A Propósito de Intereses, de Valores e Integridad
Harry Martin A. Dorn Holmann
Muchos comparten la opinión
que la política exterior de Estados Unidos ha estado llena de contradicciones y
que la visión cortoplacista de los funcionarios que la han manejado ha tenido
consecuencias funestas para la nación americana. Acepto en parte el argumento
del aislamiento en el cual se mantuvo ese país durante muchísimos años; pero
hoy en día la realidad es otra, y la dualidad política o el doble discurso, ha
significado grandes beneficios para la industria nacional y grandes pérdidas
para la nación americana y el mundo, a pesar de los grandes beneficios para
ciertos grupos empresariales que impulsan políticas y acciones
intervencionistas, a pesar de la arraigada concepción de libertad y democracia
que existe en el pueblo norteamericano. No en vano la admiración de Tocqueville
hacia esa nación en su famosa y ya clásica obra “La Democracia en América”.
Durante los
últimos setenta años, luego de la experiencia fatal de los sistemas
totalitarios y con el impulso de los regímenes democráticos, el ser humano se
concebía en la capacidad de forjar su propio destino tomando decisiones
inteligentes y sabiendo definir exactamente el futuro de sus comunidades. Era
una especie de recuperación por segunda ocasión de la mayoría de edad de la
humanidad, tal como sucedió a raíz del Renacimiento y valoración de las
facultades del ser humano, especialmente de su capacidad de razonar. De ahí el
rechazo a toda forma de autoritarismo por un lado, e impulso y promoción de la
cooperación hasta el más alto nivel de la integración política, por otro,
reivindicando libertades y derechos y de sentirse
iguales. Mayo del 68 fue una de las grandes manifestaciones de ese rechazo
al autoritarismo, de la defensa de la democracia, de limitar el
intervencionismo estatal en detrimento de las libertades y derechos de las
personas, como reconocimiento de esa capacidad aristotélica de autorrealización
que tiene el hombre, utilizando el poder de la razón y su libertad para escoger
su propio bien, así como la facultad de conocer y practicar la virtud, como
medio de alcanzar nuestra felicidad. “No se trata de observar la historia, pues
somos artistas de nuestro propio destino”, era el mensaje.
Lamentablemente, el respeto a la autodeterminación
de los pueblos sufre precisamente de esta visión dual y conveniente según los
beneficios y costos que el respeto del principio implica para las grandes
potencias. Y esto se aplica para Rusia, los países europeos y los Estados
Unidos. Por ejemplo, alrededor de 1930, la
participación directa de la infantería de marina en el conflicto Nicaragüense
en contra de Augusto César Sandino duró algunos años. Luego el gobierno
norteamericano apoyó decididamente al Régimen Somocista hasta la llegada del
presidente Carter al poder y la caída de Anastasio Somoza D. en 1979. Estados
Unidos de Norteamérica participó activamente en la organización de la Guardia
Nacional de Nicaragua; ellos fortalecieron el régimen dictatorial Somocista y
ellos mismos tuvieron que darle las espaldas cuando la inseguridad y la inestabilidad
se apoderaban de la región centroamericana. Una guerra prolongada de desgaste
la azotó con grandes pérdidas humanas por los continuos bombardeos y fuerte
represión a civiles y guerrilleros, a pacifistas y combatientes.
En Vietnam fue evidente
también el apoyo logístico que se le suministró a ese país para combatir a los
japoneses antes y durante la Segunda Guerra Mundial, con las consecuencias que
después tuvo durante el conflicto que se inició nuevamente en la década del
sesenta y sus repercusiones negativas para Estados Unidos, antiguo aliado de
los mismos vietnamitas.
En Irán se repite la historia.
Ya organizada la CIA se prepara un golpe de estado para restituir en el poder
al Sha, quien se había asilado anticipadamente en Italia ante una posible
conspiración en su contra. Los intereses petroleros eran demasiado grandes para
dejar esa área bajo la influencia soviética, razón por la cual se fortaleció y
modernizó al Monarca y al país bajo la tutela de la bandera americana.Cuando
los movimientos de oposición fueron incontenibles y respaldados por el
islamismo radical, entonces hubo que ceder ante lo inevitable, y así, con el
mismo poderde la riqueza petrolera y las mismas armas proporcionadas por
Estados Unidos, Irán se lanzó en una guerra de diez años contra su vecino Irak,
gobernado en esa época por el entonces aliado de Estados Unidos, nada menos que
Saddam Hussein.
Saddam Hussein, fortalecido,
armado, apoyado y respaldado primero por los mismos norteamericanos en su
guerra contra Irán, tuvo luego que ser combatido, destituido, apresado, juzgado
y ahorcado por los presidentes Bush padre e hijo. Y así, la historia se repite
con el General Noriega en Panamá, con los rebeldes en Afganistán para combatir
a los rusos y luego destronarlos a ellos mismos, para continuar con una
ocupación armada que dura hasta nuestros días después de más de diez años.
Contrario a la
trayectoria y éxito europeo después de la Segunda Guerra Mundial, lamentablemente,
la economía y la política en Irán y en los países árabes tomo un rumbo
diferente, donde la democracia brilla totalmente por su ausencia. Se instalaron
los gobiernos de orientación islámica radical, las monarquías tradicionales, o
los gobiernos de facto, como el de Siria o como el de Libia y el dictador Gadafi.
Los países árabes continúan siendo extraordinariamente ricos en recursos, con
una población mayoritariamente pobre, niveles de educación extremadamente
bajos, y las grandes asimetrías que se observan entre las construcciones
fastuosas, desarrollos hoteleros y comerciales magníficos, en un entorno de
subdesarrollo y atraso.
En el norte de África y Medio Oriente el maquiavelismo arribista y
deshumanizado está presente, los gobiernos se instalan y perennizan en el
poder, fomentando una exclusión mezquina y el servilismo de los seres humanos,
mediante el uso de la fuerza y de la maquinaria militar proporcionada (la gran
paradoja y contradicción) por los máximos “defensores de la democracia” y
traficantes de armas. Ironía entre las ironías: la historia se repite.
A inicios de nuestro flamante siglo XXI, surgen las revueltas en Túnez,
Egipto, Libia, Siria, y la gran integración
mediterránea vuelve a la palestra como información de primera plana. Surgía,
aparentemente, una nueva oportunidad para los países y pueblos árabes, esta vez
promovida desde la Unión Europea que persevera “inteligentemente” en la
estabilidad política y económica de la región, como parte de su geopolítica
estratégica. Se hablaba ya de grandes inversiones, ambiciosos planes de
desarrollo, canalización de recursos al estilo Plan Marshall, y grandes
instalaciones industriales de todo tipo. El Presidente de Francia se pronunció
decididamente a favor de esta cooperación, e insta a los países europeos a
participar en esta gran cruzada de integración de sus vecinos mediterráneos del
sur. Lamentablemente los conflictos se agudizan, las partes intervinientes se
multiplican, y los intereses políticos, económicos y militares imposibilitan
una paz negociada, tal es el caso de Siria, donde se destruyen incluso los
convoyes de ayuda humanitaria para una población carente de alimentos,
medicinas y un futuro prometedor. Las pérdidas humanas se incrementan y llegan
a la astronómica cifra de 400.000 personas en cinco años de conflicto y el
drama de los refugiados que a diario arriesgan sus vidas en la búsqueda de
mayor seguridad y respeto para sus libertades y derechos.
¿Cuál fue el resultado de todo esto? No lo sabemos por el momento, porque
los conflictos continúan, el grupo islámico radical (conocido como ISIS)
intensifica sus operaciones de terror en Irak y Siria, y otros países del Medio
Oriente y norte de África, los
bombardeos de las fuerzas norteamericanas francesas y rusas son cada vez más
frecuentes y destructivos, la migraciones masivas hacia Europa se vuelven incontrolables, en un contexto de
desesperación, dolor, muerte y naufragios, ante la ineficiencia, denuncias y
ofrecimientos vacíos de las autoridades nacionales y europeas.
¿Simples contradicciones, miopía cortoplacista, ingenuidad, errores
estratégicos de las grandes potencias, o es que algunos países a lo largo de la
historia han sido más inteligentes que nadie y no nos hemos dado cuenta, porque
los resultados “reales” no están a nuestra vista? ¿O simplemente apoyan a los
malos, para que se conviertan en sus propios enemigos cuando son ya más
poderosos y continuar haciendo grandes negocios y utilidades?
Está claro que a veces la
suerte o el azar juegan a favor y este fue el caso en la primera etapa del
proceso en Irán. La CIA consiguió lo que quería (recuperar el poder para
el Sha) un poco sin saber cómo, debido a la recién organizada “Compañía”. También
es cierto que la “Rentabilidad en el Corto Plazo” tiene prioridad tanto en las
grandes empresas como en los intereses de los gobiernos y economías centrales y
globales. Los errores estratégicos fueron enormes en el caso de la guerra de
Vietnam, tanto en el manejo externo del conflicto como en el manejo interno de
la guerra. Pero, lo que sí ha existido, ha predominado, se ha promocionado y se
ha defendido siempre, es un alto sentido de identificación con los intereses de
grupos económicos poderosos transnacionales, sean o no acertadas las
estrategias que se hayan implementado en los diferentes momentos históricos de
cada conflicto. El macro-objetivo ha sido aparentemente el mismo, aunque en la
manera de conseguirlo o alcanzarlo se puede haber fallado, y los beneficios y
costos hayan sido injustamente distribuidos.
Lo que sí queda aparentemente claro,
es que un mundo globalizado como el de hoy, requiere de otro tipo de
estrategias, más globales o de tipo “sistémico”, donde la cooperación se
impone, más por necesidad que por conveniencia, ante un fenómeno generalizado
de aspiraciones democráticas y soluciones a los problemas de narco lavado,
narcotráfico, terrorismo y pobreza mundial. De lo contrario, tal como sucede
actualmente en Irak y Siria y muchos otros países, después de tantos años, la
respuesta no ha sido ni será, ni oportuna ni apropiada.
El mundo global debe recuperar y
reencontrarse con las aspiraciones y concepciones de Tocqueville, teórico
francés del siglo XIX, quien decía, que si se prefiere una sociedad
próspera, en vez de buscar gloria y poder para el Estado se debe
conquista bienestar para cada uno de los miembros de la comunidad. Hoy
en día, esto valdría tanto para la comunidad nacional como
internacional, para la política interna y obviamente para la política externa.
En tal caso, y si de eso
se trata, entonces hay que retornar al mensaje original de Mayo del 68 y luchar
por la igualdad, construir gobiernos democráticos, y no promover
dictaduras militares o regímenes totalitarios, cualquiera que sea su fuente de
legitimidad. En una sociedad de este tipo, donde la igualdad es la ley y la
democracia la principal característica del sistema y régimen
político-administrativo, no hay duda que el objetivo prioritario es el bienestar
de las grandes mayorías, lo que no impide el emprendimiento y gestión racional
de la producción y generación de valor agregado en un marco de respeto de las
libertades de producir, comercializar, generar empleo y respeto de los derechos
de las personas.
En tal virtud, no podemos
otorgar aprobacióna una estrategia política que por sus resultados se califique
como virtuosa o no virtuosa, al más puro estilo de Maquiavelo, ni estamos de
acuerdo en que las partes (o la contraparte) tiendan un puente y faciliten
cualquier tipo de cooperación, ya sea por ambiciones políticas personales o por
intereses económicos corporativos excluyentes, con la colaboración o en alianza
con las élites locales irresponsables y alianzas internacionales. Resulta
peligroso y anacrónico aplicar políticas al estilo realista o hiperrealista de
corte hobbesiano, legitimando el uso de la fuerza, el juego de suma cero y la
implantación de un estado de guerra permanente. Hoy en día, resulta absurdo y
anacrónico tratar de defender regímenes absolutistas como única opción de
organización social, promoviendo
una situación de “guerra de todos contra todos” bajo temor constante y peligro
de muerte violenta, como sustento de un poder que imponga respeto sobre todos
sus súbditos.
En la actualidad, el sistema internacional se
caracteriza por una intensa interacción entre sus actores y una
interdependencia cada vez mayor y compleja entre sus miembros. Bajo tales condiciones,
resulta peligroso y destructivo impulsar políticas excluyentes (“Los intereses
de un Estado excluyen los intereses de otro”, escribía Hedley Bull en su
obra: The AnarchichalSociety: a study of order in World Politics),
promoviendo la fuerza y conduciendo los Estados hacia un conflicto inevitable y
destructivo. Los Estados no se rigen necesariamente por la fuerza, pero
pueden ser inducidos a relaciones de poder que se rigen por la fuerza en
búsqueda de la dominación.
El mundo global exige la solución de sus problemas
y amenazas, bajo el paraguas de una sociedad de Estados
conscientes de intereses y valores comunes, orientados por un conjunto de
reglas y finalidades específicas y compartidas, que regulen sus relaciones
mutuas, limiten sus comportamientos, compartiendo la gestión y el
funcionamiento de todas las instituciones y organizaciones creadas para el
efecto.
Lamentablemente, la
Organización de Naciones Unidas se presenta nuevamente en Libia, Siria y otros
países con conflictos internos y externos ante los hechos consumados, tal
pájaro de mal agüero para imponer la democracia, después de 40 años o más de
totalitarismo y corrupción, donde unos pocos se reparten las utilidades, y los
muchos se reparten las pérdidas en vidas y en recursos, sin contar con las
consecuencias a futuro que ya se comienzan a ver y sentir. La frustración es
evidente hasta en el propio Secretario General de Naciones Unidas Ban-ki-Moon
ya próximo de terminar su mandato.
¿No sería más inteligente
prevenir que lamentar? ¿No es más beneficioso invertir en democracia que forjar
dictadores y ahorcar tiranos? Los países poderosos y las economías centrales
deben aprender, que las políticas realistas e hiperrealistas resultan más caras
y perjudiciales, porque a la larga, es el mundo global quien termina pagando la
factura o el costo neto de tanta destrucción y matanza. Resulta decadente y
perverso que en pleno siglo XXI, para cada cambio o rectificación, tengamos que
poner nuevamente en marcha la guillotina o la muerte lenta.
Entre los numerosos objetivos de tales conflictos se encuentran los
enormes contratos para la producción de armamento, incrementos desmesurado del
precio de las acciones de las empresas beneficiadas con dichos contratos de
cientos de miles de millones de dólares, neutralización o freno de países
enemigos o competidores,dominar áreas de reservas mundiales de gas y petróleo, y otros recursos
naturales como oro (Afganistán), cobre, diamante, entre otros, controlar
mercados, construcción de gasoductos, de lo que se aprovechan hasta grupos
mafiosos interesados en restaurar y
controlar la producción y
comercialización de drogas, tal es el caso del opio y la heroína cuyos
precios se incrementan en dimensiones alarmantes.
¿Estamos preparados los
ciudadanos afectados por tales conflictos y búsqueda desenfrenada de beneficios
económicos, políticos y militares para enfrentar semejantes amenazas
?definitivamente que no. Los que sí están preparados son los grupos interesados
y arribistas que se lamen y relamen preparados para el gran banquete, con la
venta de armas y la nueva generación de Shas y monarcas decadentes ya
seleccionados y sentados a la mesa.
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