lunes, 9 de marzo de 2020


IGNORANCIA, ANACRONISMO Y CEGUERA

La pérdida de objetividad, el estilo y la práctica de la clase política, impiden su renovación y adaptación a los cambios globales. La meritocracia no funciona. Lamentablemente, esto se produce en ciertos sectores de los países más desarrollados y peor aún en nuestra América latina, donde la pérdida de sensibilidad de políticos y ciudadanía frente a principios y valores democráticos impide eliminar y tirar a la basura la política artificiosa y anacrónica de sectores entroncados en modelos (políticos y económicos) harto fallidos. Vale mucho más estar bien “enchufados” e informados que estar científicamente educados. El micrófono y estímulo de las emociones valen mucho más que los planteamientos debidamente formulados, planificados y programados.              El dinero fácil, el arribismo y el cinismo verbal están en la cúspide de la fama.

Las actuales generaciones, más que valorar ideas o formas de vida, valoran las redes, los celulares, el i-mail, la nube, el Facebook, y las compras por internet. La lealtad la lucha y la supervivencia empresarial, el humor fino, la ironía creativa y seductora, el dialogo cara a cara, la convivencia pacífica, el calor humano, el debate en público y todo lo demás, es decir, la vida en comunidad, es un fastidio, y la familiar, también. La sobrepoblación, el sobreconsumo, el sobrepeso, el sobregiro, el sobreendeudamiento, el sobrecosto de la vida, el sobretiempo, la sobrecarga impositiva, la sobrecarga emocional, la sobrecarga ambiental (basura, excrementos de perro, ruido y smog), el sobredimensionamiento de la burocracia, la sobrefacturación, el sobreseimiento pactado, el sobreprecio, la sobrecomodidad, la intoxicación, el diagnostiquismo crónico, la información contaminada, la endogamia económica y la endogamia política, están como siempre en la vanguardia. Finalmente, el sobrecirco mediático y deportivo se roban las emociones, desvían la atención y están siempre en primera plana. Panorama completo

En nuestra civilización postmoderna, los efectos importan más que las causas, el fin importa más que los medios y el juego de la vida ha perdido sus reglas. Por más que sigan vigentes, nadie las respeta; ni al semáforo, ni al peatón, ni al paso cebra, ni al pago de impuestos, ni al dinero ajeno, ni al dinero público, ni al matrimonio y sus obligaciones, ni a las creencias, ni al tradicional buen vestir, ni a los códigos, ni las leyes, ni la constitución, ni a los tratados y regímenes internacionales, ni a la mujer, ni al chino, ni al indígena, ni al mestizo, ni al negro, ni al inmigrante. Todo depende de cómo afecte, me convenga, me beneficie o haga daño (de ahí los bondadosos defensores de estas causas que las convierten en una forma rentable de vida), especialmente al yo, a mí, y no a la comunidad, “hogar del sujeto individual” según Torres-Rivas, de la que forma parte y de la que podría beneficiarse como elemento asociativo del conjunto que nace y se fortalece con la sociedad civil a la que pertenece, si actuáramos con ética y profesionalismo.

El respeto y valoración de los mayores, el orgullo ancestral, la solidaridad familiar, el trabajo digno, la remuneración justa, la honradez y la palabra de honor se han perdido. Son cosas que  avergüenzan y motivan indiferencia, son cosas ajenas al da a día que provee, al patrón de consumo que me mide, a la informalidad que facilita, al esfuerzo que no exige, y al descanso del guerrero. Se vive irresponsablemente frente a la muerte. Todo esto se vislumbra “chungo” diría Pérez-Reverte. La lucha por la libertad, la coexistencia con libertades ajenas, la libertad política que protege, son cosa del pasado (si es que existieron realmente esas libertades). Las leyes mueren y la libertad muere con ellas; gobiernan entonces los hombres, la voluntad arbitraria y el despotismo, desplazando al gobierno de las leyes.

La política tradicional no atrae, el pobrismo no engancha (salvo algunos países sometidos a la ignorancia, miseria y/o al terror) y el diagnostiquismo se descubre inepto y arribista, falto de visión y creatividad. Aunque políticamente correcto, se pierde en el engaño y el incumplimiento. La vieja estrategia (si es que alguna vez hubo alguna) que  funcionaba comienza a desencantar y apesta
Las sorpresas y realidades están a la vista, no de los ciegos cuenteros y comecuentos que no ven porque no pueden ver, ni se explican porque no razonan, ni evolucionan porque no saben o no quieren  cambiar. Las nuevas estrategias políticas (que no son populistas ni políticamente correctas) no están a su alcance, no son previsibles, desconciertan, no se proyectan, sorprenden, son camaleónicas, despistan, pero generan resultados y eso gusta, porque se palpan, se trabaja, se gana, se consume, se gasta, y eso incomoda al burócrata, al analista charlatán, al florero de comedor, al guaperas, al corrupto y al ladino. Y Trump lo sabe, y lo capta muy bien, porque el empresario, el competidor, el que sucumbe y se levanta, el que lucha en el mercado y arriesga su propio pellejo, el que apuesta y gana, y pierde, y vuelve a ganar o a perder también, ese, lo sabe y lo entiende. El mundo se emociona y se mueve por resultados, que hay que saber alcanzar, sin mostrar el camino, sin dejar huellas, creando a veces confusión, y eso es estrategia ganadora, por más que brinquen y relinchen como caballo viejo los que han vivido del cuento, porque conocer y dominar esa estrategia implica experiencia empresarial donde predomina el trabajo, la inversión ,el riesgo, la creatividad, las decisiones rápidas y oportunas (no burocráticas y leguleyas), el esfuerzo y la capacidad de supervivencia en un mundo altamente competitivo mediante una nueva estrategia ganadora, pues vivimos en un mundo globalizado, y si nos gusta bien, y si no nos gusta, también. Tal como lo manifiesta Sun Tzu en “El arte de la guerra”, “Una empresa militar requiere del engaño. Por esta razón un estratega competente debe parecer incapaz y, a pesar de ser efectivo, debe aparecer como todo lo contrario”. Y este principio lo ha consolidado Trump y han colaborado sus propios adversarios quienes lo acusan de racista, vulgar, impredecible, y crítico de las agencias de inteligencia, con la complicidad y colaboración inconsciente de los medios de comunicación a quienes el presidente acusa de propagar noticias falsas. Y entonces, el presidente lo consigue, pues adquiere el primer lugar en los noticieros y medios de comunicación privados.

Que la estrategia política empresarial no es políticamente correcta, que no es necesariamente artificiosa, que no promociona el pobrismo, que estimula la innovación y el crecimiento individual y colectivo, que sataniza la burocracia pública, que exige poder trabajar y combate el clientelismo, que no es previsible, es cierto. Y eso precisamente, incomoda, molesta a la Nomenclatura estatal, y a los aspirantes a ser incorporados al servicio de la misma, porque no pueden contra ella. El nuevo alineamiento estratégico entre ENTORNO (mercado, votantes, ciudadanos, organizaciones, normas, etcétera), CONTEXTO (objetivos, tecnología, etcétera) y ORGANIZACIÓN INTERNA (liderazgo, sistema de gestión, estructura interna, cultura laboral, recursos humanos y financieros, etcétera) que invade al Estado y neutraliza lo político responde a poderes y técnicas empresariales. Se trata de una revolución gerencial que reivindica principios de eficiencia para satisfacer el entorno y captar y mantenerse en el poder. Hablamos de dogmas gerenciales que consolidan un gobierno algorithmico hacia un Cyber-Leviathan corporativo que tecnifica lo político y desplaza el pobrismo, captando el interés y la real aprobación del ciudadano, proveyendo lo que importa en la actualidad, lo que se valora hoy en día, en nuestro mundo global postmoderno.

Nos guste o no, estemos o no estemos de acuerdo, son las nuevas generaciones quienes formulan sus propias reivindicaciones y establecen prioridades. Ellas constituyen el gran mercado electoral con sus gustos y valores,  y a pesar del desarrollo global y la tecnología moderna y la poderosa Diosa Razón, la naturaleza muestra su cara y su poder y desnuda la fragilidad del sistema vigente ( producto-ingreso-consumo-inversión-crecimiento y más consumo) y pone en jaque a la humanidad entera, donde un virus, en pocas semanas y meses, provoca  inestabilidad y crisis con caída de las bolsas, reducción drástica de los precios del petróleo, reducción de la demanda agregada global, desaceleración de la economía global, desempleo y crisis social. En un mundo de interdependencia cada vez más compleja, los países menos desarrollados se muestran incapaces de sanear sus finanzas públicas, de fomentar la productividad y generación de valor agregado, y de estabilizar sus balanzas de pagos.

¿Cuál será el resultado final? En el corto plazo, adicional al problema de sanidad pública, los índices macroeconómicos (crecimiento, desempleo, inflación, índices de pobreza, etcétera) continuaran en franco deterioro acompañado por el impulso alarmista y/o interesado de supuestos analistas y medios, y todas sus consecuencias de orden político y social. En el largo plazo, habría que consultar con Carl Amery y la Reina Cruel de toda sabiduría, a ver si Drácula sale del sótano y se impone nuevamente la política del Lebensraum (Espacio Vital) y el Planet Manager para llegar al final de la cadena de la selección.