martes, 19 de octubre de 2010

CHILE, TRAGEDIA Y REFORZAMIENTO DE LA IDENTIDAD NACIONAL


Hace ya un par de años, mientras hacia mis estudios de maestría, me topé con un interesante escrito de Miroslav Hroch acerca de la construcción de la identidad nacional y la evolución del grupo étnico a la nación moderna. El enfoque de Hroch combina diferentes estados, factores y procesos partiendo de la comunidad étnica, hasta llegar a la configuración del Estado-nación como resultado de un proceso histórico complejo de conformación de la identidad nacional (Hroch, 1994).

Partiendo de la comunidad étnica, cuya existencia se manifiesta por factores objetivos (cultura, lengua, valores, creencias, delimitación del otro, fronteras comprobables y reconocimiento de lo exterior), Hroch define la identidad nacional como un proceso psicológico dinámico, determinado social, política y culturalmente, que se manifiesta por una serie de transformaciones que remueven antiguos lazos, lealtades y seguridades, que a su ves crean en el individuo la necesidad de identificarse con el macrogrupo o nación o con una magnitud superior (Hroch, 1994).

Al hablar de un proceso sicológico dinámico al definir la identidad nacional, Hroch se refiere entonces a procesos de cambio (en las formas de integración social, en los modos de producción, en las lealtades y alianzas) o de transformación social que generan crisis de identidad y a su ves generan nuevas proyecciones de identidad nacional, declaradas abiertamente como una meta consciente, en un llamado nacional o programa político que con la aceptación de las masas se institucionaliza como una nueva identidad. La presencia de ambos factores, objetivos y sicológicos, de acuerdo al enfoque de Hroch, son indispensables para hablar de una identidad nacional, como un factor determinante para el surgimiento del Estado nación, caracterizado por la existencia de un Estado propio, una clase “gobernante”, con literatura culta y lengua propia (Hroch, 1994).

En función de lo anterior, fue el predominio de una misma lengua, de una misma religión, de una mayor diferenciación y delimitación de fronteras culturales, la fortaleza de los deseos y representaciones comunitarias, la visión y objetivos comunitarios y la existencia de una conciencia nacional, lo que facilitó el surgimiento del Estado nación, mas aún cuando existe un poder político que se impone por encima de consideraciones étnicas e institucionaliza las fronteras, de ahí la tendencia manifiesta hacia el Estado nación monoétnico.

En nuestra opinión, el proceso descrito y los supuestos presentados se encuentran respaldados y muy bien ilustrados  en la crisis generada por el desarrollo manufacturero, financiero y comercial de los siglos XIV, XV y XVI. En efecto,  la aparición de nuevos grupos de interés, el surgimiento de nuevas actividades comerciales y nuevos valores, la evolución del Derecho (cambios en los tipos de solidaridad de Durkheim, mecánica a dinámica, derecho represivo a derecho cooperativo) el proceso de cambio liderado por la monarquía y el proceso de adaptación de la nobleza (que pasó a desempeñar cargos remunerados en la nueva administración del Estado),  generaron un proceso de cambio donde predomina claramente los  factores económicos y político sobre factores étnicos y religiosos. Esto será confirmado nuevamente en la era de Richelieu, primer ministro de Francia de 1624 a 1642, cuando  consagró el principio de la “razón de Estado” (raison d´état) como principio predominante en las relaciones internacionales, por sobre consideraciones de orden religioso o de cualquier otra índole, consolidando la Monarquía absoluta y sentando bases para el Estado nación moderno.

En cuanto al enfoque teórico del autor, a nuestro criterio, percibimos  argumentos de orden durkheimianos estructuralistas cuando se mencionan ciertos condicionamientos objetivos, y weberianos cuando se habla de la necesidad de identificación con magnitudes superiores para potenciar el cambio, e incluso del poder de los símbolos en el “llamado nacional” paras obtener la aceptación de las masas. En efecto, La sociología weberiana no abdica del objeto ni  tampoco del sujeto. Utiliza la razón, sin desconocer la base irracional en que se asienta (imaginación, inspiración, pasión, intereses), tratando de conocer la realidad sin aspirar a confundirse con ella. Pensamos que es en esta línea y en este sentido que los seres humanos se aferran o se identifican con diversos objetos y su representación simbólica, aunque con distinta intensidad,  tal como lo sugiere Hroch.

La referencia del artículo y toda la hermenéutica desplegada en páginas anteriores surge a raíz del drama humano vivido en Chile durante el rescate de los mineros en la mina San José, cercana a la ciudad de Copiapó. El mundo entero fue testigo del profesionalismo, entereza, transparencia, sinceridad, frontalidad, determinación y liderazgo con que las autoridades chilenas con su presidente al frente manejaron el proceso de rescate. Durante mas de dos meses, Chile entonó la misma melodía solidaria, la televisión ofrecía una posición de acceso privilegiada a la verdad de los acontecimientos, dejando una clara sensación de que la sociedad estaba organizada bajo centros elevados, con un presidente, ministros y cuerpo de rescatistas revestidos de heroísmo, ejemplaridad, y una extraordinaria confianza personal en la figura “del llamado”.

El proceso y circunstancias descritos, el valor del liderazgo político, los programas de rescate y el respaldo político desplegado, han contribuido indiscutiblemente a la consolidación de una identidad nacional chilena reflejada en la agitación nacional, el respaldo de las masas y los esfuerzos mancomunados y conscientes encaminados a un fin especifico. No quedan dudas acerca de una identidad reconstruida y reconocida a nivel nacional e internacional, reforzada y repotenciada  por el macrogrupo, en reconocimiento a la capacidad  técnica y política del mandatario y su equipo y por sus magnitudes superiores atribuidas.



Coincido entonces plenamente con Hroch, en que las iniciativas y acciones individuales y colectivas, aun dentro de ciertas limitaciones estructurales, pueden concretar cambios de gran magnitud en los procesos de crisis y configuración de identidades nacionales,  pese a las condicionantes estructurales. Todo depende del liderazgo, una acertada conducción de la energía social y control del vigor colectivo.

HARRY MARTÍN DORN HOLMANN
PROFESOR
DIRECTOR ACADEMICO DE CARRERA
CIENCIAS POLITICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES
UNIVERSIDAD DE LOS HEMISFERIOS

BIBLIOGRAFÍA
Hroch Miroslav. “La construcción de la identidad nacional: del grupo étnico a la nación moderna” en: Rev. Occidente, N°162, Madrid, 1994, pp. 45-60.

lunes, 11 de octubre de 2010

DEMOCRACIA REAL O INGENIERIA DEMOCRATICA


Democracia, institucionalidad democrática, estado de derecho, defensa del orden establecido, estabilidad política, conflictos y consensos, la majestad del cargo, son palabras de moda a todo nivel, nacional e internacional, recurrentes en todos los medios y pronunciadas con arrebato y respeto casi divino.

Nunca he visto tanta disposición y temeridad en ponerse a ordenes del Estado soberano y su institucionalidad, que nos cuida, nos protege, nos procura atención y alimento en nuestra niñez, nos educa; Gran poder legislativo, divino Cesar presidencial, justos magistrados de las cortes que engrandecen la república, balcón de Dios: los que vamos a morir te saludan y ofrendamos nuestras vidas por este entusiasmo republicano que inunda nuestras almas. ¡Salve!

Las enmiendas son sagradas gritan por ahí, la constitución se sirve de todos los dioses atacan por allá, hay que proteger el Olimpo republicano se oye por todas partes, los ciudadanos se deben solo al paraíso democrático, la estabilidad democrática es todo, néctar y alimento de vida. No somos nada ni nadie ante la majestad del poder legitimado.

Los latinoamericanos nos hemos convertido afanosamente en príncipes de los ensayos, reyes de lo abstracto y zares de las recopilaciones. Estado y democracia, estado democracia y sistema político, estado democracia sistema político y cultura política, estado democracia sistema político cultura política y genero, estado democrático y gobernabilidad, estado democrático y la gobernabilidad en la ingobernabilidad, y así sucesivamente, son los temas que inundan nuestra cuantiosa producción epistémica, pero todos se olvidan de preguntar sobre el estado esencial de la cuestión: ¿Cuáles son los beneficios concretos y costos específicos de la democracia en nuestros países? ¿Cuál es el resultado consolidado de todo esto que defendemos con ardor y pasión, sobretodo en los grandes foros regionales y mundiales? ¿Coincide todo esto con los intereses y necesidades de los distintos grupos sociales?

En la actualidad, el ser humano se encuentra tsunamizado por la propaganda consumista de tendencia instrumentalista. Hoy en día lo importante es el celular, el auto, la computadora, y, por supuesto, la Moda, retrocediendo con pasos agigantados a la época del Homo faber en detrimento del Homo sapiens. Mas que pensar en nuestro destino remamos sin rumbo, enloquecidos por llegar, ¿adonde? Y los científicos sociales no son la excepción.

El colmo de los colmos: “la zapatilla electrónica” para no perder el rumbo. Ya no es la búsqueda de la calidad total, sino el encuentro con la imbecilidad total.  

El contraste con el ayer es enorme. Montesquieu, Hume, Locke, Kant, y mas recientemente Lapierre, Aron, Duverger, Burdeau, Touraine y Sartori, se refieren constantemente a la visión de la sociedad, la libertad y autonomía del individuo, al control sobre el poder, a la realización de los objetivos y metas de los grupos sociales, a la condena del totalitarismo y manipulación institucional, al sentirse iguales, y a la democracia política y democracia redistributiva como democracia plena y real. En definitiva, objetivos y metas claras, control sobre la gestión del gobierno, normas y recursos concretos para el goce pleno de libertades y derechos. Lo demás, es pura demagogia para perpetuarse en el poder.

Ingresos y bienestar, servicios (educación, salud, vivienda, transporte, comunicaciones, seguridad social), seguridad, dirección, visión de futuro, estabilidad, respeto al individuo y la norma, respeto a las libertades, son los resultados concretos de una gestión, y poco importa la definición abstracta o mas abstracta o poco abstracta que tengamos de la democracia, el Estado y el sistema político. Tarde o temprano, los seres humanos tienen que enfrentarse a la única realidad para alcanzar el bienestar social pleno: Dirección, trabajo, productividad, seguridad, leyes justas y “compromiso político” (léase, militancia responsable y control político. No demagogia, no vandalismo o fanatismo político. No a la carne de cañón).

¿Es suficiente entonces la reingeniería democrática y los planteamientos tecnocráticos novedosos? Definitivamente que no. Recordemos a Montesquieu, a Kant, a Sartori; es necesario ser justos, sentirse libres, sentirse iguales y aspirar a una democracia real, una democracia de resultados, no una democracia de folletines y de ejercicios académicos. Tampoco es suficiente crear la norma; Hay que sentirla como propia, como la mejor, hay que interiorizarla.

viernes, 8 de octubre de 2010

Cooperacion y amenazas globales

Nuestro trabajo defiende la tesis que la cooperación se ha convertido en un factor de supervivencia global ante las amenazas que surgen del comportamiento egoísta e hiperrealista de los Estados desarrollados. La miseria generalizada y el deterioro del medio ambiente son dos ejemplos representativos de los peligros que surgen para la especie humana y la interdependencia y vulnerabilidad de los Estados no excluye ni a ricos ni a pobres. El liderazgo hegemónico de Estados Unidos, su ya tradicional noción de superioridad moral y su misión deliberada de desplegar bondades en el mundo, han demostrado ya su incapacidad para derrotar la pobreza global, al terrorismo y al crimen organizado conexo; Surgen nuevas amenazas globales.

Hace falta mucho mas que la liberación de los mercados y la implementación de estrategias securitizadoras dentro de la agenda estadounidense para controlar a los Estados rogue y destruir a los “malhechores” (Nashira Chávez, 2007). De ahí una nueva concepción de la cooperación o cooperación global.

Realismo clásico
De acuerdo a la tradición realista clásica, la actuación del Estado viene determinada por el propio sistema (equilibrio de poder) con independencia de su ideología. Los Estados tratan siempre de incrementar su poder, su poder económico y su poder militar. El segundo elemento clave del realismo es la noción de interés nacional, definida en términos de poder económico y militar que se identifica con la seguridad del Estado (Kenneth N. Waltz, 1988). De acuerdo a esta tesis, los constantes barzoneos en América latina entre modelos intervencionistas, nacionalistas y neo-liberales con todas sus consecuencias (entre ellas, el desempleo y la emigración masiva de los ciudadanos tercermundistas que reaccionan ante la tragedia nacional) no son mas que ajustes necesarios dentro del contexto internacional de acuerdo a los intereses del liderazgo hegemónico, sin importar las inclinaciones o preferencias políticas de las comunidades locales.

Al parecer, el sistema internacional anárquico de los realistas se nos muestra extraordinariamente consecuente con los intereses de los Estados poderosos, con la lógica del poder duro y del poder blando del que nos habla Nye en su ultima obra (Joseph S. Nye Jr, 2003), y tal como lo sostiene Robert Cox, la teoría actúa a favor de alguien y con un propósito especifico (Robert Cox, 1981). Bajo estas perspectivas y enfoques, se explica claramente la actitud egoísta de los estados hegemónicos, el origen de su riqueza y su poder, y la pobreza de los Estado débiles.

De acuerdo a la perspectiva realista, las negociaciones en DOHA, por ejemplo, no pueden alterar las políticas internas de los grandes poderes ni contravenir las restricciones comerciales domesticas de la agenda estadounidense, y mientras se siga intentando conseguirlo, las negociaciones seguirán fracasando. Los Estados desarrollados buscaran mejorar su posición hegemónica en el contexto internacional, y en consecuencia, los principios y normas del régimen internacional de comercio serán interpretadas de acuerdo a este principio del interés de los Estados, como primera prioridad, no obstante las contradicciones que se crean y los perjuicios que se puedan ocasionar a los otros Estados.

En pocas palabras, de acuerdo al enfoque realista, la cooperación en términos generales y en el marco de la Organización Mundial de Comercio, tendría sentido siempre y cuando los beneficios de la cooperación mantengan o mejoren la posición hegemónica de los Estados desarrollados, como en el caso de los derechos de propiedad intelectual.

Neo-realismo
Cuando nos referimos al neo-realismo, nos remitimos a los conceptos de Kenneth Waltz (WALTZ, K, 1979) sobre los condicionamientos sistémicos, los Estados y dominio del poder (Kenneth N. Waltz, 1988), al programa de investigación estructural modificado por Keohane (Keohane tomó como base el Programa de Investigación Científica (PIC) de Imre Lakatos) y sus premisas sobre la cooperación (Robert O. Keohane, 1988) y la compatibilidad de las premisas realistas con las liberales (cooperación), diferenciando “cooperación” de “armonía de intereses” (Robert O. Keohane, 1988). Sin embargo, para el institucionalismo de Kehohane, los Estados y la “distribución de poder” del realismo sigue siendo importante (Robert O. Keohane, 1988) y las ganancias o beneficios de la cooperación dependen de la fortaleza de los agentes y sus recursos para sacar provecho de tales interacciones (Robert Keohane, 1988.

En consecuencia y de acuerdo a la visión neo-realista y su premisa del poder como principal categoría analítica de la teoría, las negociaciones y el fracaso de DOHA se explican por la renuencia de los países débiles a conformarse y aceptar las propuestas y condicionamientos del gran poder, y no permitir que las ganancias de la cooperación beneficien a los que concentran el poder, como debería ser, según ellos, ya que la política internacional se dicta desde el poder y responde a la lógica de la distribución del poder.

Por otra parte, en relación a los regímenes internacionales, es evidente que el comportamiento cooperativo permite que los regímenes internacionales funcionen de acuerdo a sus principios, normas y reglas de comportamiento, y es también evidente que tales regímenes podrían operar en beneficio de los Estados y comunidad internacional siempre y cuando exista este comportamiento cooperativo. Los regímenes internacionales podrían perfectamente operar sin generar contradicciones y desigualdades en la aplicación de los acuerdos, pero para ello, los Estados deben despojarse de sus principios realistas y promover los beneficios democráticamente compartidos como primera prioridad de la cooperación internacional, de lo contrario, o se coopera por sumisión o acatamiento al poder hegemónico, o las negociaciones y funcionamiento del régimen se estancan o paralizan cuando los Estados pobres pero mayoritarios se oponen a continuar con las negociaciones, como sucede actualmente en la Organización Mundial de Comercio.

En conclusión, el neo-realismo nos muestra como los regímenes internacionales pueden funcionar a base del comportamiento cooperativo de los Estados y reforzamiento de la cooperación para la cooperación, sin embargo, reconocen también que los regímenes responden a las relaciones de fuerza y no al interés global, y tampoco están exentos de los condicionamientos estructurales que los producen. Por tanto, el concepto de cooperación neo-realista difiere enormemente del concepto de cooperación tal como se define al final de este trabajo.









¿Fracasa el hegemonismo a ultranza?
Durante Su campaña electoral, George W. Bush negaba tajantemente su tendencia unilateralista hegemonista. Insistía en que la primera inclinación de Estados Unidos era de retirarse al amparo de una orgullosa torre de proteccionismo y aislamiento (Roberto Montoya: 2003), pero, a renglón seguido, el mismo candidato citaba los peligros que esta posición podía significar para la seguridad e intereses de los Estados Unidos. En esta línea de pensamiento, Bush alertaba sobre los peligros que significaba unos Estados Unidos ausentes para promover arreglos y soluciones entre viejos rivales con muy antiguas ambicione, lo cual generaría caos y violencia, y el fin trágico de aliados y visión del mundo de los propios estadounidenses. En tal virtud, tal vacío dejado por una retirada de Estados Unidos sería inconcebible, provocaría desafíos al propio poder de Estados Unidos y el resultado a largo plazo, sería un Estados Unidos estancado, rodeado y amenazado por un mundo violento(Roberto Montoya, 2003).

Una vez en el poder, esta última sería la postura del gobierno del Presidente Bush reflejada en acciones y decisiones posteriores en materia de política internacional. El 6 de mayo de 2002 el gobierno retira su firma del tratado internacional para la creación de la Corte Penal Internacional. La cancelación de la deuda pendiente con Naciones Unidas se completa una ves que la ONU y el Consejo de Seguridad aprueba una histórica resolución que obliga a 189 países miembros de la organización a combatir las organizaciones terroristas en todo el mundo según una lista preparada por el Pentágono y el Departamento de Estado. En el año 2001 el Presidente Bush se niega a ratificar el Protocolo de Kyoto sobre el Clima, argumentando que afecta las costumbres y el uso de energía de los norteamericanos (Roberto Montoya, 2003). Adicionalmente, Siguiendo la misma línea de política hegemonista internacional, el gobierno de Estados Unidos se ha negado a firmar la Convención de Basilea para controlar la producción y manipuleo de residuos peligrosos, anuncia su decisión de abandonar el Tratado de Misiles Balísticos (ABM), y de apoyar más bien el Escudo Antimisiles.

Finalmente, La Convención Sobre Armas Biológicas que había sido ratificada ya por 143 países fue boicoteada por el propio negociador de Estados Unidos ya que dicho acuerdo podría poner en riesgo la seguridad nacional e información confidencial empresarial (Roberto Montoya: 2003) y, aunque la lista de ejemplos es muchísimo mas amplia, los Estados Unidos arremeten en contra del Libre Comercio, imponiendo restricciones a la importación de productos europeos (embutidos, quesos y patés) originándose una guerra comercial cuando estos países afectados iniciaron una campaña en contra de la comida basura (Roberto Montoya: 2003).

Los resultados de la última intervención en Irak ya los conocemos. Y los costos de la alianza estratégica con Israel también están a la vista. Meses después de la llegada de Sergio Vieira de Mello a Irak como enviado especial de las Naciones Unidas, la seguridad del país se encontraba fuera del control de las tropas estadounidenses y británicas. De Mello informó al Consejo de Seguridad acerca de la situación, indicando sobre una situación conflictiva y extraña, ya que el conflicto había terminado, pero hechos hostiles se sucedían a diario bajo ocupación militar (Nancy Soderberg: 2005). Según expertos como Nancy Soderberg el experimento de los hegemonistas había fallado en Irak y la justificación principal para la guerra, las armas de destrucción masiva, resultó ser una ficción (Nancy Soderberg: 2005).

Según Robert D. Kaplan, refiriéndose a Maquiavelo, los hombres buenos inclinados a hacer el bien deben saber ser malos puesto que este mundo se caracteriza por la imperfección y el egoísmo. Y, añade, la virtud tiene poco que ver con la perfección individual y mucho con el resultado político. Así, para Maquiavelo, una política se define no por su excelencia, sino por su desenlace, pues, para ser virtuosa tiene que ser eficaz (Robert D. Kaplan, 2002). Bajo esta perspectiva radicalmente realista, es bastante aventurado calificar la política hegemónica unilateral de Estados Unidos como virtuosa, ya sea por su eficacia o por su pureza, ya que la amenaza persiste y prospera, tecnifica sus procesos de gestión y ramifica sus influencias. Osama Bin Laden podrá algún día desaparecer, pero no el terrorismo brutal y despiadado que podría permanecer entre nosotros diez o cincuenta años más, lo que podría barrer con el conjunto de actores o muchísimos actores internacionales.

En consecuencia, un Estados Unidos que continúe relacionándose con el mundo por la vía de una afirmación unilateral de que él representa la civilización, ya sea que lo haga bajo la forma de una retirada aislacionista o de un intervencionismo activo, no podrá vivir en paz ni con el resto del mundo ni consigo mismo, pues estará siempre expuesto a una amenaza global sin referencia geográfica única y especifica, que no conoce fronteras, ni mantiene lealtades nacionales, ni reconoce soberanía de un estado en particular.

Terminada la segunda guerra mundial y durante el período de la guerra fría, la cooperación hacia América latina y los modelos de desarrollo implementados buscaron favorecer la venta de productos manufacturados norteamericanos y bienes de capital y canalizar inversiones rentables y seguras al amparo y protección de los gobiernos locales. Otros de los objetivos reales de la cooperación estaban condicionados por la política de contención aplicada por los Estados Unidos para impedir la expansión soviética dentro de sus áreas de influencia, siendo América latina un área critica bajo control norteamericano. Hoy en día, después de sesenta y cinco años, la superioridad de las empresas estadounidenses se enfrenta a una competencia muy grande, principalmente de las empresas de sus aliados más cercanos, y el surgimiento de grandes potencias como la China. A resultas de eso, el proyecto político mundial de Estados Unidos ya no es respaldado incondicionalmente ni siquiera por sus aliados mas cercanos, sobretodo debido a la desaparición de la Unión Soviética y lo que en este momento queda es la superioridad militar (Immanuel Wallerstein. 2006).

Durante los años cincuenta y sesenta la aplastante superioridad económica y militar de Estados Unidos terminó sin contratiempos cualquier conato de desviación de la política de la contención en América latina. Sin embargo, en la década de los setenta, luego de la intervención en Chile y la derrota en Vietnam, el dominio estadounidense de la economía mundial se había reducido drásticamente. La realidad geopolítica había cambiado. El gobierno estadounidense ya no pudo seguir concentrándose en la expansión y mas bien se concentró en la preservación de su poder económico y militar (Immanuel Wallerstein. 2006). La década de los setenta es la década de muchos obstáculos para la hegemonía norteamericana: los modelos militaristas nacionalistas en América latina, el desarrollismo y la teoría de la dependencia impulsada por Prebisch y la CEPAL, el alza de los precios del petróleo y su impacto en la economía norteamericana, la perdida en Vietnam, el colapso del patrón oro, la crisis fiscal, el auge exportador de Europa y Japón y los movimientos revolucionarios de izquierda en Centro América. Posteriormente, Estados Unidos lanza con sus aliados una contraembestida en términos globales, con la agresiva afirmación del neo-liberalismo y del llamado Consenso de Washington, la transformación del GATT (General Agreement of Tariffs and Trade: Acuerdo General de Tarifas y Aranceles) en la Organización Mundial de Comercio, y la liberación del mundo global de acuerdo a sus términos y conveniencias. Todo esto provocó un desmantelamiento de las políticas “desarrollistas” por todo el mundo y en particular en las zonas periféricas de la economía-mundo con las consecuencias que ya conocemos (Immanuel Wallerstein. 2006).

La situación cambia también con el colapso de la Unión Soviética y se inicia una era de política exterior hegemonista unilateral que se manifiesta de diferentes maneras y en diferentes ámbitos, como es el caso de la Alianza del Atlántico Norte (transformada en instrumento de política exterior estadounidense), o la negativa de ratificar el tratado de Kyoto y la Corte Penal Internacional. La política exterior de Estados Unidos regresó a la época de Theodore Roosevelt (Helmut Schmidt, 2006). Los Estados Unidos ya no necesitan ese otro pilar al otro lado del Atlántico para frenar el poder soviético y los mismos europeos se sienten potencial y directamente agredidos por las actitudes norteamericanas en el ámbito internacional (Irak, Guantánamo). Todo parece indicar que con la elección de Barak Obama si habrá cambios en la política estadounidense, pero no se ven por el momento.

Otra de las causas para aplicar una política hegemónica unilateral es la preocupación energética. Para garantizar las reservas de petróleo localizadas en zonas de conflictos bélicos agudos, será necesario la intervención militar casi permanente para proteger a los productores extranjeros y controlar los regímenes existentes en esas áreas del mundo, no importa si son democráticos o monárquicos absolutistas. Difícilmente los Estados Unidos querrán cooperar o competir en materia energética cuando pueden aplicar poder duro para garantizar el suministro de petróleo. La pregunta es: ¿que teoría podrá vender este tipo de fundamentalismo americano de signo religioso y cuasi religioso? (Helmut Schmidt, 2006).

La paradoja.
¿Por qué los países más ricos podrían estar interesados en cooperar con aquellos que son pobres? La respuesta hoy en día no puede ser la misma de la que fue antes del 11 de septiembre, y no puede ser lo mas paradójica y aparentemente contradictoria, pero no menos oportuna en función de las amenazas del siglo XXI: precisamente, porque las amenazas a la seguridad de Estados ricos y pobres no tiene nacionalidad, ni está circunscrita al control de un solo Estado, ni se identifica con ningún Estado. La pobreza, la violencia, las epidemias, el recalentamiento global, el narcotráfico, el narcolavado, los conflictos religiosos y étnicos y el terrorismo internacional, crean una vulnerabilidad global de hecho que solo puede ser compensada y combatida a través de la cooperación internacional para que sea eficaz (y esto incluye a la OMC), ya que dicha amenaza se encuentra diseminada a nivel mundial y tiene que ser abordada mediante soluciones globales que obligan a la cooperación.

Hoy en día, paradójicamente, los países están vinculados globalmente a los mismos problemas y tal interdependencia ante la amenaza no requiere de la voluntad de los Estados para crearla, pero si para combatir este nuevo tipo de amenaza. Está ahí y los mantiene vinculados y atados aún en contra de su voluntad, y esa interdependencia ante el peligro constituye un eficiente factor de cooperación para la creación o reorganización y fortalecimiento de diversos regímenes internacionales, entre ellos, la Organización Mundial de Comercio, por supuesto.

Para un realista, no existe tradicionalmente ninguna razón para la cooperación, puesto que no había que someter lo que se encontraba sometido, ni los países pobres representaban peligro alguno para alterar el balance de poder existente, ni existía justificación para ceder ante sus reivindicaciones comerciales. En lo que respecta a la Cooperación Internacional entre países grandes y pequeños y la liberación comercial en el marco de la OMC, para los realistas y neo-liberales esta se viabilizaba solo bajo una perspectiva gramciana de hegemonía, ya sea por la vía del convencimiento y la adhesión, o por la presión, siempre en la perspectiva de garantizar sus intereses en esta materia, lo cual generó disconformidad, resistencia y oposición en la Ronda de negociación de DOHA, y ha conducido al estancamiento del proceso negociador. Pero los acontecimientos del 11 de septiembre nos enfrentaron ante otra perspectiva y visión del mundo que se encontraba casi oculta, y se presenta ante nosotros otra dimensión de la interdependencia y necesidad de cooperación que no solicita autorización ni voluntad de los Estados, pero si los obliga para combatir la amenaza.

Del campo de lucha a la interdependencia compleja: ¿hacia la cooperación racional ante la amenaza global?
Nuestro enfoque teórico de la interdependencia compleja y la necesidad racional de cooperación va mas allá del realismo clásico hobbesiano en perpetuo estado de guerra y ejercicio del poder y la coerción, y trata de superar la concepción racionalista que sustenta las practicas cooperativas, es decir, las instituciones y normas comunes derivadas del calculo y la conveniencia utilitaria únicamente en función del interés nacional.

Bajo esta nueva perspectiva, el régimen internacional tiende, pues, a resaltar o privilegiar mas la dimensión cooperativa, sobretodo después del 11 de septiembre, para combatir las amenazas globales (el narcotráfico, el narcolavado, el terrorismo y el crimen organizado conexo), lo cual, nos lleva a una nueva concepción de la amenaza terrorista y una nueva problemática de seguridad que supera el marco nacional o regional y se extiende a lo global, y en consecuencia, se modifica el espectro de la cooperación. En efecto, es esta nueva categoría de terrorismo transnacional en alianza con el crimen organizado y sus delitos conexos, la que se caracteriza por ser una organización desterritorializada y transnacionalizada, clandestina y con financiamiento ilegal, sin guardar lealtad a un territorio o Estado en particular (Marcelo Saín, 2003).

Bajo la argumentación anterior, el concepto de cooperación global e interdependencia compleja superan el debate neo-realista y el argumento neo-liberal, y en consecuencia, cualquier régimen internacional, incluido el régimen de comercio, debe implicar muchísimo mas que una negociación estrictamente comercial y debe vincular (vincular, no mezclar) a muchos otros aspectos de la agenda internacional. ¿No existe acaso relación entre la pobreza y la amenaza global? La cooperación para la cooperación nos lleva a superar las zonas tradicionales de acuerdo y conformar lo que se conoce como una agenda integrativa de negociación que permita ampliar la zona de acuerdo pasando de una relación distributiva o suma-cero caracterizada por las relaciones competitivas entre actores, a una relación cooperativa en donde la ampliación de la agenda haga posible que cada actor reciba algo de valor relativamente mayor a cambio de la cooperación sobre distintas materias(Benigno Alarcón Deza, 2002).

Bajo el enfoque de la cooperación global un régimen comercial es mas que un asunto de comercio, y la cooperación trasciende el interés individual para volverse una necesidad global, ya que el éxito de la cooperación en materia comercial tiene consecuencias en el crecimiento económico de los países, crecimiento de la riqueza y del ingreso nacional, erradicación del desempleo, eliminación de la pobreza, reducción de la emigración, y reducción de los incentivos para cooperar con el crimen organizado y el terrorismo global:
“la falta de oportunidades laborales, la reciente caída del precio internacional del café y la reducida viabilidad económica para las actividades agropecuarias de la población fronteriza han forzado a los ecuatorianos a cruzar temporalmente la frontera en búsqueda de empleo en la narcoindustria colombiana. La pobreza ha empujado a muchos campesinos hacia un negocio ilícito”….”Los constantes programas de ajuste estructural y medidas gubernamentales poco acertadas en el manejo económico no generaron crecimiento, bienestar y una calidad de vida digna para la población. Al contrario, la desigualdad social, los altos índices de pobreza, desempleo, marginación y exclusión, junto con problemas de corrupción endémica, configuran definitivamente un panorama desalentador para la sociedad ecuatoriana”….”No obstante, la política de Estados Unidos hacia Ecuador continua enfocada en el control de drogas y el conflicto colombiano, con poca atención al impacto desestabilizador de estas políticas dada la fragilidad del sistema político. No logra reconocer que la principal amenaza a la seguridad de Ecuador y, por lo tanto, a los intereses de Estados Unidos, son los niveles constantes de pobreza e inequidad, la incapacidad de fortalecer la institucionalidad democrática y la continua inestabilidad política” (Freddy Rivera Vélez, 2005: 289-292).





















BIBLIOGRAFIA

Benigno Alarcón Deza, Desafíos de la Defensa y Seguridad en el Siglo XXI: ¿Continuidad y Cambio? Elementos de un Régimen de Cooperación para la Defensa Inter-Americana, 2002.

Carla Álvarez, Sobre el realismo subalterno: Juan Carlos Puig, Helio Jaguaribe y Carlos Escudé, FLACSO, marzo 2007.

Carla Álvarez, La Cooperación Internacional. Una explicación desde la teoría. FLACSO, marzo 2007.

Robert W. Cox, Fuerzas sociales, estados y órdenes mundiales: más allá de la teoría de las relaciones internacionales. Reimpreso de Millennium: Journal of Internacional Studies 10, No. 2, 1981, pp. 128-137, con autorización del editor y del autor.

Nashira Chávez, Tesis de Maestría, Capitulo 1. Programa de Relaciones Internacionales, FLACSO-ECUADOR, 2007.

Robert D. Kaplan, El retorno de la Antigüedad, Ediciones B, S. A., 2002.

Robert O. Keohane, DESPUÉS DE LA HEGEMONIA. Grupo Editor Latinoamericano 1988.

Roberto Montoya, El Imperio Global, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2003.

Joseph S. Nye Jr. La paradoja del poder norteamericano. Santillana Ediciones Generales, 2003.

Andrea Onori, Propiedad intelectual y acceso a los medicamentos, Centrale Sanitaire Suisse Romande, 2006.

Freddy Rivera Vélez. Ecuador: los bemoles de la guerra contra las drogas. En: Colletta A. Youngers y Eileen Rosin. Drogas y Democracia en América Latina. Editorial Biblos. 2005.

Marcelo Saín, Problemas globales y dilemas subregionales: el terrorismo transnacional y el nuevo escenario de seguridad subregional, en: Francisco Rojas (ed). Terrorismo de alcance global: impacto en mecanismos de prevención en América latina y el caribe. FLACSO-Chile. Santiago, 2003.

Helmut Schmidt, Las grandes potencias del futuro, Ediciones Paidós Ibérica S. A., 2006.

Nancy Soderberg, El Mito de la Superpotencia, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2005.

Rosemary Thorp, Progreso, pobreza y exclusión. Banco Interamericano de Desarrollo, Unión Europea, 1998.

Immanuel Wallerstein, La decadencia del poder estadounidense, Ediciones Le Monde Diplomatique. 2006.

Kenneth N. Waltz, TEORÍA DE LA POLITICA INTERNACIONAL. Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, Argentina, 1988.

WALTZ, K. Theory of International Politics. Nueva York: Random House, 1979.

EL METODO HMADH-08 O METODO DORN


El método DORN o método HMADH-08  es una disciplina que describe y explica la estructura y dinámica del conjunto de indicadores explícitos que conforman el ALMA estratégica de una organización. Dichos indicadores, agrupados por objetivos de desarrollo tecnológico, mercado, Producción y Costos, y Desarrollo institucional (y otros de acuerdo a la estrategia) giran en torno al centro gravitacional de productividad, en tres planos distintos, de tercera, segunda y primera generación, girando y desplazándose unos a otros de izquierda a derecha, en la dirección de las manecillas de un reloj, adoptando ritmos y velocidades diversas, en forma de espiral ascendente y descendente, hasta formar un cilindro de puntos que se comunican como hilos magnéticos en total relación de interdependencia.











Esta relación, dirección, velocidad, vinculación, afectación e interdependencia de los indicadores obedece a la implementación de una estrategia en particular que proporciona la estructura y lógica al sistema de indicadores y su agrupación por objetivos estratégicos, indicadores de  
resultados e indicadores impulsadores a corto y largo plazo, en una relación de causa a efecto en el plano horizontal y vertical, cuya dinámica nace o se origina con el mismo ritmo que el proceso de gestión, es decir, al mismo ritmo de la concepción de planes organizacionales, la programación de actividades, la toma de desiciones y ejecución de presupuestos, el control y evaluación de resultados y la retroalimentación que todo esto conlleva.

Cuando este conjunto de indicadores se estructura, se moviliza y gira en forma de cilindro y movimientos armónicos interdependientes, entonces hablamos de un sistema integrado de gestión cuyas partes se encuentran sometidas a un cuadro de mando general y obedecen a una estrategia única y particular que orienta todo el quehacer de la organización, en la búsqueda siempre de la productividad y rentabilidad del sistema, es decir, existe en este caso plena convergencia en la orientación de actividades y toma de desiciones dentro de la organización. De lo contrario, cuando presenciamos una formación anárquica e independiente de agrupaciones y planos de indicadores, donde la orientación de unos es contraria y neutraliza el efecto de otros, entonces hablamos de la desintegración del sistema o de un sistema no integrado de gestión, cuyos indicadores y orbitas se alejan del eje de productividad y rentabilidad de la organización. En este último caso, de continuar y perennizarse dicho estado de situación la empresa sucumbe y colapsa al término de sus posibilidades financieras, y entra en un proceso de liquidación o terminación de su vida organizacional.

El método DORN y la construcción de estructuras piramidales de los indicadores financieros nos permite una lectura rápida y precisa del nivel de ejecución de una estrategia empresarial y estado de situación de una organización. Para ello, tomando en consideración la dimensión de las operaciones y ámbitos de acción de una empresa, el número de indicadores nos permite la configuración de múltiples piramidaciones partiendo de diferentes indicadores, diferentes planos y diferentes vinculaciones por objetivos dependiendo del área o sector de negocios que se desee priorizar. Para ello, el sistema computarizado nos facilita numerosas opciones que se pueden observar automáticamente y sin dilaciones, los cual permite una reacción automática y oportuna para la toma de desiciones.

Dimensiones de negocio, estrategia empresarial clara y precisa, objetivos estratégicos y operativos bien definidos, constituyen la base fundamental para diseñar un conjunto de indicadores en numero manejable, que generen a su ves estructuras piramidales altamente descriptivas y explicativas acerca de los resultados estratégicos de la organización.

PIRAMIDACION 1


 PIRAMIDACION 2
 PIRAMIDACION 3

miércoles, 6 de octubre de 2010

OEA: SIN PENA NI GLORIA

Faltaban pocos días para que se realice la elección del nuevo secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el tema pasaba casi desapercibido en nuestros países aunque no escapó a la crítica acertada de algunos expertos sobre la materia. En efecto, con el mismo metabolismo y abulia con que el actual Secretario General aborda las distintas y numerosas crisis que han vivido los países miembros de la OEA, con ese mismo temperamento se manejaba cautelosamente el Sr. Insulsa para lograr su reelección a fines del pasado mes de marzo. En lo que concierne a la organización propiamente, una serena evaluación beneficio-costo sobre la gestión de los asuntos que competen a la organización, deja mucho que desear, tanto en el pasado como en el presente, a tal punto, que los mismos estados plantean la necesidad de una nueva organización de estados latinoamericanos, excluyendo a Estados Unidos y Canadá.

En efecto, después de su fundación en 1948, un ambiente adverso a los objetivos y fines de la organización se vivió y se vive en el continente americano. Nos referimos específicamente a un debilitamiento y/o eliminación de las instituciones democráticas, consolidación de dictaduras militares y civiles (recordemos a la familia Somoza, Trujillo, Batista, Pérez Jiménez, “Papa Doc y Baby Doc Duvalier”, Perón, los gobiernos militares en Argentina, Uruguay y Brasil, Banzer, Rodrigues Lara y Velasco Alvarado, Pinochet, etc) , violaciones a los derechos humanos (Argentina, Uruguay, Nicaragua), ineficacia y perdida de legitimidad en el manejo del conflicto centroamericano y conflictos en general (Nicaragua y El Salvador, Islas Malvinas, deuda externa y crisis de los ochenta, etc), y en la actualidad o historia reciente, una muy pobre iniciativa ante el conflicto Ecuador-Colombia, siendo el Grupo de Río quien consigue una reducción importante de las intenciones manifiestas de los países por una intensificación del conflicto, especialmente Venezuela, al concentrar fuerzas blindadas en la frontera venezolano-colombiana, de acuerdo a las ordenes impartidas por el propio presidente Chávez en su intervención televisada.




Las intenciones por revitalizar la OEA han sido muchas, y para mencionar solamente dos, en la “Cumbre de las Américas” en Miami en 1993 y “Cumbre de Santiago” en 1998, se elabora un plan de acción sobre 12 temas estratégicos en la primera (libre comercio, democracia, combate a la corrupción, derechos humanos, solidaridad, coordinación con multinacionales, genero, etc) y se revitalizan acciones en materia de corrupción, pobreza, defensa de los derechos humanos, cooperación para la educación, y promoción de la democracia, durante la segunda, con muy pocos resultados concretos y directos a nivel continental.

De igual manera, acerca del libre comercio hemisférico, todas las metas y objetivos propuestos se han convertido en una quimera o han sido rechazados por un buen número de los actuales gobiernos latinoamericanos.

En cuanto a los derechos humanos y promoción de la democracia, las reformas a la Carta y las declaraciones son muchas; el “Compromiso de Santiago en 1991”, las reformas a la Carta y el nuevo Art. 9 que se introducen en Washington en 1992, la declaración de Managua de 1992, “El dialogo interamericano” en 1993-1995, todas ellas con resultados poco halagadores debido a la falta de autonomía y vulnerabilidad de la propia organización de estados americanos. Lamentablemente y a pesar del apoyo incondicional y global a los derechos humanos, las rectificaciones y compromisos se han concebido e implementado en función de los intereses de los Estados y no de los ciudadanos (cubrir o evitar la brecha fiscal, por ejemplo), del “equilibrio final” de las empresas, y no en función de los derechos económicos sociales y culturales de los pueblos, los cuales quedaron a la saga de la disponibilidad de recursos y niveles de desarrollo, tal como se lo reconoce en el protocolo de San Salvador en 1988. En efecto, durante la convención americana en materia de derechos económicos sociales y culturales se produce un punto de inflexión al “obligar” a los estados a adoptar medidas de orden interno y por medio de la cooperación internacional, “hasta el máximo de recursos disponibles” teniendo en cuenta “su grado de desarrollo”, a fin de “conseguir progresivamente” la plena efectividad de los derechos. A pesar de este avance mínimo, permaneció una nueva dicotomía entre exigibilidad inmediata y realización progresiva, exigibilidad inmediata y disponibilidad de recursos.

En conclusión y en definitiva, no se vislumbran ni se detectan tendencias o indicadores de mejora en la imagen institucional. Más bien existen tendencias contrarias a la integración continental, tal como lo demuestran los tratados bilaterales ya celebrados entre numerosos países (TLC), el movimiento chavista, el fortalecimiento del cono sur, el ALBA, las diferencias entre Colombia y Ecuador, el fracaso y la salida de Venezuela de la CAN, y los nuevos mecanismos de integración que ya se mencionan. Por otra parte, la OEA presenta indicios claros de padecer (sin serios intentos de reformas internas) lo que Michel Crozier denomina el círculo vicioso originado por el fenómeno burocrático. La centralización, la piramidacion, la rigidez de las reglas y la robotización de los seres humanos llevan a un rompimiento de la comunicación interna y de la organización con su medio ambiente. Se crean los privilegios abusivos y la improductividad. Esto lleva a una mayor centralización, mayor reglamentación y a luchas internas por el poder entre grupos y castas. Todos quieren ser Secretario General. Es la enfermedad de la localitis, que conduce a la imposibilidad del cambio y la ineficiencia. Los individuos pierden contacto con el producto de la organización y con la comunidad produciéndose lo que Weber denominó la alienación del individuo, dentro de la “jaula de hierro” de la organización burocrática.

¿Hechos, pruebas, argumentos y sustento de las conclusiones planteadas? Están a la vista. Las últimas denuncias del Canciller colombiano contra Venezuela demuestran la falta de confianza de algunos países en la eficiencia de la OEA, la falta de respeto a normas y procedimientos por parte de otros, y la ausencia total de capacidad operativa para responder a las solicitudes planteadas por la cancillería colombiana. ¿Será posible conformar comisiones y verificar en el lugar designado la presencia de la guerrilla colombiana en territorio venezolano, tal como lo ha solicitado Colombia? Probablemente no. Más aun, todo apunta a un posible desplazamiento del problema hacia la UNASUR, siempre y cuando Colombia lo considere conveniente y favorable a sus propios intereses.

Lamentablemente, la solución no consiste necesariamente en la desaparición y aplicación del disparo de gracia a la organización, ya que los objetivos y fines que motivaron su creación continúan vigentes, y porque mas caro resulta una nueva que reformar la antigua organización. Pero para ello, el estilo de gestión del secretario general tiene que ser otro, renovado, moderno y proactivo, a la altura de los retos y condiciones del mundo global y de la misma interdependencia compleja que existe entre los países americanos en general y de la región andina en particular. Sin olvidar tampoco, que el comportamiento cooperativo de los estados depende en última y definitiva instancia de su voluntad de cooperar, aunque corresponde a la OEA fomentar la cooperación para la cooperación.


HARRY MARTÍN DORN HOLMANN M. A.
PROFESOR

HACIA UN LIDERAZGO ÉTICO

Cuando David Jume escribió sus famosos ensayos políticos hace mas de doscientos años, es muy probable que para el entorno de la época estos planteamientos hayan significado un enorme avance en cuanto a frenos y controles previstos en la constitución y sus consecuencias casi “matemáticas”, debido a las fuerzas de las leyes y formas de gobierno planteadas por él. Para Hume, la reducción drástica de la discrecionalidad en los temas constitucionales y de gobierno era motivo suficiente para garantizar una buena gestión de gobierno, “incluso para los malvados, mirar por el bien publico”. En pocas palabras, bastaba una normatividad clara y bien concebida y una constitución que prevea o facilite el control de la gestión del gobierno para garantizar una buena gobernabilidad en el marco de un régimen “republicano y libre”. Esto me hace recordar también a Max Weber cuando se refiere a la racionalidad del derecho pactado u otorgado con arreglo a fines y/o valores, a ser respetados por los miembros de una asociación, y que la administración supone el cuidado racional de los intereses previstos por las ordenaciones de la asociación de acuerdo a las normas establecidas. Para Weber, Estado y empresa son esencialmente homogéneos, y así como el oficial superior atiende los asuntos de la guerra desde su despacho, el funcionario público decide acerca de las necesidades desde la administración. División del trabajo, competencias fijas, formalismo documental y superioridad jerárquica, son entre otros los factores de diferenciación y modernización del Estado, el ejercito y la empresa.

Doscientos años y cien años después de Hume y Weber, hoy en día, hablar de gobernabilidad y gobierno corporativo sin referirse a las prácticas implantadas por los líderes políticos en el gobierno y estilos de gestión a nivel de empresas sería incurrir en un enorme vacío. Una Constitución, normas claras, reglas y procedimientos precisos, estructuras organizacionales y técnicas de gestión adecuadas son elementos importantes pero no los únicos para una buena gestión de gobierno o gestión empresarial. Es el liderazgo político y empresarial el que toma un papel relevante y cada mes mayor en términos de gobernabilidad, y el Ecuador de hoy con todos sus problemas y amenazas (desempleo, emigración, inseguridad ciudadana, inseguridad jurídica, narcotráfico y narcolavado, corrupción, bajísima productividad, crisis de valores, déficit educacional, y otros) es la mayor prueba de ello, a pesar de las constituciones y abundante normatividad en todos los ámbitos después de 30 años continuos de “vigencia de la democracia”. Por finalizar la primera década del siglo XXI, estamos todavía muy lejos de aquel ciudadano virtuoso que Montesquieu consideraba indispensable para vivir bajo un régimen de derecho.

En las empresas modernas, se habla cada ves mas en términos de capital humano y de incentivos a la creatividad y productividad de este capital humano, promocionando al máximo el conocimiento explicito traducido en bienes y servicios para la comunidad o sociedad civil. Se repotencian las capacidades, se entrena y educa al personal, se inspira la interiorizacion de normas y la alineación conciente y voluntaria a la doctrina, principios y objetivos de la organización. En otras palabras, el estudio del liderazgo y la formación de líderes se convierte en una línea de acción cada ves más importante para las universidades, tanto en el campo de la política como en el campo de la economía y la administración. Y es en esa línea que formulamos entonces nuestra pregunta de investigación:

¿Bajo que condiciones el liderazgo que predomina durante los periodos presidenciales en América Latina es un liderazgo de conveniencia, arrivista, que busca mantener un status-quo para consolidar e incrementar privilegios y tratos diferenciados en el marco de la institucionalidad liberal democrática?

Se acusa a muchos periodistas, comerciantes, banqueros, académicos, empleados de gobierno y elites partidistas, de aplicar una filosofía política totalmente conformista y de no compromiso, salvo cuando hay intereses o coincidencia con los intereses del Gobierno de turno. Las divergencias se solucionan por acuerdos y compromisos que ceden participación a los grupos en conflicto sin tomar en cuenta los intereses de la colectividad. En tal contexto, la integración social y las aspiraciones comunitarias son relegadas solamente para el discurso ideológico e intervenciones públicas, para el buen marketing político, pero en la realidad, este tipo de liderazgo no tiene norte, carece de misión y compromiso social, tampoco señala una meta o un programa político claro que tracen una trayectoria de gestión en función de los intereses de la comunidad.

¿Es una realidad este tipo de liderazgo fundamentalmente “comodín”, que trata de acoplarse con las fuerzas en disputa y se adapta a las circunstancias? Se lo caracteriza sin personalidad propia, evasivo o distante, quejoso y aparentemente inconforme, pero carente de planteamientos o de un proyecto político que transparente su condición y legitime su acción, de ahí su falta de Responsabilidad Social. Se lo critica por la ausencia de un modelo económico y de políticas que incentiven e impulsen la productividad y el uso eficiente de los recursos de la comunidad, de ahí su falta de Responsabilidad Económica. En definitiva, es un liderazgo decadente que se aferra a rangos y privilegios sin más meritos que apelar a la tradición y la herencia, sin referencia alguna al trabajo, la formación, el esfuerzo, o la meritocracia.

Este tipo de liderazgo, tal como lo hemos vivido y sufrido en América Latina, busca esencialmente la satisfacción de los actores más que el bien común, y se declara por principio, enemigo de la excelencia. Toda acción e influencia sobre los demás, tiene como sola finalidad la acumulación de poder, para consolidar la autoridad que confiere el cargo y obtener mayores beneficios personales o de grupo, al mínimo esfuerzo posible. A largo plazo, se busca sencillamente reproducir las relaciones de poder. Basta con analizar las crisis tan frecuentes, las cifras de crecimiento económico y redistribución del ingreso, el desempleo, la calidad del gasto publico y las condiciones físicas de los sistemas de salud y sistemas educativos para presumir enfáticamente que existen indicios de verdad en tales aseveraciones. Aun mas, es un liderazgo cínico o procaz que no vacila en sacar provecho de las desgracias que él mismo provoca, llámense estas desempleo o emigración masiva.


No debe extrañarnos entonces que medios de comunicación respetables como El Comercio de la ciudad de Quito, opinen que “La Babel se Construye en Sudamérica”, y que países como Ecuador causan desconcierto por la falta de una estrategia nacional, agregando que existe una mezquina confusión entre intereses de gobierno y una política de estado: “En América Latina la situación no puede ser mas caótica. Cada estado, en la coyuntura de su gobierno se empeña en experimentos políticos de impredecibles consecuencias”. (El Comercio, 22 de agosto del 2004. Quito, Ecuador. )

Nuestros lideres no interiorizan que el Estado es también una realidad político-administrativa, y como tal, una ves que un partido político accede a dirigir los destinos de un país mediante la institución del sufragio, es su obligación gobernar en forma consistente y coherente con las aspiraciones y visión que la comunidad tiene de la sociedad global. Es mas, Se supone que el programa político del partido que obtiene la preferencia electoral es el que mejor responde a esta concepción de la comunidad, pero todos sabemos que esto no es necesariamente así, y que los fenómenos electorales están correlacionados con otros tipos de estímulos clientelares que nada tienen que ver a veces con la ideología o con el bienestar de las grandes mayorías.

Lamentablemente, la popularidad, el respaldo y la legitimidad de un gobierno sí está estrechamente vinculada a la atención que este gobierno proporcione a “ciertas” aspiraciones de grupos de interés (política crediticia, aranceles, política cambiaria y otros) o grupos comunitarios (bono de la pobreza, vivienda popular focalizada, instalaciones deportivas), que son mucho mas sensibles a los beneficios de corto plazo que a la consistencia ideológica y programática de un partido y soluciones de largo plazo, de ahí el peligro y las consecuencias negativas de las políticas clientelares y populistas. De ahí también la ausencia de políticas de Estado a largo plazo buscando superar las barreras del subdesarrollo, dando prioridad al discurso y promesas demagógicas que reproducen las relaciones de poder.


¿Bajo que condiciones la conformación de un nuevo liderazgo hasta hoy podría cambiar la realidad política, económica y social de los países latinoamericanos?

Lo anterior, es una triste realidad que tiene que cambiar mediante la educación y formación cívica de nuestros jóvenes estudiantes, de nuestros pueblos, como una labor titánica que debe enfrentar la sociedad en general y nuestra Universidad en particular, con mallas curriculares al tiempo con la modernidad, para convertir a la sociedad civil en un verdadero sustento de la sociedad política, orientando y controlando la acción de gobierno mediante una inteligente y constante militancia política comprometida. Esta identificación solidaria con la acción política desde la sociedad civil es lo que proporciona constancia y vigor a la acción de los poderes públicos a través de sus líderes. Identificación solidaria que no debe convertirse en simple acatamiento mecánico de la voluntad popular, puesto que el dialogo y la comunicación constante es fundamental para la redefinición constante del programa de gobierno, por efectos de la misma dinámica social y del mundo globalizado en permanente evolución.

Reconocer las necesidades sociales, definir sus patrones de comportamiento y patrones de consumo, establecer los requisitos de la población y fijar la normatividad para la entrega de beneficios, de bienes y servicios públicos, diseñar una administración ágil y descentralizada para atender a la colectividad y receptar sus opiniones e impresiones, administrar eficaz y eficientemente los recursos de la comunidad, todo este proceso continuo nos permitirá diseñar y rediseñar un programa político realista y dinámico que incorpore los cambios del entorno, y cumpla con las exigencias de calidad de nuestros ciudadanos, para obtener así la legitimación y respaldo que todo gobierno requiere permanentemente. Por otra parte, son los recursos sociales los que se invierten mediante la formulación de una estrategia política y económica que optimice el grado de satisfacción y bienestar de la población, utilizando el mínimo de capital y maximizando esfuerzos por parte del estado, para lo que se requiere actuar con un gran sentido de Responsabilidad Económica.

Esta combinación de motivaciones racionales y capacidad de gestión es lo que hace especialmente difícil y delicada la función publica, en sus instancias política y administrativa, puesto que el hombre de estado debe demostrar capacidad política y administrativa para formular la estrategia adecuada e impulsar la realización de objetivos y metas claras y legitimas, pero además, superar los conflictos que se originan por la competencia política y falta de cooperación que existe en la burocracia estatal y la eterna disputa por disponer de recursos escasos, olvidando o ignorando las razones por la que desempeñamos una función y la finalidad de nuestras organizaciones publicas. Hablamos entonces de luchar en contra del “circulo vicioso de la burocracia”.

Son precisamente estas distorsiones de la coherencia institucional las que deben ser rectificadas y evitadas, mediante un liderazgo enérgico y permanente, que enderece a tiempo cualquier decisión estratégica equivocada como resultado de estas maniobras políticas, pero que sepa proyectar con inteligencia, dedicación y ejemplo, cual es la visión que tenemos de nuestra sociedad del futuro. En definitiva, nuestros lideres políticos deben aspirar a la “calidad total” en el diseño de sus programas políticos, en la acción administrativa para la entrega de beneficios y provisión de bienes y servicios, en los requerimientos de las bases electorales, en las aspiraciones de la población en general, y en el control de los recursos sociales que el poder publico utiliza.

Hacia donde queremos llevar nuestros países, que esperamos de nuestros gobiernos, como lograr que nuestros deseos se hagan realidad, cuales son los pasos que tenemos que dar para alcanzar esa visión de futuro, con que recursos contamos para ello y como distribuirlos, quienes están mejor preparados para dirigir nuestro destino, como interpretan ellos nuestro proyecto futuro, que podemos hacer para comunicar bien nuestras ideas; esta es la calidad del dialogo que debemos entablar entre la comunidad y nuestros lideres. Enriquecido el capital cultural con este tipo de comportamiento, interiorizados en el inconsciente colectivo estas normas y valores (como las mejores y los superiores), es la sociedad la que se convierte en nuestro catecismo político, en nuestra guía, en nuestro sustento moral, y su reconocimiento es lo único que otorga legitimidad a nuestras actuaciones.

Esta consistencia entre “cultura social” y acción política es lo que evita precisamente la fracturación que históricamente ha causado tanto retrazo en nuestras sociedades, cuando predomina el interés grupal, que a la larga, no solo afecta a la sociedad en su conjunto, sino que también perjudica los propios intereses de quienes promueven la irracionalidad política y social.