OEA: SIN REPENA NI REGLORIA
Escribía hace pocos meses, cuando faltaban pocos días para que se realice la elección del nuevo secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), que el tema pasaba casi desapercibido en nuestros países aunque no escapó a la crítica acertada de algunos expertos sobre la materia. En efecto, con el mismo metabolismo y abulia con que el actual Secretario General ha abordado las distintas y numerosas crisis que han vivido los países miembros de la OEA, con ese mismo temperamento se manejaba cautelosamente el Sr. Insulsa para lograr su reelección, con el mismo animo desteñido abordó la denuncia de Colombia contra Venezuela sobre asentamientos guerrilleros en este país, y con la misma frialdad y falta de voluntad emitió una resolución conteniendo sugerencias y recomendaciones que han sido prácticamente ignoradas por Nicaragua y recibidas con escepticismo por Costa Rica. En efecto, la presidente de Costa Rica desde un inicio se pronunció por la alternativa de acudir al Consejo de Seguridad de la ONU ante la posibilidad de una intervención fallida del organismo regional. Por su lado, el presidente de Nicaragua amenaza con retirar la representación nicaragüense de la Organización de Estados Americanos si se presiona al gobierno con el retiro de tropas de su territorio nacional. Finalmente, se generan serias contradicciones en las opiniones vertidas por la Presidente de Costa Rica y el Sr. Secretario General Insulza durante estos últimos días del conflicto.
La historia nuevamente se repite y el déjà vu se perfila una ves mas bajo una farfolla de argumentos que no aclaran, no orientan, no explican ni abordan las “causas profundas” que sustentan tales comportamientos repentinos y sorprendentes. En lo que concierne a la organización propiamente, por una ves más, una serena evaluación beneficio-costo sobre la gestión de los asuntos que competen a la organización, deja mucho que desear, tanto en el pasado como en el presente, a tal punto, que los mismos estados plantean la necesidad de una nueva organización de estados latinoamericanos, excluyendo a Estados Unidos y Canadá.
En efecto, después de su fundación en 1948, un ambiente adverso a los objetivos y fines de la organización se vivió y se vive en el continente americano. Nos referimos específicamente a un debilitamiento y/o eliminación de las instituciones democráticas, consolidación de dictaduras militares y civiles (recordemos a la familia Somoza, Trujillo, Batista, Pérez Jiménez, “Papa Doc y Baby Doc Duvalier”, Perón, los gobiernos militares en Argentina, Uruguay y Brasil, Banzer, Rodrigues Lara y Velasco Alvarado, Pinochet, etc) , violaciones a los derechos humanos (Argentina, Uruguay, Nicaragua), ineficacia y perdida de legitimidad en el manejo del conflicto centroamericano y conflictos en general (Nicaragua y El Salvador, Islas Malvinas, deuda externa y crisis de los ochenta, etc), y en la actualidad o historia reciente, una muy pobre iniciativa ante el conflicto Ecuador-Colombia, siendo el Grupo de Río quien consigue una reducción importante de las intenciones manifiestas de los países por una intensificación del conflicto, especialmente Venezuela, al concentrar fuerzas blindadas en la frontera venezolano-colombiana, de acuerdo a las ordenes impartidas por el propio presidente Chávez en su intervención televisada.
Sin embargo, al Cesar lo que pertenece al Cesar y a Dios lo que debemos a Dios, y la OEA ha participado en la observación de numerosos procesos electorales, cumpliendo así una tarea que no forma parte de sus objetivos fundamentales, salvo que se lo vea muy indirectamente, y como diciendo, son externalidades propias del organismo regional, que viene a ser lo mismo que peor es nada. Pero lo han hecho, así como la misma visita relámpago que hiciera el Sr. Secretario General al Presidente Correa luego de los sucesos del 30 de septiembre, “consolidando” de esta manera la democracia en América Latina. Lamentablemente y en prejuicio de la vivencia democrática en América y el respeto al régimen de derecho y convivir civilizado, es probable que la OEA ya no este presente para las próximas elecciones en Nicaragua, o al menos, es probable que no sean bienvenidos o invitados al convite electoral. Como diría textualmente Zorba el Griego, the full catastrophe.
Las intenciones por revitalizar la OEA han sido muchas, y para mencionar solamente dos, en la “Cumbre de las Américas” en Miami en 1993 y “Cumbre de Santiago” en 1998, se elabora un plan de acción sobre 12 temas estratégicos en la primera (libre comercio, democracia, combate a la corrupción, derechos humanos, solidaridad, coordinación con multinacionales, genero, etc) y se revitalizan acciones en materia de corrupción, pobreza, defensa de los derechos humanos, cooperación para la educación, y promoción de la democracia, durante la segunda, con muy pocos resultados concretos y directos a nivel continental.
De igual manera, acerca del libre comercio hemisférico, todas las metas y objetivos propuestos se han convertido en una quimera o han sido rechazados por un buen número de los actuales gobiernos latinoamericanos.
En cuanto a los derechos humanos y promoción de la democracia, las reformas a la Carta y las declaraciones son muchas; el “Compromiso de Santiago en 1991” , las reformas a la Carta y el nuevo Art. 9 que se introducen en Washington en 1992, la declaración de Managua de 1992, “El dialogo interamericano” en 1993-1995, todas ellas con resultados poco halagadores debido a la falta de autonomía y vulnerabilidad de la propia organización de estados americanos. Lamentablemente y a pesar del apoyo incondicional y global a los derechos humanos, las rectificaciones y compromisos se han concebido e implementado en función de los intereses de los Estados y no de los ciudadanos (cubrir o evitar la brecha fiscal, por ejemplo), del “equilibrio final” de las empresas, y no en función de los derechos económicos sociales y culturales de los pueblos, los cuales quedaron a la saga de la disponibilidad de recursos y niveles de desarrollo, tal como se lo reconoce en el protocolo de San Salvador en 1988. En efecto, durante la convención americana en materia de derechos económicos sociales y culturales se produce un punto de inflexión al “obligar” a los estados a adoptar medidas de orden interno y por medio de la cooperación internacional, “hasta el máximo de recursos disponibles” teniendo en cuenta “su grado de desarrollo”, a fin de “conseguir progresivamente” la plena efectividad de los derechos. A pesar de este avance mínimo, permaneció una nueva dicotomía entre exigibilidad inmediata y realización progresiva, exigibilidad inmediata y disponibilidad de recursos.
En conclusión y en definitiva, no se vislumbran ni se detectan tendencias o indicadores de mejora en la imagen institucional. Más bien existen tendencias contrarias a la integración continental, tal como lo demuestran los tratados bilaterales ya celebrados entre numerosos países (TLC), el movimiento chavista, el fortalecimiento del cono sur, el ALBA, las diferencias entre Colombia y Ecuador, el fracaso y la salida de Venezuela de la CAN , y los nuevos mecanismos de integración que ya se mencionan. Por otra parte, la OEA presenta indicios claros de padecer (sin serios intentos de reformas internas) lo que Michel Crozier denomina el círculo vicioso originado por el fenómeno burocrático. La centralización, la piramidacion, la rigidez de las reglas y la robotización de los seres humanos llevan a un rompimiento de la comunicación interna y de la organización con su medio ambiente. Se crean los privilegios abusivos y la improductividad. Esto lleva a una mayor centralización, mayor reglamentación y a luchas internas por el poder entre grupos y castas. Todos quieren ser Secretario General. Es la enfermedad de la localitis, que conduce a la imposibilidad del cambio y la ineficiencia. Los individuos pierden contacto con el producto de la organización y con la comunidad produciéndose lo que Weber denominó la alienación del individuo, dentro de la “jaula de hierro” de la organización burocrática.
¿Hechos, pruebas, argumentos y sustento de las conclusiones planteadas? Están a la vista. Las últimas denuncias del Canciller colombiano contra Venezuela demuestran la falta de confianza de algunos países en la eficiencia de la OEA, la falta de respeto a normas y procedimientos por parte de otros, y la ausencia total de capacidad operativa para responder a las solicitudes planteadas por los países. En los últimos tiempos, todo se reduce a viajes y visitas relámpago, discursos retóricos y patrioteros, aspiraciones wilsonianas y recomendaciones y resoluciones que no ofrecen ninguna posibilidad efectiva de solución de los conflictos.
Lamentablemente, la solución no consiste necesariamente en la desaparición y aplicación del disparo de gracia a la organización, ya que los objetivos y fines que motivaron su creación continúan vigentes, y porque mas caro resulta una nueva que reformar la antigua organización. Pero para ello, el estilo de gestión del secretario general tiene que ser otro, renovado, moderno y proactivo, a la altura de los retos y condiciones del mundo global y de la misma interdependencia compleja que existe entre los países americanos en general y de la región andina en particular. Sin olvidar tampoco, que el comportamiento cooperativo de los estados depende en última y definitiva instancia de su voluntad de cooperar, aunque corresponde a la OEA fomentar la cooperación para la cooperación.
HARRY MARTÍN DORN HOLMANN M. A.
PROFESOR
Una amplia y a la vez resumida descripción de lo que la OEA es hoy en día para los países. Para mi punto de vista, ahora no es más que una organización que "juega" a resolver los problemas mundiales. Muchos de sus integrantes, inclusive su secretario, se dejan llevar por este "divertido juego"; en donde "juegan a ser grandes y a resolver problemas". Es eso, o me equivoco?
ResponderEliminarLa OEA es la suma de todas la hipocrecías y la concentración de todas la falsedades. En sus narices: dictaduras, violaciones a los Derechos humanos, masacres y frente a ese panorama que ha amenzado la democracia en América Latina,sus derechos y su mismo desarrollo, tan sólo ha hecho "actos de presencia" y no ha abogado por "tratar" de resolver las causas profundas de los conflictos.
ResponderEliminarLa creación de una nueva organización, no parece ser la solución. El problema radica en que ésta carece de autonomía y pues-al igual que el resto de organizaciones- ha perdido los principios que dieron su origen.
El fin de la Organización de Estados Americanos (OEA) es promover la democracia, la seguridad, los derechos humanos y el desarrollo económico de las 34 naciones que forman el foro hemisférico.
ResponderEliminarSin embargo, recientemente el papel del organismo ha sido fuente de duras críticas. Para muchos, la infructífera actuación de la OEA para devolver a Manuel Zelaya la presidencia de Honduras, es un ejemplo del poco poder de decisión que posee en el continente, la poca firmeza y la falta de fiabilidad en Insulza de a poco le está llevando a su desintegración.
Como si no fuera suficiente que la Organización de Estados Americanos (OEA) esté en bancarrota moral, a criterio de muchos, el organismo también está en bancarrota literal, los recursos escasean al punto de no existir fondos para llamadas internacionales.
Las mayores pruebas de fuego de la OEA bajo el mandato de Insulza es el manejo de la crisis en Bolivia – donde Insulza es considerado como un representante de un país hostíl y el trato con el Gobierno de Venezuela. Si la OEA no logra actuar, preferentemente a través del diálogo y la negociación, como un catalizador de la democracia en la región perderá aún más influencia en el continente demostrando el fracaso de anteponer la cooperación multilateral a la soberanía nacional.
La participación de la sociedad civil en la OEA continúa siendo limitada, a pesar de que se han incrementado las facilidades. No obstante, en el ámbito de la prevención y resolución de conflictos, ésta se desarrolla fundamentalmente en los países involucrados y en los temas relacionados con el fortalecimiento democrático. En la perspectiva de la seguridad, la participación es menor.
Dotar a la OEA de un mandato adicional no tiene sentido sin llevar a cabo una reforma institucional. Ante los problemas presupuestarios, Miguel Insulza considera que la OEA debería realizar menos actividades, pero mejor gestionadas. Para perfilarse como verdadero instrumento de promoción de la democracia y mediador de conflictos, la OEA tendría que dejar de ser un “Club de debate” y pasar a la acción. Esta parece ser la filosofía del nuevo Secretario General que ha afirmado que “en la política, los cambios se miden de forma concreta, no hablando”.
En mi opinión debo manifestar sin temor a equivocarme que las instituciones y organizaciones como la OEA, deben actualizarse, reformarse realizar ya no solamente una reingeniería sino una RECONTEXTUALIZACIONES de sus principios, característica, fundamentos y filosofías y estar a fin a las situaciones actuales del contexto internacional de naciones. Este realmente es el caldo de cultivo para afianzar la vigencia de las acciones y la presencia de nuevos organismo como el recientemente creado ALBA de Chávez, dada la debilidad y la poca efectividad demostradas por la OEA.
La OEA así como los demás organismos internacionales carece de cierta eficiencia institucional y objetivos específicos para ser aplicados dentro de su campo de acción, pero esto no representa un problema a su estructura, ya que con la progresiva resolución de conflictos internos es inminente la corrección de fallas. El problema se encuentra en la manera en cómo se administra su funcionamiento, con un secretario general que se inmuta ante conflictos regionales demostrando su incapacidad a la solución de aquellos problemas y la clara ideología de retroceso social, político, económico y cultural de ciertos regímenes en especial sudamericanos que hasta el momento han sido la causa de problemática regional fomentando la centralización del poder, corrupción interna, fractura de los derechos humanos e innumerables actos de violación a la libre expresión, lo cual ocasiona una cierta influencia a los procesos administrativos de la OEA a través de la falta de cooperación de estos gobiernos y su intervención dentro del organismo. Lo que queda claro es que, mientras este tipo de gobernantes no entienedan el veradero proceso de cooperación interestatal, la OEA hará poco o nada para la solución de problemas internos en su estructura y mucho menos cumplirá con sus objetivos establecidos.
ResponderEliminarEn la actualidad asistimos a un proceso de debilitamiento y pérdida de la influencia y credibilidad de los organismos supranacionales. Basta con mirar los diarios el día de hoy y ver lo que sucede con la ONU. ¡Después de cuarenta años acaban de darse de la dictadura de Gadafi y deciden intervenir!
ResponderEliminarMientras estos organismos sigan respondiendo a intereses particulares, de grupos de poder, etc. su fracaso es un hecho y sólo nos queda sentarnos a esperar a que suceda.
La falta de preocupación por lo problemas de los países (cuando no existen intereses de por medio) es evidente y refleja el alto grado de corrupción que han alcanzado estas entidades.