Nuestro trabajo defiende la tesis que la cooperación se ha convertido en un factor de supervivencia global ante las amenazas que surgen del comportamiento egoísta e hiperrealista de los Estados desarrollados. La miseria generalizada y el deterioro del medio ambiente son dos ejemplos representativos de los peligros que surgen para la especie humana y la interdependencia y vulnerabilidad de los Estados no excluye ni a ricos ni a pobres. El liderazgo hegemónico de Estados Unidos, su ya tradicional noción de superioridad moral y su misión deliberada de desplegar bondades en el mundo, han demostrado ya su incapacidad para derrotar la pobreza global, al terrorismo y al crimen organizado conexo; Surgen nuevas amenazas globales.
Hace falta mucho mas que la liberación de los mercados y la implementación de estrategias securitizadoras dentro de la agenda estadounidense para controlar a los Estados rogue y destruir a los “malhechores” (Nashira Chávez, 2007). De ahí una nueva concepción de la cooperación o cooperación global.
Realismo clásico
De acuerdo a la tradición realista clásica, la actuación del Estado viene determinada por el propio sistema (equilibrio de poder) con independencia de su ideología. Los Estados tratan siempre de incrementar su poder, su poder económico y su poder militar. El segundo elemento clave del realismo es la noción de interés nacional, definida en términos de poder económico y militar que se identifica con la seguridad del Estado (Kenneth N. Waltz, 1988). De acuerdo a esta tesis, los constantes barzoneos en América latina entre modelos intervencionistas, nacionalistas y neo-liberales con todas sus consecuencias (entre ellas, el desempleo y la emigración masiva de los ciudadanos tercermundistas que reaccionan ante la tragedia nacional) no son mas que ajustes necesarios dentro del contexto internacional de acuerdo a los intereses del liderazgo hegemónico, sin importar las inclinaciones o preferencias políticas de las comunidades locales.
Al parecer, el sistema internacional anárquico de los realistas se nos muestra extraordinariamente consecuente con los intereses de los Estados poderosos, con la lógica del poder duro y del poder blando del que nos habla Nye en su ultima obra (Joseph S. Nye Jr, 2003), y tal como lo sostiene Robert Cox, la teoría actúa a favor de alguien y con un propósito especifico (Robert Cox, 1981). Bajo estas perspectivas y enfoques, se explica claramente la actitud egoísta de los estados hegemónicos, el origen de su riqueza y su poder, y la pobreza de los Estado débiles.
De acuerdo a la perspectiva realista, las negociaciones en DOHA, por ejemplo, no pueden alterar las políticas internas de los grandes poderes ni contravenir las restricciones comerciales domesticas de la agenda estadounidense, y mientras se siga intentando conseguirlo, las negociaciones seguirán fracasando. Los Estados desarrollados buscaran mejorar su posición hegemónica en el contexto internacional, y en consecuencia, los principios y normas del régimen internacional de comercio serán interpretadas de acuerdo a este principio del interés de los Estados, como primera prioridad, no obstante las contradicciones que se crean y los perjuicios que se puedan ocasionar a los otros Estados.
En pocas palabras, de acuerdo al enfoque realista, la cooperación en términos generales y en el marco de la Organización Mundial de Comercio, tendría sentido siempre y cuando los beneficios de la cooperación mantengan o mejoren la posición hegemónica de los Estados desarrollados, como en el caso de los derechos de propiedad intelectual.
Neo-realismo
Cuando nos referimos al neo-realismo, nos remitimos a los conceptos de Kenneth Waltz (WALTZ, K, 1979) sobre los condicionamientos sistémicos, los Estados y dominio del poder (Kenneth N. Waltz, 1988), al programa de investigación estructural modificado por Keohane (Keohane tomó como base el Programa de Investigación Científica (PIC) de Imre Lakatos) y sus premisas sobre la cooperación (Robert O. Keohane, 1988) y la compatibilidad de las premisas realistas con las liberales (cooperación), diferenciando “cooperación” de “armonía de intereses” (Robert O. Keohane, 1988). Sin embargo, para el institucionalismo de Kehohane, los Estados y la “distribución de poder” del realismo sigue siendo importante (Robert O. Keohane, 1988) y las ganancias o beneficios de la cooperación dependen de la fortaleza de los agentes y sus recursos para sacar provecho de tales interacciones (Robert Keohane, 1988.
En consecuencia y de acuerdo a la visión neo-realista y su premisa del poder como principal categoría analítica de la teoría, las negociaciones y el fracaso de DOHA se explican por la renuencia de los países débiles a conformarse y aceptar las propuestas y condicionamientos del gran poder, y no permitir que las ganancias de la cooperación beneficien a los que concentran el poder, como debería ser, según ellos, ya que la política internacional se dicta desde el poder y responde a la lógica de la distribución del poder.
Por otra parte, en relación a los regímenes internacionales, es evidente que el comportamiento cooperativo permite que los regímenes internacionales funcionen de acuerdo a sus principios, normas y reglas de comportamiento, y es también evidente que tales regímenes podrían operar en beneficio de los Estados y comunidad internacional siempre y cuando exista este comportamiento cooperativo. Los regímenes internacionales podrían perfectamente operar sin generar contradicciones y desigualdades en la aplicación de los acuerdos, pero para ello, los Estados deben despojarse de sus principios realistas y promover los beneficios democráticamente compartidos como primera prioridad de la cooperación internacional, de lo contrario, o se coopera por sumisión o acatamiento al poder hegemónico, o las negociaciones y funcionamiento del régimen se estancan o paralizan cuando los Estados pobres pero mayoritarios se oponen a continuar con las negociaciones, como sucede actualmente en la Organización Mundial de Comercio.
En conclusión, el neo-realismo nos muestra como los regímenes internacionales pueden funcionar a base del comportamiento cooperativo de los Estados y reforzamiento de la cooperación para la cooperación, sin embargo, reconocen también que los regímenes responden a las relaciones de fuerza y no al interés global, y tampoco están exentos de los condicionamientos estructurales que los producen. Por tanto, el concepto de cooperación neo-realista difiere enormemente del concepto de cooperación tal como se define al final de este trabajo.
¿Fracasa el hegemonismo a ultranza?
Durante Su campaña electoral, George W. Bush negaba tajantemente su tendencia unilateralista hegemonista. Insistía en que la primera inclinación de Estados Unidos era de retirarse al amparo de una orgullosa torre de proteccionismo y aislamiento (Roberto Montoya: 2003), pero, a renglón seguido, el mismo candidato citaba los peligros que esta posición podía significar para la seguridad e intereses de los Estados Unidos. En esta línea de pensamiento, Bush alertaba sobre los peligros que significaba unos Estados Unidos ausentes para promover arreglos y soluciones entre viejos rivales con muy antiguas ambicione, lo cual generaría caos y violencia, y el fin trágico de aliados y visión del mundo de los propios estadounidenses. En tal virtud, tal vacío dejado por una retirada de Estados Unidos sería inconcebible, provocaría desafíos al propio poder de Estados Unidos y el resultado a largo plazo, sería un Estados Unidos estancado, rodeado y amenazado por un mundo violento(Roberto Montoya, 2003).
Una vez en el poder, esta última sería la postura del gobierno del Presidente Bush reflejada en acciones y decisiones posteriores en materia de política internacional. El 6 de mayo de 2002 el gobierno retira su firma del tratado internacional para la creación de la Corte Penal Internacional. La cancelación de la deuda pendiente con Naciones Unidas se completa una ves que la ONU y el Consejo de Seguridad aprueba una histórica resolución que obliga a 189 países miembros de la organización a combatir las organizaciones terroristas en todo el mundo según una lista preparada por el Pentágono y el Departamento de Estado. En el año 2001 el Presidente Bush se niega a ratificar el Protocolo de Kyoto sobre el Clima, argumentando que afecta las costumbres y el uso de energía de los norteamericanos (Roberto Montoya, 2003). Adicionalmente, Siguiendo la misma línea de política hegemonista internacional, el gobierno de Estados Unidos se ha negado a firmar la Convención de Basilea para controlar la producción y manipuleo de residuos peligrosos, anuncia su decisión de abandonar el Tratado de Misiles Balísticos (ABM), y de apoyar más bien el Escudo Antimisiles.
Finalmente, La Convención Sobre Armas Biológicas que había sido ratificada ya por 143 países fue boicoteada por el propio negociador de Estados Unidos ya que dicho acuerdo podría poner en riesgo la seguridad nacional e información confidencial empresarial (Roberto Montoya: 2003) y, aunque la lista de ejemplos es muchísimo mas amplia, los Estados Unidos arremeten en contra del Libre Comercio, imponiendo restricciones a la importación de productos europeos (embutidos, quesos y patés) originándose una guerra comercial cuando estos países afectados iniciaron una campaña en contra de la comida basura (Roberto Montoya: 2003).
Los resultados de la última intervención en Irak ya los conocemos. Y los costos de la alianza estratégica con Israel también están a la vista. Meses después de la llegada de Sergio Vieira de Mello a Irak como enviado especial de las Naciones Unidas, la seguridad del país se encontraba fuera del control de las tropas estadounidenses y británicas. De Mello informó al Consejo de Seguridad acerca de la situación, indicando sobre una situación conflictiva y extraña, ya que el conflicto había terminado, pero hechos hostiles se sucedían a diario bajo ocupación militar (Nancy Soderberg: 2005). Según expertos como Nancy Soderberg el experimento de los hegemonistas había fallado en Irak y la justificación principal para la guerra, las armas de destrucción masiva, resultó ser una ficción (Nancy Soderberg: 2005).
Según Robert D. Kaplan, refiriéndose a Maquiavelo, los hombres buenos inclinados a hacer el bien deben saber ser malos puesto que este mundo se caracteriza por la imperfección y el egoísmo. Y, añade, la virtud tiene poco que ver con la perfección individual y mucho con el resultado político. Así, para Maquiavelo, una política se define no por su excelencia, sino por su desenlace, pues, para ser virtuosa tiene que ser eficaz (Robert D. Kaplan, 2002). Bajo esta perspectiva radicalmente realista, es bastante aventurado calificar la política hegemónica unilateral de Estados Unidos como virtuosa, ya sea por su eficacia o por su pureza, ya que la amenaza persiste y prospera, tecnifica sus procesos de gestión y ramifica sus influencias. Osama Bin Laden podrá algún día desaparecer, pero no el terrorismo brutal y despiadado que podría permanecer entre nosotros diez o cincuenta años más, lo que podría barrer con el conjunto de actores o muchísimos actores internacionales.
En consecuencia, un Estados Unidos que continúe relacionándose con el mundo por la vía de una afirmación unilateral de que él representa la civilización, ya sea que lo haga bajo la forma de una retirada aislacionista o de un intervencionismo activo, no podrá vivir en paz ni con el resto del mundo ni consigo mismo, pues estará siempre expuesto a una amenaza global sin referencia geográfica única y especifica, que no conoce fronteras, ni mantiene lealtades nacionales, ni reconoce soberanía de un estado en particular.
Terminada la segunda guerra mundial y durante el período de la guerra fría, la cooperación hacia América latina y los modelos de desarrollo implementados buscaron favorecer la venta de productos manufacturados norteamericanos y bienes de capital y canalizar inversiones rentables y seguras al amparo y protección de los gobiernos locales. Otros de los objetivos reales de la cooperación estaban condicionados por la política de contención aplicada por los Estados Unidos para impedir la expansión soviética dentro de sus áreas de influencia, siendo América latina un área critica bajo control norteamericano. Hoy en día, después de sesenta y cinco años, la superioridad de las empresas estadounidenses se enfrenta a una competencia muy grande, principalmente de las empresas de sus aliados más cercanos, y el surgimiento de grandes potencias como la China. A resultas de eso, el proyecto político mundial de Estados Unidos ya no es respaldado incondicionalmente ni siquiera por sus aliados mas cercanos, sobretodo debido a la desaparición de la Unión Soviética y lo que en este momento queda es la superioridad militar (Immanuel Wallerstein. 2006).
Durante los años cincuenta y sesenta la aplastante superioridad económica y militar de Estados Unidos terminó sin contratiempos cualquier conato de desviación de la política de la contención en América latina. Sin embargo, en la década de los setenta, luego de la intervención en Chile y la derrota en Vietnam, el dominio estadounidense de la economía mundial se había reducido drásticamente. La realidad geopolítica había cambiado. El gobierno estadounidense ya no pudo seguir concentrándose en la expansión y mas bien se concentró en la preservación de su poder económico y militar (Immanuel Wallerstein. 2006). La década de los setenta es la década de muchos obstáculos para la hegemonía norteamericana: los modelos militaristas nacionalistas en América latina, el desarrollismo y la teoría de la dependencia impulsada por Prebisch y la CEPAL, el alza de los precios del petróleo y su impacto en la economía norteamericana, la perdida en Vietnam, el colapso del patrón oro, la crisis fiscal, el auge exportador de Europa y Japón y los movimientos revolucionarios de izquierda en Centro América. Posteriormente, Estados Unidos lanza con sus aliados una contraembestida en términos globales, con la agresiva afirmación del neo-liberalismo y del llamado Consenso de Washington, la transformación del GATT (General Agreement of Tariffs and Trade: Acuerdo General de Tarifas y Aranceles) en la Organización Mundial de Comercio, y la liberación del mundo global de acuerdo a sus términos y conveniencias. Todo esto provocó un desmantelamiento de las políticas “desarrollistas” por todo el mundo y en particular en las zonas periféricas de la economía-mundo con las consecuencias que ya conocemos (Immanuel Wallerstein. 2006).
La situación cambia también con el colapso de la Unión Soviética y se inicia una era de política exterior hegemonista unilateral que se manifiesta de diferentes maneras y en diferentes ámbitos, como es el caso de la Alianza del Atlántico Norte (transformada en instrumento de política exterior estadounidense), o la negativa de ratificar el tratado de Kyoto y la Corte Penal Internacional. La política exterior de Estados Unidos regresó a la época de Theodore Roosevelt (Helmut Schmidt, 2006). Los Estados Unidos ya no necesitan ese otro pilar al otro lado del Atlántico para frenar el poder soviético y los mismos europeos se sienten potencial y directamente agredidos por las actitudes norteamericanas en el ámbito internacional (Irak, Guantánamo). Todo parece indicar que con la elección de Barak Obama si habrá cambios en la política estadounidense, pero no se ven por el momento.
Otra de las causas para aplicar una política hegemónica unilateral es la preocupación energética. Para garantizar las reservas de petróleo localizadas en zonas de conflictos bélicos agudos, será necesario la intervención militar casi permanente para proteger a los productores extranjeros y controlar los regímenes existentes en esas áreas del mundo, no importa si son democráticos o monárquicos absolutistas. Difícilmente los Estados Unidos querrán cooperar o competir en materia energética cuando pueden aplicar poder duro para garantizar el suministro de petróleo. La pregunta es: ¿que teoría podrá vender este tipo de fundamentalismo americano de signo religioso y cuasi religioso? (Helmut Schmidt, 2006).
La paradoja.
¿Por qué los países más ricos podrían estar interesados en cooperar con aquellos que son pobres? La respuesta hoy en día no puede ser la misma de la que fue antes del 11 de septiembre, y no puede ser lo mas paradójica y aparentemente contradictoria, pero no menos oportuna en función de las amenazas del siglo XXI: precisamente, porque las amenazas a la seguridad de Estados ricos y pobres no tiene nacionalidad, ni está circunscrita al control de un solo Estado, ni se identifica con ningún Estado. La pobreza, la violencia, las epidemias, el recalentamiento global, el narcotráfico, el narcolavado, los conflictos religiosos y étnicos y el terrorismo internacional, crean una vulnerabilidad global de hecho que solo puede ser compensada y combatida a través de la cooperación internacional para que sea eficaz (y esto incluye a la OMC), ya que dicha amenaza se encuentra diseminada a nivel mundial y tiene que ser abordada mediante soluciones globales que obligan a la cooperación.
Hoy en día, paradójicamente, los países están vinculados globalmente a los mismos problemas y tal interdependencia ante la amenaza no requiere de la voluntad de los Estados para crearla, pero si para combatir este nuevo tipo de amenaza. Está ahí y los mantiene vinculados y atados aún en contra de su voluntad, y esa interdependencia ante el peligro constituye un eficiente factor de cooperación para la creación o reorganización y fortalecimiento de diversos regímenes internacionales, entre ellos, la Organización Mundial de Comercio, por supuesto.
Para un realista, no existe tradicionalmente ninguna razón para la cooperación, puesto que no había que someter lo que se encontraba sometido, ni los países pobres representaban peligro alguno para alterar el balance de poder existente, ni existía justificación para ceder ante sus reivindicaciones comerciales. En lo que respecta a la Cooperación Internacional entre países grandes y pequeños y la liberación comercial en el marco de la OMC, para los realistas y neo-liberales esta se viabilizaba solo bajo una perspectiva gramciana de hegemonía, ya sea por la vía del convencimiento y la adhesión, o por la presión, siempre en la perspectiva de garantizar sus intereses en esta materia, lo cual generó disconformidad, resistencia y oposición en la Ronda de negociación de DOHA, y ha conducido al estancamiento del proceso negociador. Pero los acontecimientos del 11 de septiembre nos enfrentaron ante otra perspectiva y visión del mundo que se encontraba casi oculta, y se presenta ante nosotros otra dimensión de la interdependencia y necesidad de cooperación que no solicita autorización ni voluntad de los Estados, pero si los obliga para combatir la amenaza.
Del campo de lucha a la interdependencia compleja: ¿hacia la cooperación racional ante la amenaza global?
Nuestro enfoque teórico de la interdependencia compleja y la necesidad racional de cooperación va mas allá del realismo clásico hobbesiano en perpetuo estado de guerra y ejercicio del poder y la coerción, y trata de superar la concepción racionalista que sustenta las practicas cooperativas, es decir, las instituciones y normas comunes derivadas del calculo y la conveniencia utilitaria únicamente en función del interés nacional.
Bajo esta nueva perspectiva, el régimen internacional tiende, pues, a resaltar o privilegiar mas la dimensión cooperativa, sobretodo después del 11 de septiembre, para combatir las amenazas globales (el narcotráfico, el narcolavado, el terrorismo y el crimen organizado conexo), lo cual, nos lleva a una nueva concepción de la amenaza terrorista y una nueva problemática de seguridad que supera el marco nacional o regional y se extiende a lo global, y en consecuencia, se modifica el espectro de la cooperación. En efecto, es esta nueva categoría de terrorismo transnacional en alianza con el crimen organizado y sus delitos conexos, la que se caracteriza por ser una organización desterritorializada y transnacionalizada, clandestina y con financiamiento ilegal, sin guardar lealtad a un territorio o Estado en particular (Marcelo Saín, 2003).
Bajo la argumentación anterior, el concepto de cooperación global e interdependencia compleja superan el debate neo-realista y el argumento neo-liberal, y en consecuencia, cualquier régimen internacional, incluido el régimen de comercio, debe implicar muchísimo mas que una negociación estrictamente comercial y debe vincular (vincular, no mezclar) a muchos otros aspectos de la agenda internacional. ¿No existe acaso relación entre la pobreza y la amenaza global? La cooperación para la cooperación nos lleva a superar las zonas tradicionales de acuerdo y conformar lo que se conoce como una agenda integrativa de negociación que permita ampliar la zona de acuerdo pasando de una relación distributiva o suma-cero caracterizada por las relaciones competitivas entre actores, a una relación cooperativa en donde la ampliación de la agenda haga posible que cada actor reciba algo de valor relativamente mayor a cambio de la cooperación sobre distintas materias(Benigno Alarcón Deza, 2002).
Bajo el enfoque de la cooperación global un régimen comercial es mas que un asunto de comercio, y la cooperación trasciende el interés individual para volverse una necesidad global, ya que el éxito de la cooperación en materia comercial tiene consecuencias en el crecimiento económico de los países, crecimiento de la riqueza y del ingreso nacional, erradicación del desempleo, eliminación de la pobreza, reducción de la emigración, y reducción de los incentivos para cooperar con el crimen organizado y el terrorismo global:
“la falta de oportunidades laborales, la reciente caída del precio internacional del café y la reducida viabilidad económica para las actividades agropecuarias de la población fronteriza han forzado a los ecuatorianos a cruzar temporalmente la frontera en búsqueda de empleo en la narcoindustria colombiana. La pobreza ha empujado a muchos campesinos hacia un negocio ilícito”….”Los constantes programas de ajuste estructural y medidas gubernamentales poco acertadas en el manejo económico no generaron crecimiento, bienestar y una calidad de vida digna para la población. Al contrario, la desigualdad social, los altos índices de pobreza, desempleo, marginación y exclusión, junto con problemas de corrupción endémica, configuran definitivamente un panorama desalentador para la sociedad ecuatoriana”….”No obstante, la política de Estados Unidos hacia Ecuador continua enfocada en el control de drogas y el conflicto colombiano, con poca atención al impacto desestabilizador de estas políticas dada la fragilidad del sistema político. No logra reconocer que la principal amenaza a la seguridad de Ecuador y, por lo tanto, a los intereses de Estados Unidos, son los niveles constantes de pobreza e inequidad, la incapacidad de fortalecer la institucionalidad democrática y la continua inestabilidad política” (Freddy Rivera Vélez, 2005: 289-292).
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