lunes, 21 de marzo de 2011

A PROPÓSITO DE INTERESES, VALORES E INTEGRIDAD.



Muchos compartimos la opinión que la política exterior de los Estados Unidos ha estado llena de contradicciones y que la visión cortoplacista y utilitarista de los funcionarios que la han manejado ha tenido consecuencias funestas para la nación americana. Acepto en parte el argumento del aislamiento en que se mantuvo ese país durante muchísimos años, pero hoy en día la realidad es otra, y la dualidad política o el doble discurso, ha significado grandes beneficios para la industria nacional y grandes pérdidas para la nación americana y el mundo.
Alrededor de 1930 la participación directa de la infantería de marina en el conflicto Nicaragüense en contra de Augusto Cesar Sandino duró algunos años. Luego el Gobierno Norteamericano apoyó decididamente al Régimen Somocista hasta la llegada del presidente Carter al poder y la caída de Anastasio Somoza D. en 1979. Los Estados Unidos de Norteamérica participaron activamente en la organización de la Guardia Nacional de Nicaragua, ellos fortalecieron el régimen dictatorial Somocista y ellos mismos tuvieron que darle las espaldas cuando la inseguridad y la inestabilidad se apoderaba de la región centroamericana. Una guerra prolongada de desgaste azotó la región centroamericana, con grandes pérdidas humanas por los continuos bombardeos y fuerte represión a civiles y guerrilleros, pacifistas y combatientes. Muchas veces a todos por igual.
En Vietnam fue evidente también el apoyo logístico que se le suministró a ese país para combatir a los japoneses antes y durante la segunda guerra mundial, con las consecuencias que esto después tuvo durante el conflicto que se inició nuevamente en la década del sesenta y sus repercusiones negativas para los Estados Unidos, antiguo aliado de los mismos vietnamitas.
En Irán se repite la historia. Ya organizada la CIA se prepara un golpe de estado para restituir en el poder al Sha, quien se había asilado anticipadamente en Italia ante un posible complot en su contra. Los intereses petroleros eran demasiado grandes para dejar esa área bajo la influencia soviética razón por la cual se fortaleció y modernizó al Monarca y al país bajo la tutela de la bandera americana.
Cuando los movimientos de oposición fueron incontenibles y respaldados por el islamismo radical, entonces hubo que ceder ante lo inevitable, y así, con el mismo poder de la riqueza petrolera y las mismas armas proporcionadas por los Estados Unidos, Irán se lanzo en una guerra de diez años contra su vecino Irak, gobernada en esa época por el entonces aliado de los Estados Unidos, nada menos que Saddam Hussein.
Saddam Hussein, fortalecido, armado, apoyado y respaldado primero por los mismos norteamericanos en su guerra contra Irán, tuvo luego que ser combatido, destituido, apresado, juzgado y ahorcado por los presidentes Bush padre e hijo. Y así, la historia se repite con el General Noriega en Panamá, con los rebeldes en Afganistán para combatir a los rusos y luego destronarlos a ellos mismos, para continuar con una ocupación armada que dura hasta nuestros días después de casi diez años.
¿Simples contradicciones, miopía cortoplacista, ingenuidad, errores estratégicos, o es que los Norteamericanos a lo largo de la historia han sido más inteligentes que nadie y no nos hemos dado cuenta, porque los resultados “reales” no están a nuestra vista? O simplemente apoyan a los malos, para que se conviertan en sus propios enemigos cuando son ya  más poderosos? Absurdo. Hay algo mas estructurado al respecto, lo veremos más adelante.
Está claro que a veces la suerte o el azar juegan a favor y este fue el caso en la primera etapa del proceso en  Irán. La CIA consiguió lo que querían (recuperar el poder para el Sha) un poco sin saber cómo, debido a la recién organizada “Compañía”. También es cierto que la “rentabilidad en el corto plazo” tiene prioridad tanto en las grandes empresas como en los intereses del gobierno Norteamericano. Los errores estratégicos fueron enormes en el caso de la guerra de Vietnam, tanto en el manejo externo del conflicto como en el manejo interno de la guerra. Pero, lo que sí ha existido, ha predominado, se ha promocionado y se ha defendido siempre, es un alto sentido de identificación con los intereses de la nación americana, sean o no acertadas las estrategias que se hayan implementado en los diferentes momentos históricos de cada conflicto. El Macro-objetivo ha sido aparente el mismo, aunque en la manera de conseguirlo o alcanzarlo se puede haber fallado, y los beneficios y costos hayan sido injustamente distribuidos.


Como estarían las cosas en este momento si norteamericanos y británicos hubiesen incorporados intereses rusos, franceses y alemanes dentro de una estrategia diferente para la limpieza y recuperación de Irak? Como habría variado el nivel de legitimación de esa intervención si se hubieran incorporados elementos de cooperación e impulso al desarrollo y democratización de Irak, tomando en cuenta variables religiosas y culturales?
Lo que si queda claro, al menos para mí, es que la estrategia del “Domino” puede haber funcionado, pero no siempre, y que un mundo globalizado como el de hoy, requiere de otro tipo de estrategias, mas globales o de tipo “sistémico”, donde la cooperación se impone, mas por necesidad que por conveniencia, ante un fenómeno generalizado de aspiraciones democráticas y soluciones a los problemas de narcolavado, narcotráfico, terrorismo y pobreza mundial. De lo contrario, tal como sucede actualmente en Irak, después de tantos años, la respuesta no ha sido ni será,  ni oportuna ni apropiada.
América debe recuperar y reencontrarse con la  América  del mismísimo Tocqueville, teórico francés del siglo XIX, quien decía, que si se prefiere una sociedad próspera, en vez de buscar gloria y poder para el Estado se debe conquista bienestar para cada uno de los miembros de la  comunidad.  Hoy en día, esto valdría tanto para la comunidad nacional como internacional, para la política interna y para la política externa.
En tal caso, y si de eso se trata, entonces hay que luchar por la igualdad y construir  gobiernos democráticos, y no promover dictaduras militares o regímenes totalitarios, cualquiera que sea su fuente de legitimidad. En una sociedad de este tipo, donde la igualdad es la ley y la democracia la principal característica del Estado, no hay duda que el objetivo prioritario es el bienestar de las grandes mayorías.
 En tal virtud, no somos participes de una estrategia o una política que por sus resultados se califique como virtuosa o no virtuosa, al más puro estilo de Maquiavelo, ni estamos de acuerdo en que las partes (o la contraparte) tiendan un puente y faciliten cualquier tipo de cooperación, ya sea por ambiciones políticas personales o por intereses económicos corporativos excluyentes, con la colaboración o en alianza con las elites locales irresponsables. Resulta peligroso y anacrónico aplicar políticas al estilo realista o hiperrealista de corte hobbesiano, legitimando el uso de la fuerza, el juego de suma cero y la implantación de un estado de guerra permanente. Hoy en día, resulta absurdo y anacrónico tratar de defender regímenes absolutistas como única opción de organización social, promoviendo una situación de “guerra de todos contra todos” bajo temor constante y peligro de muerte violenta, como sustento de un poder que imponga respeto sobre todos sus súbditos.
En la actualidad, el sistema internacional se caracteriza por una intensa interacción entre sus actores y una interdependencia cada vez mayor y compleja entre sus miembros. Bajo tales condiciones, resulta peligroso y destructivo impulsar políticas excluyentes (“Los intereses de un Estado excluyen los intereses de otro”, escribía Hedley Bull en su obra: The Anarchichal Society: a study of order in World Politics), promoviendo la fuerza y conduciendo los estados hacia un conflicto inevitable y destructivo. Los Estados no se rigen por la fuerza, pero pueden ser inducidos a relaciones de poder que se rigen por la fuerza.
El mundo global exige la solución de sus problemas y amenazas, bajo el paragua de una sociedad de estados conscientes de intereses y valores comunes, orientados por un  conjunto de reglas y finalidades específicas y compartidas, que regulen sus relaciones mutuas, limiten sus comportamientos, compartiendo la gestión y el funcionamiento de todas las instituciones y organizaciones  creadas para el efecto.
Lamentablemente, La Organización de Naciones Unidas se presenta nuevamente ante los hechos consumados, tal pájaro de mal agüero para imponer la democracia, después de 40 años de totalitarismo y corrupción, donde unos pocos se reparten las utilidades, y los muchos se reparten las pérdidas en vidas y en recursos, sin contar con las consecuencias a futuro, que ya se comienzan a ver y sentir.
¿No sería más inteligente prevenir que lamentar? ¿No es más beneficioso invertir en democracia que forjar dictadores y ahorcar tiranos? Los países poderosos y las economías centrales deben aprender, que las políticas realistas e hiperrealistas resultan más caras y perjudiciales, porque a la larga, es el mundo global quien termina pagando la factura de tanta destrucción y matanza. Resulta decadente y perverso que en pleno siglo XXI, para cada cambio o rectificación, tengamos que poner nuevamente en marcha la guillotina o la muerte lenta.

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