. A pesar de que la la policía secreta de la URSS cambió de nombre varias veces, su cuartel general permaneció siempre en este edificio y los jefes de la policía secreta, desde Lavrenti Beria hasta Yuri Andrópov, usaron siempre el mismo despacho en el tercer piso), controlaba y dirigía los servicios secretos húngaros. Según la opinión de expertos de la Central de inteligencia de los Estados Unidos de Norteamérica (de aquí en adelante CIA), “cuando los agentes soviéticos padecían diarrea, los agentes húngaros tiraban de la cadena” (las comillas son mías). Es decir, los servicios secretos húngaros eran considerados como un simple instrumento operativo de los servicios secretos soviéticos.

Bajo el poder de Rakosi, los arrestos de dirigentes opositores como Bela Covacs, secretario general del partido de los pequeños propietarios que ocupaba el 57% de los escaños parlamentarios, se hicieron frecuentes, así como el arresto de otros dirigentes que posteriormente fueron eliminados  acusados como criminales fascistas de derecha. Nuevas elecciones, aparentemente libres (proceso que fue controlado y manipulado por el gobierno de Rakosi), transformaron al partido comunista en la primera fuerza política, con cuya dominación se procedió luego a suprimir el resto de los partidos políticos y a la nacionalización de los sectores productivos. Lo que no se pudo lograr en el marco de las instituciones democráticas se consiguió con la manipulación del sistema electoral, en función de los intereses y dominación política soviética.
A partir de entonces, la represión en términos brutales no se hizo esperar. En tales actividades participaban y destacaban dos camaradas y socios inseparables de la época moscovita de Rakosi: Erno Gero y Mihali Farkas. Ambos despiadados e incondicionales a su amigo, especialmente Gero, iniciaron una purga de enemigos reales y potenciales o simplemente opuestos a las pretensiones de dominación soviética, las cuales no hicieron distinción entre comunistas y no comunistas, incluyendo a miembros de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial.  A partir de la muerte de Stalin,  con la flexibilización de las prácticas represivas, medida recomendada por los nuevos dirigentes soviéticos, surgieron algunos cambios institucionales, pero Rakosi permaneció como el hombre fuerte del partido comunista y del frente soviético en Hungría.
Es en este contexto que apareció en la escena política un miembro del partido comunista  que era de origen campesino: ImreNagi. Nagi había impulsado la repartición equitativa de tierras; era de aspecto noble, aristocrático, considerado un buen hombre, honesto, patriota, personaje de ideas más liberales y muy apreciado por la población húngara surgió en un momento de satanización del periodo estalinista, cuyos principales detractores aparecieron tanto dentro como fuera de la Unión Soviética (Nikita Kruschev en la Unión Soviética y Walter Ulbricht en la Alemania del Este o República Democrática Alemana). Estos poderosos dirigentes, al igual que Nagi, creían e impulsaban una nueva vía al socialismo, lo que posteriormente se conoció como el socialismo real.  A pesar de estos nuevos rumbos en la Unión Soviética, Rakosi se impuso y obtuvo la separación de Nagi del partido comunista acusado de oportunismo y desviacionismo de derecha.
A partir de este cambio de actitud y un mayor grado de tolerancia, se permitió la creación del Circulo Petöfi (centro de reunión de los intelectuales húngaros, nombrado así en honor al poeta húngaro Sandor Petöfi).  Los debates públicos sobre libertad de expresión y libertad de prensa se intensificaron;  incluso, se llegó a denunciar públicamente la falta de crítica y la pasividad de los comunistas húngaros ante los atropellos de la época estalinista. Los debates fueron subiendo de tono y contenido, hasta el punto de declarar públicamente el deseo de cambiar a los dirigentes y clamar por el regreso de Nagy.
Las señales de alarma surgieron inmediatamente en la dirigencia soviética que temía la repetición del proceso Gomulka en Polonia (el primer ministro y primer secretario del partido comunista de Polonia Wladislaw Gomulka había logrado una serie de cambios que reducían el control de la Unión Soviética, aunque Polonia continuaba siendo comunista y formando parte del Pacto de Varsovia (el homologo de la Organización del Atlantico Norte, OTAN, en el bloque del este o bloque soviético) cuyos detalles y resultados eran abiertamente informados en Hungría:
“¿Qué transmitía la radio de Budapest ese 22 de octubre de 1956? Lo siguiente: ‘La elección de WladislawGomulka como primer secretario del partido, ha sido recibida con entera satisfacción. Numerosos pasajes del discurso de Gomulka ante el comité central del partido unificado, encontraron un eco profundo en los trabajadores húngaros’….Lo más notable fue el tono del discurso, su franqueza y sinceridad en la enumeración de las dificultades económicas y los problemas políticos”…..”Esta reivindicación es comprensible, ya que la verdad se ha visto frecuentemente sometida a manipuleos por dirigentes recientemente alejados del poder” (Decaux, 1986:50).
Los eventos no se hicieron esperar, los estudiantes se reúnieron y protestaron en masa, las concentraciones se multiplicaron, se exigió el restablecimiento de la democracia en Hungría, la aplicación de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, el retiro de las tropas soviéticas, el retiro de los dirigentes estalinistas y rakosistas, elecciones generales multipartidistas, derecho a la huelga y revisión de los compromisos y pago de  indemnizaciones a la Unión Soviética.
Frente a estas manifestaciones, las autoridades, especialmente Gero, prometieron fuego pero luego cedieron. En las calles se vivaba a los soldados húngaros, se condenó a gritos a la A. V. N. o policía política húngara y se entonaba la Marsellesa. Gero condenó la burocracia burguesa, y hablaba en tono insultante, pero elogia al movimiento proletario internacional.  Entonces se produjo un tiroteo en la Casa de la Radio con numerosos heridos y la multitud retrocedió.
Para el 23 de octubre de 1956, los estudiantes derribaron la estatua de Stalin y se dirigieron a la Casa de la Radio, combatieron contra los miembros de la A. V. N., con el apoyo de grupos obreros que combaten junto a estudiantes.  Al sitio llegaron tanques húngaros de refuerzo, pero, estos también se unieron a los manifestantes.  Los soldados proveyeron armas y municiones a los manifestantes, y se tomaron también el edificio del Circulo Petöfi para capturar a los agentes de la A. V. N. que defendían el edificio.  Finalmente, Nagy se reincorporó por decisión mayoritaria del Comité Central como Primer Ministro de Hungría.
En la mañana del 24 de octubre,  la población firma su propia condena al ignorar con honor y gallardía húngara la presencia e invasión de tanques soviéticos que ya transitaban por las calles de Budapest:
“Al despertarse, todos sabrán en la capital que los rusos están allí. Como, ¿solo unas horas ha durado nuestra libertad? El pueblo húngaro, acostumbrado a la infalible omnipotencia de los soviéticos, debería, por lógica, agachar la cabeza. Pero no lo hace. Ni lo hará. Y fue tal actitud el origen de la tragedia de Budapest de 1956” (Decaux, 1986:65).

En medio de la furia e indignación de la población, disparos a diestra y siniestra, el Coronel Maleter se rebela contra los soviéticos y se convierte en el jefe militar de la insurrección, ante periodistas de todo el mundo que cubren los acontecimientos, con el resultado fatal de  seiscientos muertos.
El 27 de octubre de 1956, ese día:
“Ese día entrará en escena Radio Europa Libre. Esta emisora, que opera desde Múnich financiada por los norteamericanos está en manos de exiliados, hombres casi todos ellos del antiguo régimen. Día tras día, echarán leña al fuego, empujando a los insurgentes al fanatismo, alejándolos de la moderación, de toda eventual transacción. Así por ejemplo, el 27 de octubre, Radio Europa Libre declara, como si tal cosa, que “la primera condición es la evacuación inmediata de Hungría por parte de las tropas rusas, bandera blanca en alto...”(Decaux, 1986: 71).
2.      Conclusiones y reflexiones para el análisis
Kruschev dijo finalmente niet a todas las pretensiones húngaras a pesar de las últimas negociaciones de Mikoyan y Suslov y la presencia de la Iglesia Católica con el Cardenal Mindszenty. Radio Europa Libre resalta la presencia del Cardenal y sugiere someterse a sus disposiciones. Los últimos esfuerzos de Nagy ante la ONU caen en el vacío. Sus proclamas y declaraciones de neutralidad, independencia y separación del pacto de Varsovia generan reacciones contrarias a lo esperado. Nagy calcula mal, pensando que Kruschev no aplicará mano dura al más puro estilo estalinista. ¡Se equivoca! No se puede repetir la experiencia polaca. Tampoco intervendrán los Estados Unidos como en Corea del Sur. Los intereses de ambos bloques y la estabilidad en ambos polos priman sobre los ideales democráticos y derechos humanos. El mantenimiento del statu quo se impone sobre las aspiraciones del pueblo húngaro. Eisenhower no desea romper el equilibrio en Europa y generar un conflicto directo con la Unión Soviética. Los húngaros continuarán luchando algunos días adicionales pero las fuerzas son desiguales: el patriotismo y deseos de libertad no pueden contra las orugas y los cañones. Las libertades y derechos humanos ceden el paso a los intereses políticos y económicos de la Unión Soviética y la dominación soviética se consolida aún más en detrimento de los principios democráticos y aspiraciones del pueblo húngaro.  Nagy fue ejecutado, pero el periodo de terror de Rakosi nunca regresó a Hungría, y aunque los muertos no cayeron en vano, si se destrozaron las esperanzas de miles de jóvenes patriotas, aunque un par de décadas mmás tarde, se convalidará la Victoria de una derrota (Molnar, 1956, 1968). En efecto, en 1989 se destruye el Muro de Berlín, se produce la unificación de las dos alemanias y colapsa finalmente la Unión Soviética.

CASO 2: La construcción del muro y crisis de Berlín

Introducción:
La historia de los posteriores cuarenta y cinco años desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial hasta la caida del Muro de Berlin y colapso de la Unión Soviética (en adelante URSS), presenta patrones unicos condicionados por la situación internacional y los enfrentamientos constantes entre las dos superpotencias victoriosas, otrora aliados contra el regimen nazi, enfrentados ahora por el dominio mundial, bajo la modalidad conocida y denominada “guerra fría”. Durante todo este tiempo (especialmente durante los primeros 25 años), la voluntad de entrar en combate de ambos bandos era induscutible, por lo que generaciones enteras crecieron bajo a amenaza nuclear y la posibilidad de una catastrofe de grandes dimensiones que amenazaría la supervivencia de la humanidad.
Un conflicto nuclear, luego de la experiencia vivida en Hiroshima y Nagasaki, era garantía asegurada de lo que se denominó la “destrucción mutua asegurada” o MAD, por sus siglas en inglés, lo que, paradojicamente, constituia un poder de disuación que evitaba cualquier enfrentamiento, a pesar de los esfuerzos individuales de cada bloque para incrementar sus defensas y capacidad de respuesta.
De manera objetiva y realista, los gobiernos de ambas superpotencias adoptaron politicas de supervivencia y mantenimiento de un orden internacional cuyo reparto global significaba el dominio de la URSS de todas las zonas ocupadas por el ejercito rojo y fuerzas armadas aliadas, y el control del mundo “occidental capitalista” y oceanos por parte de Estados Unidos, incluyendo el control de antiguas colonias imperiales, respetando ambas potencias la esfera de influencia de cada una, de acuerdo con las lineas de demarcación trazadas en los acuerdos alcanzados por Stalin, Chuchill y Roosevelt durante los ultimos años de guerra.
Fuera de Europa, en Japón el ambito de control era claramente ejercido por Estados Unidos, pero en la antiguas colonias, a medida que surgían los nuevos estados poscoloniales, se constituyó lo que posteriormente se conoció como el “tercer mundo”, muchos de ellos anticomunistas, sin identificarse ni subordinarse a los Estados Unidos y sin formar parte del bloque militar soviético, conocidos entonces como estados “no alineados”. Fue entonces que, a pesar de la retorica belicista en algunos casos, que el sistema internacional cobró una mayor estabilidad, ya que las grandes potencias evitaban el choque abierto (aun en situaciones de crisis) que pudiese escalar en un enfrentamiento abierto de sus fuerzas armadas, confiando cada una en la moderación de la otra para consolidar un estado de coexistencia pacífica, aceptando el reparto del mundo, bajo un acuerdo tácito de una “paz fría” en el marco de una “guerra fría”, sin entrometerse los unos en la esfera de control de los otros (a pesar de las amenazas de rigor), tal como se lo demostró en la Alemania del Este durante le represión con tanques sovieticos del levantamiento obrero en 1953, o durante la revolución húngara y represión soviética de 1956, o el retiro obligado de Gran Bretaña y Francia del Canal de Suez ordenado por Estados Unidos en 1956 y la crisis del Muro de Berlín en agosto de 1961. En definitiva, el comportamiento realista de ambos bloques predominó, y a pesar de contemplar la posibilidad de utilizar el potencial nuclear contra el enemigo, ambas superpotencias nunca lo hicieron.
1.      El Muro de Berlín
Al contemplarlo, nadie puede resistir el impulso de tocarlo, pesarlo, admirarlo, un pequeño trozo del Muro de Berlín de 11 centímetros por 6 centímetros de piedra compacta, dura, pesada, de gran densidad por el peso, no por el volumen, con una pequeña leyenda gravada sobre bronce que dice “Wir sind auch hier gewessen”, “Nosotros también estuvimos aquí”, leyenda en una placa de bronce, puesta por ambos hermanos, estudiantes de la Universidad Técnica de Berlín en los años sesenta, en plena guerra fría.
Con la creación de la República Federal Alemana (en adelante RFA) y la República Democrática Alemana (en adelante la RDA) la cantidad de refugiados del este hacia el oeste se había incrementado notablemente, llegando a niveles de crisis en 1961, cuando la cantidad superó los diez mil por mes, sobretodo de jóvenes menores de veinte y cinco años, muchos con título universitario o formación técnica, lo cual generaba un déficit de profesionales y decrecimiento económico en algunos sectores de la economía de la RDA, especialmente en el sector industrial y de la construcción.
Todo se remonta al año 1945 con la victoria aliada y la toma de Berlín por parte de las tropas soviéticas, en que luego de muchas negociaciones se divide todo el territorio alemán en cuatro sectores, quedando la ciudad de Berlín en el sector correspondiente a la dominaciónn o control soviético. Este hecho provocó una solicitud simbólica pero muy especial política y militarmente por parte de los aliados occidentales, Estados Unidos, Inglaterra y Francia, de dividir igualmente la ciudad de Berlín en cuatro sectores bajo el control de los cuatro principales aliados, es decir, incluida la Unión Soviética.
La división se llevó a cabo. Los soviéticos cedieron tres cuartas partes del territorio berlinés, a los tres aliados occidentales, pero exigieron, a cambio, una superficie mayor de territorio alemán, como compensación por el nuevo reparto. En tal virtud, quedó la parte correspondiente a Berlín Occidental (la tres cuartas partes bajo ocupación de los aliados occidentales) convertida en una isla (en plena tierra firme) en medio del territorio de la RDA, quienes a su vez habían declarado a Berlín Oriental (la cuarta parte que conservó la Unión Soviética) como la capital de la nueva RDA. Lo mismo ya había sucedido con la República Federal Alemana (conformada con las tres cuartas partes del territorio alemán bajo ocupación de los tres aliados occidentales, menos la parte cedida a la Unión Soviética como compensación por Berlín Occidental) cuando convirtió a la ciudad de Bonn como su nueva capital federal.
A pesar de la oposición de los países del Pacto de Varsovia, Walter Ulbricht, hombre fuerte de la RDA, Presidente del Consejo de Estado (como referencia, el Consejo de Estado o Staatsrat, máximo organismo de gobierno de la RDA, era jerárquicamente superior al consejo de ministros o Ministerrats con sus 24 ministerios y varios secretarios de Estado, comisiones y departamentos especiales en abril de 1966) y Secretario del Partido Comunista no tuvo más alternativa que construir el Muro con 162 kilómetros de largo, incluidos los 46 que partían la ciudad en dos y los 116 que rodeaban el perímetro de Berlín Occidental fronterizo con la RDA. El “viejo Chivudo” tal como era conocido en el ambiente de prensa, había finalmente ordenado las obras que se iniciaron el 13 de agosto de 1961.
Olvidar el primer día de visita a Berlín Oriental es imposible. Atravesar el muro a bordo de uno de los vagones del S-Bahn (una especie de Metro sobre la superficie, muy característico de la ciudad de Berlín) hacia la estación de Friedrieschstraasse (que ya era parte del territorio comunista) era una experiencia inolvidable. Con sus cuatro metros de altura, obstáculos metálicos por doquier en la “tierra de nadie”, alambradas, sensores de alarmas, torres de vigilancia, y los infaltables “Vopos” (llamados así por sus siglas en alemánn, Volkspolizei o policía del pueblo) con sus botas negras y armas automáticas que vigilaban constantemente cualquier movimiento sospechoso. El nerviosismo era mayor al descender y caminar hacia los controles, donde se realizaba el trámite de visa sin ver a funcionario alguno, pues todo se reducía a pequeñas ventanillas para entregar y recibir los documentos y marcos alemanes que se exigía a los visitantes, solamente por 24 horas.
El contraste era notable entre ambos berlines, el oriental, capital de la RDA, y el occidental, bajo la protección aliada occidental y protegido y subvencionado por el gobierno federal, es decir, de la RFA. Un Berlín Oriental frio, gris, extremadamente sobrio y sombrío, estandarizado en todo, en su manera de vestir, en la manera de caminar, en la manera de comer, en la manera de divertirse, en contraste a un Berlín Occidental nuevo, moderno, lleno de vida, donde se respiraba aquello que sus habitantes llamaban orgullosos el Berliner Luft o aire berlinés”, pleno de restaurantes y cafés al aire libre, supermercados, tiendas departamentales y el internacionalmente conocido KDW.
Pero no todo fue felicidad y despreocupación todo el tiempo. La reforma monetaria de la RFA en 1948, formulada e implementada por el Professor Erhard, Director de Economía, en el marco de la economía social de mercado,  y la creación del nuevo marco occidental que tendría curso legal solamente en los sectores norteamericano, británico y francéss generó la primera reacción soviética que se concretó en el bloqueo de las vías de acceso a Berlín Occidental desde la RFA, excepto los corredores aéreos, lo que costó alrededor de 200 millones de dólares para abastecer la ciudad solamente por el puente aéreo, concebido y dirigido por el Gobernador Militar del sector americano, general Lucius D. Clay (Hartwich, Horn, Grosser, Scheffler, 1968).
En la segunda conferencia del partido comunista de la RDA en el año 1952, se declaró oficialmente la construcción del orden democrático popular, con una institucionalidad organizada fielmente de acuerdo al modelo soviético, lo que significó, en la práctica, la eliminación de la propiedad privada y de los medios de producción, la colectivización de la agricultura, la proliferación de negocios de propiedad popular en el sector industrial, la estatización del comercio y la institucionalización del sistema de planificaciónn centralizada (Hartwich, Horn, Grosser, Scheffler, 1968).
          La RDA se alejaba cada vez más de los compromisos adquiridos en Postdam (Hartwich, Horn, Grosser, Scheffler, 1968) y las exigencias y sacrificios para la construcción del socialismo y la “revolución desde arriba” eran cada vez mayores. Por el exceso de horas laborables y las bajas remuneraciones, en la RDA se produjeron también motines en el año 1953 con saqueos de las oficinas del partido, destrucción de cárceles para la salida de presos políticos, paro de los sectores industriales, con una fuerza policial desbordada que motivó la intervención soviética (los soviéticos mantenían una fuerza militar significativa permanentemente en la RDA que recibía órdenes directas de Moscú) aplastando el levantamiento con un saldo de más de 1.300 personas afectadas entre muertos y heridos y la policía de frontera que impedía el paso (más bien la fuga desesperada) de los habitantes de Berlín Oriental hacia Berlín Occidental. Pero la hemorragia continuó y la corriente migratoria creció cada vez más.
En unos pocos días ingresaban a occidente más de cuatro mil personas y los campos de refugiados se agrandaban, a pesar de los fuertes controles realizados por los Vopos, quienes detenían a cualquier sospechoso, solo por llevar algún equipaje adicional, lo cual era considerado como una posibilidad de escape hacia occidente. Aun así, el promedio de refugiados llegó a máss de mil por día, lo cual obligó a Ulbricht a tomar medidas drásticas sobre el asunto, con la autorización y beneplácito del Pacto de Varsovia.
Entró en acción entonces el mariscal soviético Koniev, comandante en jefe de las fuerzas de ocupación soviética en la RDA, se instalaron como cincuenta equipos de misiles tierra-aire alrededor de Berlín, fueron puestas en alerta 20 divisiones soviéticas, se paralizó el S-Bahn y el subterráneo conocido como U-Bahn (el U-Bahn o subterráneo y el S-Bahn funcionaban en Berlín Occidental y pasaban por estaciones de Berlín Oriental. Estas últimas fueron clausuradas y sus ingresos sellados. A partir de entonces, las unidades de transporte pasaban de largo por dichas estaciones pues ya no estaban operativas), se bloquearon las vías de acceso a Berlín Oeste y se puso en estado de alerta a toda la oficialidad superior de la policía y ejército de la RDA, que en aquella época contaba con múltiples organizaciones militares de combate en sus diversas modalidades. Con fines de ilustración, a finales de 1965, la RDA mantenía en servicio a 1.648.200 hombres entre las fuerzas armadas populares, policía de frontera, policía de transporte, seguridad del Estado, fuerzas de choque del partido, reservistas, entre otros (Hartwich, Horn, Grosser, Scheffler, 1968).  Fue entonces, el día 13 de agosto de 1961, que se inició la construcción del Muro de Berlín.
La CIA fue alertada de inmediato por sus propios agentes casi al inicio de las actividades, el gobierno de Bonn algunas horas después, los comandantes aliados se reunieron esa misma noche para tomar conocimiento de la situación, el Canciller Federal Konrad Adenauer pidió calma al pueblo alemán, minimizando la situación, el Presidente Kennedy fue informado esa misma mañana cerca del medio día por el secretario de Estado Dean Rusk, el burgomaestre de Berlín Willy Brandt se encontraba en la República Federal cuando se presentaron los acontecimientos, pero los comandantes aliados se limitaron a indicar que sus autoridades superiores habían sido informadas y se esperaban ordenes de sus respectivos gobiernos.
En contraste a las medidas tan drásticas y rápidas tomadas por los soviéticos y la Alemania Oriental, ni el canciller federal, ni el alto mando militar aliado, ni el presidente Kennedy, ni la CIA, ni las autoridades locales (quizás fue el propio burgomaestre de Berlín Occidental, Willy Brandt quien exigió mayores acciones) habían emprendido o enfrentado la crisis con acciones concretas para revertir la situación. El Oeste había aceptado el acontecimiento como un hecho consumado y Kennedy se limitó a reforzar la infantería y enviar al vicepresidente Johnson a Berlín Occidental. Mientras tanto, en el límite de los sectores, la gente gritaba y repetía incesantemente, “siempre libre”, “Berlín siempre libre”, y recordaban la heroica resistencia a voz en cuello de “Budapest, Budapest”. Tal como se conoció más tarde, Brandt se lamentaba diciendo: “Kennedy nos ha abandonado”.
Los pequeños y grandes incidentes se multiplicaron, provocando acciones y reacciones de ambas partes; se impiden los vuelos de funcionarios de gobierno de la RFA hacia Berlín Occidental, se pretende suspender los vuelos directos hacia Berlín Occidental, se ordena la intervención de cazas soviéticos para interferir los vuelos de aviones civiles, Kruschev reanuda los ensayos nucleares y la fabricación de bombas, Kennedy reanuda los ensayos nucleares también, De Gaulle estalla y acusa a los soviéticos de arbitrarios y provocadores, pero nada mas.
Al final, continuaron funcionando los corredores aéreos y los corredores terrestres, se abrió el paso a funcionarios y militares aliados occidentales, los ciudadanos de la RFA podían atravesar la RDA para dirigirse a Berlín oriental y occidental sin problemas. Berlín Occidental modernizó su ciudad, sus calles, sus sistemas de transporte, su vida nocturna, sus ciudades universitarias, todo esto a muy buenos precios por las cuantiosas subvenciones entregadas por la RFA. El contraste entonces era impresionante. Berlín Occidental, la vitrina ante el mundo comunista de estilo de vida y comodidades capitalistas (donde los estudiantes se podían dar el lujo de asistir a la Filarmónica de Berlín, y ver dirigir a Herbert Von Carajan por solo un Marco Alemán, es decir por solamente 20 centavos de dólar de acuerdo al cambio en 1969) frente al racionamiento y planificación centralizada de un país en donde el Estado decidía donde vivir, donde y qué estudiar, como vestir, que leer, y donde trabajar. Esta era la concepción del sistema totalitario en la RDA y el rol asignado a los seres humanos según el ordenamiento básico del sistema: Subordinación del individuo a las decisiones y prioridades estatales (Hartwich, Horn, Grosser, Scheffler, 1968).
Mientras tanto, las fugas y muertos continuaron, las evasiones se dieron mediante los medios y acciones más variadas, creativas y temerarias, por túneles, submarinos, camiones, saltos mortales, dividiendo a un país, a hogares y familias enteras, ante la mirada de dos bloques de poder, que imponían sus intereses económicos y militares por sobre la vida de un pueblo y una nación bajo un enfoque frio y realista de sus relaciones internacionales. El mantenimiento del statu quo predominó sobre los intereses, las libertades y derechos humanos de un pueblo, y las grandes potencias defendían y consagraban una línea divisoria que señalaba los ámbitos de control y dominación de cada una en el mundo de posguerra.
2.      Algunas reflexiones y consideraciones teóricas para el análisis
Durante su visita al Presidente Harry Truman, Whinston Churchill ya había denunciado la “Cortina de Hierro” construida por la Unión Soviética para aislar Europa Oriental de Europa Occidental, y criticaba su incumplimiento en democratizar los países bajo su tramo de control, tal como habían establecido los compromisos adquiridos con los aliados occidentales al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Los afanes de penetración de Stalin eran de sobra conocidos y la crisis generalizada en países como Grecia y Alemania se convertían en terreno fértil para la ideología soviética. El Plan Marshall no se hizo esperar, y los Estados Unidos se convirtieron en el gran impulsor de la reconstrucción europea, de Alemania en particular, con fines tanto políticos como económicos y militares. En efecto, los Estados Unidos y la Unión Soviética se convierten al finalizar la Segunda Guerra Mundial en grandes potencias militares  con enormes capacidades de producción derivadas de los esfuerzos e inversiones de guerra para la fabricación de suministros y material bélico. Es así que se habla del gran complejo militar industrial en los Estados Unidos que representa, en esos momentos, aproximadamente el 60% de la producciónn manufacturera mundial.
El Plan Marshall representaba entonces la posibilidad de reconstruir Europa, generar nueva producción y nuevos mercados, incrementar el ingreso y niveles de vida de la población, incrementar la capacidad de consumo de los europeos, y contrarrestar la propaganda soviética, manteniendo también el control político y militar de la Europa Occidental.
No obstante lo anterior, los Estados Unidos, a través de los servicios de inteligencia (CIA) y medios de comunicación como “Radio Europa Libre” continuaban una labor de concientización de la democracia y valores occidentales en los países del este, prometiendo respaldo, además, con suministros de material bélico, e inclusive, de una intervención directa llegado el momento de hacerlo.
El momento llegó, tanto en Hungría como en Berlín, sin que los aliados occidentales concretaran sus intenciones y promesas. En el caso de Hungría, días antes del inicio de los enfrentamientos entre húngaros y soviéticos, los agentes de la CIA habían solicitado una prórroga de las acciones hasta por año y medio, lo cual no fue aceptado por los jóvenes revolucionarios húngaros. De igual manera, fuera de las movilizaciones e incremento del personal de infantería de los Estados Unidos, las reacciones de los aliados occidentales se limitaron a protestas y denuncias, tal fue el caso del General Charles de Gaulle, pero no hubo reacciones concretas en el plano militar.
Tanto la Unión Soviética como los Estados Unidos no deseaban alterar el statu quo, ni incurrir en gastos y enfrentamientos que alteraran los respectivos tramos de control. Las potencias se enfrentaban en una “Guerra Fría” que procuraba evitar la penetración de la potencia rival mediante políticas e instrumentos de contención. En resumen, Estados Unidos y la Unión Soviética implementaron un enfoque realista en sus relaciones internacionales, donde ambos Estados, como actores principales y rectores de la política internacional buscan mantener o incrementar su poder en el sistema internacional, priorizando, ante todo, sus propios beneficios e intereses, por encima de los valores democráticos y defensa de los derechos humanos. En tal virtud y ante el poder militar de ambos países, convenía mantener la bipolaridad ante una posible guerra y amenaza nuclear que destruiría a ambos contendores, en más o en menos, dependiendo de su capacidad de respuesta. Es por eso que ambos se prepararon para cualquier acción bélica necesaria en última instancia, pero se abstuvieron de invadir el ámbito de control del otro; Estados Unidos no intervino en Hungría y la Unión Sovietica no invadió Berlín Occidental, simplemente lo cercó. Pero, ¿dónde quedaron relegados los principios democráticos y respeto a las libertades y derechos humanos?
          Tal como lo explica el Profesor Rivera Vélez (2012), citando a Kenneth Waltz:
Corrían los años de la Guerra Fría, específicamente las postrimerías de los años cincuenta cuando las teorías realistas cobraron fuerza para explicar la naturaleza y el carácter de los contextos internacionales. Fue inicialmente Kenneth Waltz quien brindó, en ese entonces, una explicaciónn de la política internacional entendida como un sistema diferenciado, compuesto por una estructura y por unidades interactuantes donde la estructura es el ingrediente central que hace posible pensar al sistema como un todo (Waltz, 1988:119)” (…) “Cuando se habla de estructura, se deben abstraer las características de las unidades, sus conductas y sus posiciones ideológicas. Esto implica dejar de lado cuestiones acerca de las clases de los líderes políticos, instituciones sociales y compromisos ideológicos que puedan tener los países en sus distintos ámbitos culturales, económicos y políticos” (…) “En un sistema anárquico, cualquier Estado y en cualquier oportunidad podría recurrir al uso de la fuerza para obtener sus metas, motivo por el que las unidades deben estar dispuestas a responder en los mismos términos o acogerse a las consecuencias de su debilidad. Los Estados pueden utilizar la fuerza en determinado momento, por eso, todos los Estados deben estar preparados para hacer lo mismo o vivir a merced de sus vecinos más vigorosos en el aspecto militar” Rivera Vélez, 2012: 27-29).

Bibliografía
Decaux, Alain.La Historia secreta de la Historia. Editorial Atlántida S. A. Buenos Aires. 1986.
Hartwich, Horn, Grosser, Scheffler. POLITIK im 20. Jahrhundert. Georg Westermann Verlag. 1968.
Rivera Vélez, Fredy. La seguridad perversa. FLACSO Sede Ecuador – Universidad Nacional de Cuyo. 2012.
Textos de referencia
Ferrero Blanco, Dolores. LA REVOLUCIÓN HÚNGARA DE 1956: EL CARÁCTER POLÍTICO Y LA ORGANIZACIÓN SOCIAL. HAOL, Núm. 10 (Primavera, 2006), 99-113 ISSN 1696-2060. © Historia Actual Online 2006 99. Consultado el 25.06.de 2015.
Rainer M. János. 1956 – La revolución húngara en la historia de Europa
Taringá. La Revolución húngara de 1956 contra las políticas URSS. http://www.youtube.com/watch?v=OwLVVNmyNeM. Consultado el 25.06.de 2015.

Waltz, Kenneth. Teoría de la Política Internacional. Buenos Aires: GEL Editores. 1988.