martes, 4 de octubre de 2016

A propósito de intereses y valores

A Propósito de Intereses, de Valores e Integridad
Harry Martin A. Dorn Holmann

Muchos comparten la opinión que la política exterior de Estados Unidos ha estado llena de contradicciones y que la visión cortoplacista de los funcionarios que la han manejado ha tenido consecuencias funestas para la nación americana. Acepto en parte el argumento del aislamiento en el cual se mantuvo ese país durante muchísimos años; pero hoy en día la realidad es otra, y la dualidad política o el doble discurso, ha significado grandes beneficios para la industria nacional y grandes pérdidas para la nación americana y el mundo, a pesar de los grandes beneficios para ciertos grupos empresariales que impulsan políticas y acciones intervencionistas, a pesar de la arraigada concepción de libertad y democracia que existe en el pueblo norteamericano. No en vano la admiración de Tocqueville hacia esa nación en su famosa y ya clásica obra “La Democracia en América”.

Durante los últimos setenta años, luego de la experiencia fatal de los sistemas totalitarios y con el impulso de los regímenes democráticos, el ser humano se concebía en la capacidad de forjar su propio destino tomando decisiones inteligentes y sabiendo definir exactamente el futuro de sus comunidades. Era una especie de recuperación por segunda ocasión de la mayoría de edad de la humanidad, tal como sucedió a raíz del Renacimiento y valoración de las facultades del ser humano, especialmente de su capacidad de razonar. De ahí el rechazo a toda forma de autoritarismo por un lado, e impulso y promoción de la cooperación hasta el más alto nivel de la integración política, por otro, reivindicando libertades y derechos y de sentirse iguales. Mayo del 68 fue una de las grandes manifestaciones de ese rechazo al autoritarismo, de la defensa de la democracia, de limitar el intervencionismo estatal en detrimento de las libertades y derechos de las personas, como reconocimiento de esa capacidad aristotélica de autorrealización que tiene el hombre, utilizando el poder de la razón y su libertad para escoger su propio bien, así como la facultad de conocer y practicar la virtud, como medio de alcanzar nuestra felicidad. “No se trata de observar la historia, pues somos artistas de nuestro propio destino”, era el mensaje.

Lamentablemente, el respeto a la autodeterminación de los pueblos sufre precisamente de esta visión dual y conveniente según los beneficios y costos que el respeto del principio implica para las grandes potencias. Y esto se aplica para Rusia, los países europeos y los Estados Unidos. Por ejemplo,  alrededor de 1930, la participación directa de la infantería de marina en el conflicto Nicaragüense en contra de Augusto César Sandino duró algunos años. Luego el gobierno norteamericano apoyó decididamente al Régimen Somocista hasta la llegada del presidente Carter al poder y la caída de Anastasio Somoza D. en 1979. Estados Unidos de Norteamérica participó activamente en la organización de la Guardia Nacional de Nicaragua; ellos fortalecieron el régimen dictatorial Somocista y ellos mismos tuvieron que darle las espaldas cuando la inseguridad y la inestabilidad se apoderaban de la región centroamericana. Una guerra prolongada de desgaste la azotó con grandes pérdidas humanas por los continuos bombardeos y fuerte represión a civiles y guerrilleros, a pacifistas y combatientes.

En Vietnam fue evidente también el apoyo logístico que se le suministró a ese país para combatir a los japoneses antes y durante la Segunda Guerra Mundial, con las consecuencias que después tuvo durante el conflicto que se inició nuevamente en la década del sesenta y sus repercusiones negativas para Estados Unidos, antiguo aliado de los mismos vietnamitas.

En Irán se repite la historia. Ya organizada la CIA se prepara un golpe de estado para restituir en el poder al Sha, quien se había asilado anticipadamente en Italia ante una posible conspiración en su contra. Los intereses petroleros eran demasiado grandes para dejar esa área bajo la influencia soviética, razón por la cual se fortaleció y modernizó al Monarca y al país bajo la tutela de la bandera americana.Cuando los movimientos de oposición fueron incontenibles y respaldados por el islamismo radical, entonces hubo que ceder ante lo inevitable, y así, con el mismo poderde la riqueza petrolera y las mismas armas proporcionadas por Estados Unidos, Irán se lanzó en una guerra de diez años contra su vecino Irak, gobernado en esa época por el entonces aliado de Estados Unidos, nada menos que Saddam Hussein.

Saddam Hussein, fortalecido, armado, apoyado y respaldado primero por los mismos norteamericanos en su guerra contra Irán, tuvo luego que ser combatido, destituido, apresado, juzgado y ahorcado por los presidentes Bush padre e hijo. Y así, la historia se repite con el General Noriega en Panamá, con los rebeldes en Afganistán para combatir a los rusos y luego destronarlos a ellos mismos, para continuar con una ocupación armada que dura hasta nuestros días después de más de diez años.

Contrario a la trayectoria y éxito europeo después de la Segunda Guerra Mundial, lamentablemente, la economía y la política en Irán y en los países árabes tomo un rumbo diferente, donde la democracia brilla totalmente por su ausencia. Se instalaron los gobiernos de orientación islámica radical, las monarquías tradicionales, o los gobiernos de facto, como el de Siria o como el de Libia y el dictador Gadafi. Los países árabes continúan siendo extraordinariamente ricos en recursos, con una población mayoritariamente pobre, niveles de educación extremadamente bajos, y las grandes asimetrías que se observan entre las construcciones fastuosas, desarrollos hoteleros y comerciales magníficos, en un entorno de subdesarrollo y atraso. 

En el norte de África y Medio Oriente el maquiavelismo arribista y deshumanizado está presente, los gobiernos se instalan y perennizan en el poder, fomentando una exclusión mezquina y el servilismo de los seres humanos, mediante el uso de la fuerza y de la maquinaria militar proporcionada (la gran paradoja y contradicción) por los máximos “defensores de la democracia” y traficantes de armas. Ironía entre las ironías: la historia se repite.

A inicios de nuestro flamante siglo XXI, surgen las revueltas en Túnez, Egipto, Libia,  Siria, y la gran integración mediterránea vuelve a la palestra como información de primera plana. Surgía, aparentemente, una nueva oportunidad para los países y pueblos árabes, esta vez promovida desde la Unión Europea que persevera “inteligentemente” en la estabilidad política y económica de la región, como parte de su geopolítica estratégica. Se hablaba ya de grandes inversiones, ambiciosos planes de desarrollo, canalización de recursos al estilo Plan Marshall, y grandes instalaciones industriales de todo tipo. El Presidente de Francia se pronunció decididamente a favor de esta cooperación, e insta a los países europeos a participar en esta gran cruzada de integración de sus vecinos mediterráneos del sur. Lamentablemente los conflictos se agudizan, las partes intervinientes se multiplican, y los intereses políticos, económicos y militares imposibilitan una paz negociada, tal es el caso de Siria, donde se destruyen incluso los convoyes de ayuda humanitaria para una población carente de alimentos, medicinas y un futuro prometedor. Las pérdidas humanas se incrementan y llegan a la astronómica cifra de 400.000 personas en cinco años de conflicto y el drama de los refugiados que a diario arriesgan sus vidas en la búsqueda de mayor seguridad y respeto para sus libertades y derechos.

¿Cuál fue el resultado de todo esto? No lo sabemos por el momento, porque los conflictos continúan, el grupo islámico radical (conocido como ISIS) intensifica sus operaciones de terror en Irak y Siria, y otros países del Medio Oriente y norte de África,  los bombardeos de las fuerzas norteamericanas francesas y rusas son cada vez más frecuentes y destructivos, la migraciones masivas hacia Europa se  vuelven incontrolables, en un contexto de desesperación, dolor, muerte y naufragios, ante la ineficiencia, denuncias y ofrecimientos vacíos de las autoridades nacionales y europeas.

¿Simples contradicciones, miopía cortoplacista, ingenuidad, errores estratégicos de las grandes potencias, o es que algunos países a lo largo de la historia han sido más inteligentes que nadie y no nos hemos dado cuenta, porque los resultados “reales” no están a nuestra vista? ¿O simplemente apoyan a los malos, para que se conviertan en sus propios enemigos cuando son ya más poderosos y continuar haciendo grandes negocios y utilidades?

Está claro que a veces la suerte o el azar juegan a favor y este fue el caso en la primera etapa del proceso en Irán. La CIA consiguió lo que quería (recuperar el poder para el Sha) un poco sin saber cómo, debido a la recién organizada “Compañía”. También es cierto que la “Rentabilidad en el Corto Plazo” tiene prioridad tanto en las grandes empresas como en los intereses de los gobiernos y economías centrales y globales. Los errores estratégicos fueron enormes en el caso de la guerra de Vietnam, tanto en el manejo externo del conflicto como en el manejo interno de la guerra. Pero, lo que sí ha existido, ha predominado, se ha promocionado y se ha defendido siempre, es un alto sentido de identificación con los intereses de grupos económicos poderosos transnacionales, sean o no acertadas las estrategias que se hayan implementado en los diferentes momentos históricos de cada conflicto. El macro-objetivo ha sido aparentemente el mismo, aunque en la manera de conseguirlo o alcanzarlo se puede haber fallado, y los beneficios y costos hayan sido injustamente distribuidos.


Lo que sí queda aparentemente claro, es que un mundo globalizado como el de hoy, requiere de otro tipo de estrategias, más globales o de tipo “sistémico”, donde la cooperación se impone, más por necesidad que por conveniencia, ante un fenómeno generalizado de aspiraciones democráticas y soluciones a los problemas de narco lavado, narcotráfico, terrorismo y pobreza mundial. De lo contrario, tal como sucede actualmente en Irak y Siria y muchos otros países, después de tantos años, la respuesta no ha sido ni será, ni oportuna ni apropiada.

El mundo global debe recuperar y reencontrarse con las aspiraciones y concepciones de Tocqueville, teórico francés del siglo XIX, quien decía, que si se prefiere una sociedad próspera, en vez de buscar gloria y poder para el Estado se debe conquista bienestar para cada uno de los miembros de la comunidad. Hoy en día, esto valdría tanto para la comunidad nacional como internacional, para la política interna y obviamente para la política externa.

En tal caso, y si de eso se trata, entonces hay que retornar al mensaje original de Mayo del 68 y luchar por la igualdad, construir gobiernos democráticos, y no promover dictaduras militares o regímenes totalitarios, cualquiera que sea su fuente de legitimidad. En una sociedad de este tipo, donde la igualdad es la ley y la democracia la principal característica del sistema y régimen político-administrativo, no hay duda que el objetivo prioritario es el bienestar de las grandes mayorías, lo que no impide el emprendimiento y gestión racional de la producción y generación de valor agregado en un marco de respeto de las libertades de producir, comercializar, generar empleo y respeto de los derechos de las personas.

En tal virtud, no podemos otorgar aprobacióna una estrategia política que por sus resultados se califique como virtuosa o no virtuosa, al más puro estilo de Maquiavelo, ni estamos de acuerdo en que las partes (o la contraparte) tiendan un puente y faciliten cualquier tipo de cooperación, ya sea por ambiciones políticas personales o por intereses económicos corporativos excluyentes, con la colaboración o en alianza con las élites locales irresponsables y alianzas internacionales. Resulta peligroso y anacrónico aplicar políticas al estilo realista o hiperrealista de corte hobbesiano, legitimando el uso de la fuerza, el juego de suma cero y la implantación de un estado de guerra permanente. Hoy en día, resulta absurdo y anacrónico tratar de defender regímenes absolutistas como única opción de organización social, promoviendo una situación de “guerra de todos contra todos” bajo temor constante y peligro de muerte violenta, como sustento de un poder que imponga respeto sobre todos sus súbditos.

En la actualidad, el sistema internacional se caracteriza por una intensa interacción entre sus actores y una interdependencia cada vez mayor y compleja entre sus miembros. Bajo tales condiciones, resulta peligroso y destructivo impulsar políticas excluyentes (“Los intereses de un Estado excluyen los intereses de otro”, escribía Hedley Bull en su obra: The AnarchichalSociety: a study of order in World Politics), promoviendo la fuerza y conduciendo los Estados hacia un conflicto inevitable y destructivo. Los Estados no se rigen necesariamente por la fuerza, pero pueden ser inducidos a relaciones de poder que se rigen por la fuerza en búsqueda de la dominación.

El mundo global exige la solución de sus problemas y amenazas, bajo el paraguas de una sociedad de Estados conscientes de intereses y valores comunes, orientados por un conjunto de reglas y finalidades específicas y compartidas, que regulen sus relaciones mutuas, limiten sus comportamientos, compartiendo la gestión y el funcionamiento de todas las instituciones y organizaciones creadas para el efecto.

Lamentablemente, la Organización de Naciones Unidas se presenta nuevamente en Libia, Siria y otros países con conflictos internos y externos ante los hechos consumados, tal pájaro de mal agüero para imponer la democracia, después de 40 años o más de totalitarismo y corrupción, donde unos pocos se reparten las utilidades, y los muchos se reparten las pérdidas en vidas y en recursos, sin contar con las consecuencias a futuro que ya se comienzan a ver y sentir. La frustración es evidente hasta en el propio Secretario General de Naciones Unidas Ban-ki-Moon ya próximo de terminar su mandato.

¿No sería más inteligente prevenir que lamentar? ¿No es más beneficioso invertir en democracia que forjar dictadores y ahorcar tiranos? Los países poderosos y las economías centrales deben aprender, que las políticas realistas e hiperrealistas resultan más caras y perjudiciales, porque a la larga, es el mundo global quien termina pagando la factura o el costo neto de tanta destrucción y matanza. Resulta decadente y perverso que en pleno siglo XXI, para cada cambio o rectificación, tengamos que poner nuevamente en marcha la guillotina o la muerte lenta.

Entre los numerosos objetivos de tales conflictos se encuentran los enormes contratos para la producción de armamento, incrementos desmesurado del precio de las acciones de las empresas beneficiadas con dichos contratos de cientos de miles de millones de dólares, neutralización o freno de países enemigos o competidores,dominar áreas de reservas mundiales de gas y petróleo, y otros recursos naturales como oro (Afganistán), cobre, diamante, entre otros, controlar mercados, construcción de gasoductos, de lo que se aprovechan hasta grupos mafiosos interesados en  restaurar y controlar la producción y  comercialización de drogas, tal es el caso del opio y la heroína cuyos precios se incrementan en dimensiones alarmantes.


¿Estamos preparados los ciudadanos afectados por tales conflictos y búsqueda desenfrenada de beneficios económicos, políticos y militares para enfrentar semejantes amenazas ?definitivamente que no. Los que sí están preparados son los grupos interesados y arribistas que se lamen y relamen preparados para el gran banquete, con la venta de armas y la nueva generación de Shas y monarcas decadentes ya seleccionados y sentados a la mesa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario