LECCIONES DEL CV-19
Pasan los días de confinamiento y algo se torna cada vez
más claro. La pandemia enseña, instruye, nos guste o no nos guste, sobre todo a
aquellos que la comodidad de la rutina impide aceptar lo evidente por abulia o
por interés o por ignorancia o por dinero fácil o por holgazanería. Es gracias
a la crisis que vivimos que sentimos en carne propia una realidad
incuestionable: el mundo global se sustenta, se apoya, subsiste, sobrevive y
funciona gracias a la economía real, es decir, al sector productivo de bienes y
servicios necesarios para la supervivencia de la comunidad global. El mundo
global no sobrevive gracias a los organismos internacionales, ni a las ONG´s,
ni a los observatorios, ni a los grupos de consultorías y asesorías que abundan
y sobran. Sin embargo, tal como lo resume Aristóteles: lo mismo que a los ojos de los murciélagos ofusca la luz del día, lo
mismo a la inteligencia de nuestra alma ofuscan las cosas que tienen en sí mismas
la más brillante evidencia. Pero la Pandemia no perdona ni a ricos ni a
pobres, y mete las manos al bolsillo de toda la población, sin distingo de
raza, color, condición social o nivel económico. La Pandemia desnuda y
transparenta la triste condición de nuestros países, especialmente la
ignorancia, la pobreza y la sobreabundancia y debilidad de nuestras
instituciones.
En efecto, gracias al sector productivo se genera valor
agregado que tiene como contrapartida la generación de ingresos ya sea bajo la
forma de utilidades, sueldos, salarios, y pagos por servicios profesionales, lo
que a su vez nos permite consumir, ahorrar e invertir, exportar y generar
divisas o recursos para la importación de bienes y servicios provenientes de
otros países, se trate de bienes de consumo, materias primas y bienes de
capital necesarios para el funcionamiento del sistema productivo.
Adicionalmente (y sorprende la ignorancia o concepción
equivocada que existe sobre este particular) de los ingresos que se generan y
perciben del sector real de la economía se transfieren recursos a las
instituciones del sistema político-administrativo (diferenciando la instancia
política de la instancia administrativa o burocracia) para su funcionamiento,
ya sea bajo la forma de impuestos sobre las utilidades, impuestos sobre los
sueldos y salarios (el impuesto a la renta) y los impuestos indirectos (IVA, o
impuesto sobre el valor agregado) que también se transfieren al adquirir bienes
y servicios, es decir, que las instituciones del sistema
político-administrativo operan, subsisten, funcionan y sobreviven, gracias a los recursos que se transfieren
desde los agentes económicos llámense familias y empresas, para, como
contrapartida, retribuir este esfuerzo bajo la forma de bienes y servicios en
educación, salud, seguridad interna y externa, y aspectos relacionados con el
orden civil y penal para el buen funcionamiento y supervivencia de la sociedad.
Lo mismo se aplica para los ingresos petroleros que pertenecen a todos y
aquellos que provienen del endeudamiento externo, pues, a final de cuentas, es
la sociedad la que soporta dichas cargas al honrar todos los compromisos
adquiridos, a veces sin su propio conocimiento o aprobación.
Resulta entonces paradójico, que el nivel de sueldos y
salarios del comúnmente llamado sector público sea superior al nivel de sueldos
y salarios de las empresas y del sector productivo en general, lo que
significa, que quienes financian al sistema político-administrativo ganan menos
que los que “trabajan” en estas instituciones, cuya eficiencia deja mucho que
desear cuando se presentan estados de crisis como la que vivimos actualmente,
puesto que en estos casos se demuestra o se pone a prueba la capacidad de
acción o de respuesta que tienen dichas instituciones para atender los
requerimientos de la sociedad. En pocas palabras, con la crisis actual se evidencia aquel fenómeno que ya Michel Crozier
denominó hace alrededor de cincuenta años como el círculo vicioso de la burocracia. Es decir, las instituciones
funcionan para sí mismas, para mantener privilegios de los que forman parte de
ellas, no para cumplir con los objetivos que legitimaron su creación, pues
tales objetivos se convierten en objetivos aparentes para justificar la
continuidad del espolio. Durante los últimos treinta años, las evidencias
sobran para comprobar la veracidad de dicha tesis.
Lamentablemente, tal como lo menciona Arturo Pérez Reverte
en uno de sus tuits: escucho a los
políticos y pienso que a los sitios de responsabilidad hay que llegar aprendido,
y no aprender después de llegar. Las intenciones no bastan. Los puestos deben
ocuparlos los mejores, no por militancia ni amistad.
Meritocracia, es lo
que debe regir entonces en la gestión pública y privada, meritocracia, por el
interés individual y colectivo.
Lo anterior nos lleva a la siguiente interrogante: ¿Es suficiente
y satisfactorio el buen funcionamiento del sistema productivo y la generación y
crecimiento del valor agregado? Evidentemente
que no, porque la redistribución justa de la riqueza producida y la
prestación de servicios públicos tienen que ir de la mano en función del
bienestar y supervivencia de nuestras sociedades. Se trata evidentemente de una
justa remuneración de los factores de la producción que intervienen en la
generación de valor agregado y de una prestación eficiente de los servicios
públicos, condición indispensable para el bienestar de todos los ciudadanos.
Insisto, de todos.
¿Cómo conseguir entonces ese sano equilibrio? Primero, con
esfuerzo, compromiso, civismo y productividad individual. Segundo, con
alineamiento (no sometimiento ni subordinación) de los objetivos individuales
con los objetivos y reivindicaciones colectivas, es decir, alineamiento entre
objetivos y aspiraciones individuales y sociales. Tercero, garantizar las
mismas libertades y derechos para todos los ciudadanos, es decir, goce pleno de
libertades y derechos sin distinciones, como una forma de ser, como una forma
de vida. Cuarto, modificar radicalmente los patrones de consumo que profundizan
la contradicción entre el utilitarismo desenfrenado y la conservación de los
recursos naturales ya depredados. Existen claras evidencias que la conservación
de la naturaleza y del medio ambiente están en total disonancia con un
capitalismo salvaje (e insisto en lo de “salvaje”) que contamina, explota
irracionalmente los recursos naturales y genera desperdicios. Sobre esto
último, Carl Sagan nos advierte sobre la falta de educación sobre este y otros
aspectos: Es peligroso y temerario que el
ciudadano medio mantenga su ignorancia sobre el calentamiento global, la
reducción del ozono, la contaminación del aire, los residuos tóxicos y
radiactivos, la lluvia ácida, la erosión del suelo, la deforestación tropical, el
crecimiento exponencial de la población. Finalmente y como quinta y última
consideración y mensaje de la crisis, la Pandemia nos enseña como los virus o
microorganismos se transforman y amenazan nuestra civilización global,
especialmente, por la falta de recursos destinados a la investigación
científica en general y sobre los aspectos de salud en particular, donde se
enfrentan la evolución microbiana versus el conocimiento y capacidad de acción
de los seres humanos, con altas probabilidades de perder el enfrentamiento por
parte de estos últimos. En pocas palabras, los presupuestos para el área de la
salud son escasos, subvalorando por irresponsabilidad o interés el gran aporte
de la ciencia para descubrir el mundo secreto de la vida.
En conclusión, la crisis actual nos demuestra con crueldad
las múltiples falencias de nuestras “democracias presidencialistas” y su
incapacidad para atender los requerimientos de la ciudadanía ni en situación de
“normalidad” peor en tiempos de crisis. Nuestras sociedades se pierden en la
comodidad de élites y gobernantes y en prioridades equivocadas alejadas del
bienestar material y espiritual de la ciudadanía, incapaz, esta última, de
ejercer un control efectivo sobre la gestión de los gobiernos y sistemas
productivos. Ya lo explican claramente Norberto Bobbio y Hannah Arendt cuando se refieren, el primero, a la
democracia como “poder en público”, mediante mecanismos (muy importante) que
obligan a los gobernantes a tomar decisiones perceptibles, transparentes, que
los gobernados conozcan, o como lo expresa el mismo Bobbio: que permitan a los
gobernados ver cómo y dónde se toman
dichas decisiones. Someter a los poderes a la obligación de buscar la justicia
y la razón ante los ojos de todos, pues
El poder invisible se vuelve un pretexto,
una amenaza intolerable que debe ser combatida por cualquier medio. Donde
existe un tirano, hay un complot, y si no lo hay, se inventa. O la idea de
“ciudadanía activa” de Hannah Arendt, del compromiso cívico y la deliberación
colectiva sobre aquellos temas que afectan el bienestar de la comunidad, cuya
práctica desarrolla capacidades de juicio y, mediante la acción coordinada
controlar y conseguir mayor eficiencia del sistema político-administrativo. Se trata de que otros vean lo que vemos y
que escuchen lo que escuchamos para conocer la realidad del mundo y de nosotros
mismos. Es el debate en público, la importancia del debate, tal como lo
advertía Pericles hace más de 2.500 años: no
es el debate lo que supone un peligro para la acción, sino el no informarse por
medio del debate público antes de proceder a lo necesario mediante la acción
Y sobre esto último Bobbio nuevamente impacta en el centro, y advierte: Como se ve, la concepción absolutista del
poder se acompaña de una concepción absolutista del saber, un saber impuesto que aliena, domina, corrompe
y promueve la ignorancia, una llaga incurable y dolorosa en toda América Latina
con el arraigo de dictaduras, del populismo y pobrismo en todas sus
dimensiones.
El fuerte campanazo del CV-19 nos trae a la memoria aquella
advertencia que hacía Maquiavelo hace más de quinientos años atrás, y no
podemos ignorarla:
El Príncipe (el
Estado), debe hacerse temer de tal modo que si no consigue el amor, al menos
evite el odio, porque es perfectamente posible ser temido y no odiado…….Pero,
sobre todo, debe abstenerse de tocar los bienes de los demás, porque los
hombres olvidan antes la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio…….y
aquel que comienza a vivir con rapiña siempre encuentra alguna razón para
apropiarse de lo que pertenece a otros. Por el contrario, los motivos para
matar a alguien son más raros y duran menos.