martes, 19 de octubre de 2010

CHILE, TRAGEDIA Y REFORZAMIENTO DE LA IDENTIDAD NACIONAL


Hace ya un par de años, mientras hacia mis estudios de maestría, me topé con un interesante escrito de Miroslav Hroch acerca de la construcción de la identidad nacional y la evolución del grupo étnico a la nación moderna. El enfoque de Hroch combina diferentes estados, factores y procesos partiendo de la comunidad étnica, hasta llegar a la configuración del Estado-nación como resultado de un proceso histórico complejo de conformación de la identidad nacional (Hroch, 1994).

Partiendo de la comunidad étnica, cuya existencia se manifiesta por factores objetivos (cultura, lengua, valores, creencias, delimitación del otro, fronteras comprobables y reconocimiento de lo exterior), Hroch define la identidad nacional como un proceso psicológico dinámico, determinado social, política y culturalmente, que se manifiesta por una serie de transformaciones que remueven antiguos lazos, lealtades y seguridades, que a su ves crean en el individuo la necesidad de identificarse con el macrogrupo o nación o con una magnitud superior (Hroch, 1994).

Al hablar de un proceso sicológico dinámico al definir la identidad nacional, Hroch se refiere entonces a procesos de cambio (en las formas de integración social, en los modos de producción, en las lealtades y alianzas) o de transformación social que generan crisis de identidad y a su ves generan nuevas proyecciones de identidad nacional, declaradas abiertamente como una meta consciente, en un llamado nacional o programa político que con la aceptación de las masas se institucionaliza como una nueva identidad. La presencia de ambos factores, objetivos y sicológicos, de acuerdo al enfoque de Hroch, son indispensables para hablar de una identidad nacional, como un factor determinante para el surgimiento del Estado nación, caracterizado por la existencia de un Estado propio, una clase “gobernante”, con literatura culta y lengua propia (Hroch, 1994).

En función de lo anterior, fue el predominio de una misma lengua, de una misma religión, de una mayor diferenciación y delimitación de fronteras culturales, la fortaleza de los deseos y representaciones comunitarias, la visión y objetivos comunitarios y la existencia de una conciencia nacional, lo que facilitó el surgimiento del Estado nación, mas aún cuando existe un poder político que se impone por encima de consideraciones étnicas e institucionaliza las fronteras, de ahí la tendencia manifiesta hacia el Estado nación monoétnico.

En nuestra opinión, el proceso descrito y los supuestos presentados se encuentran respaldados y muy bien ilustrados  en la crisis generada por el desarrollo manufacturero, financiero y comercial de los siglos XIV, XV y XVI. En efecto,  la aparición de nuevos grupos de interés, el surgimiento de nuevas actividades comerciales y nuevos valores, la evolución del Derecho (cambios en los tipos de solidaridad de Durkheim, mecánica a dinámica, derecho represivo a derecho cooperativo) el proceso de cambio liderado por la monarquía y el proceso de adaptación de la nobleza (que pasó a desempeñar cargos remunerados en la nueva administración del Estado),  generaron un proceso de cambio donde predomina claramente los  factores económicos y político sobre factores étnicos y religiosos. Esto será confirmado nuevamente en la era de Richelieu, primer ministro de Francia de 1624 a 1642, cuando  consagró el principio de la “razón de Estado” (raison d´état) como principio predominante en las relaciones internacionales, por sobre consideraciones de orden religioso o de cualquier otra índole, consolidando la Monarquía absoluta y sentando bases para el Estado nación moderno.

En cuanto al enfoque teórico del autor, a nuestro criterio, percibimos  argumentos de orden durkheimianos estructuralistas cuando se mencionan ciertos condicionamientos objetivos, y weberianos cuando se habla de la necesidad de identificación con magnitudes superiores para potenciar el cambio, e incluso del poder de los símbolos en el “llamado nacional” paras obtener la aceptación de las masas. En efecto, La sociología weberiana no abdica del objeto ni  tampoco del sujeto. Utiliza la razón, sin desconocer la base irracional en que se asienta (imaginación, inspiración, pasión, intereses), tratando de conocer la realidad sin aspirar a confundirse con ella. Pensamos que es en esta línea y en este sentido que los seres humanos se aferran o se identifican con diversos objetos y su representación simbólica, aunque con distinta intensidad,  tal como lo sugiere Hroch.

La referencia del artículo y toda la hermenéutica desplegada en páginas anteriores surge a raíz del drama humano vivido en Chile durante el rescate de los mineros en la mina San José, cercana a la ciudad de Copiapó. El mundo entero fue testigo del profesionalismo, entereza, transparencia, sinceridad, frontalidad, determinación y liderazgo con que las autoridades chilenas con su presidente al frente manejaron el proceso de rescate. Durante mas de dos meses, Chile entonó la misma melodía solidaria, la televisión ofrecía una posición de acceso privilegiada a la verdad de los acontecimientos, dejando una clara sensación de que la sociedad estaba organizada bajo centros elevados, con un presidente, ministros y cuerpo de rescatistas revestidos de heroísmo, ejemplaridad, y una extraordinaria confianza personal en la figura “del llamado”.

El proceso y circunstancias descritos, el valor del liderazgo político, los programas de rescate y el respaldo político desplegado, han contribuido indiscutiblemente a la consolidación de una identidad nacional chilena reflejada en la agitación nacional, el respaldo de las masas y los esfuerzos mancomunados y conscientes encaminados a un fin especifico. No quedan dudas acerca de una identidad reconstruida y reconocida a nivel nacional e internacional, reforzada y repotenciada  por el macrogrupo, en reconocimiento a la capacidad  técnica y política del mandatario y su equipo y por sus magnitudes superiores atribuidas.



Coincido entonces plenamente con Hroch, en que las iniciativas y acciones individuales y colectivas, aun dentro de ciertas limitaciones estructurales, pueden concretar cambios de gran magnitud en los procesos de crisis y configuración de identidades nacionales,  pese a las condicionantes estructurales. Todo depende del liderazgo, una acertada conducción de la energía social y control del vigor colectivo.

HARRY MARTÍN DORN HOLMANN
PROFESOR
DIRECTOR ACADEMICO DE CARRERA
CIENCIAS POLITICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES
UNIVERSIDAD DE LOS HEMISFERIOS

BIBLIOGRAFÍA
Hroch Miroslav. “La construcción de la identidad nacional: del grupo étnico a la nación moderna” en: Rev. Occidente, N°162, Madrid, 1994, pp. 45-60.

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