CRECIMIENTO
CERO
Hace pocos días, el Fondo Monetario Internacional publica
un informe y ajusta el crecimiento económico previsto para el Ecuador al 0%,
menor al previsto anteriormente a inicios de 2019 que era del 0,1%. Malas
noticias para el país, puesto que un crecimiento del 0% con un crecimiento
mínimo de la población significa un Producto Interno Bruto per cápita inferior,
es decir, menos ingreso promedio por habitante, estancamiento del empleo,
persiste el subempleo y desempleo, persiste el 60% de la población en la
informalidad, menos consumo, menos ahorro interno, menos estímulos para la
inversión, malas perspectivas de crecimiento económico a futuro y caída
probable de las tasas de interés (al menos de acuerdo a la teoría de oferta y
demanda y curvas IE-LM) para iniciar un ciclo peligroso de estancamiento o
recesión, contrario a lo que todos desearíamos: un crecimiento económico
sostenido e ingresar en un circulo virtuoso de la economía.
Las causas son múltiples y tienen que ver con la
sensibilidad y hasta vulnerabilidad de la economía ecuatoriana dependiente de
los ingresos petroleros y exportación de productos primarios, lo cual significa
dependencia de la evolución de los precios en el mercado internacional.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China y las
restricciones derivadas por el cerco alrededor de Irán conllevan una reducción
del crecimiento económico mundial y una reducción de las transacciones
comerciales y financieras internacionales al implementarse lo que vendrían a
ser políticas proteccionistas y aislacionistas tal como sucedió en el período
de entreguerras en el siglo XX, con las consecuencias nefastas que todos hemos
conocido en los libros de historia y posteriores experiencias vividas a
consecuencia de crisis y guerras mundiales. En tales circunstancias, países con
sistemas económicos sensibles y modelos extractivistas como el Ecuador serían
sin lugar a dudas entre los más afectados ante una reducción de la demanda
mundial de petróleo y productos básicos y caída de sus precios.
La evolución de la política y proceso de integración
europeo tampoco ayudan a superar la coyuntura económica. En efecto, Europa
atraviesa por un período de choque entre dos corrientes en disputa que pone en
peligro o al menos sumerge en una crisis profunda su proceso de integración. En
primer lugar, una corriente privatizadora de la “gestión” del Estado, es decir,
el giro hacia un Estado-empresa utilizando o implementando técnicas de gestión
empresarial en el ámbito de la política y administración pública, aplicando
criterios de eficacidad y utilidad en detrimento o excluyendo la simbología
política propia del discurso político populista ya sea de izquierda o de centro
o de derecha. Es el caso de Macrón, Trump, Erdogan, Berlusconi, (incluso Macri
en Argentina) y hasta la misma Canciller de Alemania Ángela Merkel (basta con
estudiar la crisis griega para entender los intereses que condicionaron las
soluciones implementadas en ese país) entre otros, quienes, a pesar de las
diferencias en la edad, características sicológicas, personalidad, estilo,
contexto y experiencias laborales y profesionales, se han inclinado e inclinan
por una racionalidad técnica que margina las reivindicaciones democráticas,
cayendo en manos de un decisionismo que desemboca en un aislacionismo, en
algunos casos, o en un desencanto general del modelo neoliberal con las
consecuencias que vivimos en las últimas elecciones al parlamento europeo; un
declive de los partidos tradicionales y un fortalecimiento de los partidos
ecologistas (según encuestas recientes, el partido de los verdes se ha
convertido en la primera fuerza política en Alemania, quitándole el liderazgo a
la coalición CDU-CSU de la Canciller Merkel) y de los partidos de extrema
derecha (que han obtenido el 25% de los diputados en el parlamento europeo, y
se han convertido en la tercera fuerza política en Alemania) e
independentistas.
En otras palabras, han cobrado fuerza las organizaciones
políticas ya sean independentistas, extremistas de derecha o ecologistas,
opuestas al modelo neoliberal, quienes exigen cambios radicales en los modelos
políticos y económicos que pueden llevar a un colapso del proceso de
integración europeo y aislamiento de los países en el sistema internacional con
graves consecuencias institucionales (¿sobreviviría la Organización Mundial del
Comercio?) económicas y sociales a nivel global.
La crisis comercial entre China y Estados Unidos y los
cambios radicales en las estructuras políticas e institucionales en la Unión
Europea son problemas que afectan a tres de los cuatro primeros socios
comerciales del Ecuador, Estados Unidos el primero, la Unión Europea el
segundo, y China el cuarto después de los países del bloque andino, lo que enciende
alarmas para redefinir estratégicas en forma inmediata, sin caer en el eterno
revisionismo y diagnostiquismo de siempre.
En vista de los tiempos entre causas y efectos, es
indispensable y urgente definir políticas y tomar decisiones (Planificación
Estratégica) que permitan formular programas de acción con objetivos y metas productivas claras, establecer
temporalidades en un plazo de uno a cinco años (Programación), e incorporar en
el nuevo presupuesto lo que corresponde al primer año de responsabilidades
institucionales en la implementación de dichos programas y proyectos
estratégicos (ejecución), centrando esfuerzos en la generación de valor agregado y del empleo, que nos
impida caer en las típicas contradicciones y crisis de los Estados de
bienestar que no priorizan la generación
de riqueza y solo priorizan su redistribución.
Ecuador tiene que ingresar en un programa de alianzas
estratégicas consensuadas con los sectores productivos privados, de
disciplinamiento del trabajo productivo, fomento del ahorro y la inversión,
generación de valor agregado y saneamiento institucional, de lo contrario, el
impacto de la crisis se sentirá con enormes sacrificios derivados.
Incurrir en nuevo endeudamiento y mantener el gasto público
y privado como medidas anticíclicas sería el peor error del siglo XXI, pues
Ecuador no cuenta con capacidad productiva y competitiva ociosa para responder
a un incentivo por la vía del gasto. Lo que fue una política exitosa en los
Estados Unidos y Alemania en la década de los treinta del siglo XX solo traería
inflación e incremento de la deuda y servicio de la deuda que no podrían ser
atendidos. Trabajo, ahorro e inversión interna y externa son la solución a
largo plazo y única vía de salida en el contexto nacional e internacional que
se proyecta, así no sea la decisión políticamente
correcta.
Harry
Martín Dorn Holmann
Junio,
2019.
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