sábado, 17 de septiembre de 2016

BUDAPEST Y BERLIN: DOS EXPERIENCIAS REALISTAS DURANTE LA GUERRA FRIA (LA BIPOLARIDAD)

RELACIONES INTERNACIONALES





BUDAPEST Y BERLIN: DOS EXPERIENCIAS REALISTAS DURANTE LA GUERRA FRIA (LA BIPOLARIDAD)






Elaborado por: Harry Martín Dorn Holmann M. A.

Agradecimiento: al Dr. José Luis Fuentes Santa Cruz por sus observaciones, comentarios y sugerencias.






INDICE

CASO 1: La Revolución Húngara de 1956
Introducción
1.    Rakosi y la dominación soviética
2.    Conclusiones y reflexiones para el análisis
CASO 2: La construcción del muro y crisis de Berlín
Introducción
1.   El Muro de Berlín
2.    Algunas reflexiones y consideraciones teóricas para el análisis
Bibliografía
Textos de referencia


CASO 1: la Revolución Húngara de 1956

Introducción:
La historia de los posteriores cuarenta y cinco años desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial hasta la caida del Muro de Berlin y colapso de la Unión Soviética (en adelante URSS), presenta patrones unicos condicionados por la situación internacional y los enfrentamientos constantes entre las dos superpotencias victoriosas, otrora aliados contra el regimen nazi, enfrentados ahora por el dominio mundial, bajo la modalidad conocida y denominada “guerra fría”. Durante todo este tiempo (especialmente durante los primeros 25 años), la voluntad de entrar en combate de ambos bandos era induscutible, por lo que generaciones enteras crecieron bajo a amenaza nuclear y la posibilidad de una catastrofe de grandes dimensiones que amenazaría la supervivencia de la humanidad.
Un conflicto nuclear, luego de la experiencia vivida en Hiroshima y Nagasaki, era garantía asegurada de lo que se denominó la “destrucción mutua asegurada” o MAD, por sus siglas en inglés, lo que, paradojicamente, constituia un poder de disuación que evitaba cualquier enfrentamiento, a pesar de los esfuerzos individuales de cada bloque para incrementar sus defensas y capacidad de respuesta.
De manera objetiva y realista, los gobiernos de ambas superpotencias adoptaron politicas de supervivencia y mantenimiento de un orden internacional cuyo reparto global significaba el dominio de la URSS de todas las zonas ocupadas por el ejercito rojo y fuerzas armadas aliadas, y el control del mundo “occidental capitalista” y oceanos por parte de Estados Unidos, incluyendo el control de antiguas colonias imperiales, respetando ambas potencias la esfera de influencia de cada una, de acuerdo con las lineas de demarcación trazadas en los acuerdos alcanzados por Stalin, Chuchill y Roosevelt durante los ultimos años de guerra.
Fuera de Europa, en Japón el ambito de control era claramente ejercido por Estados Unidos, pero en la antiguas colonias, a medida que surgían los nuevos estados poscoloniales, se constituyó lo que posteriormente se conoció como el “tercer mundo”, muchos de ellos anticomunistas, sin identificarse ni subordinarse a los Estados Unidos y sin formar parte del bloque militar soviético, conocidos entonces como estados “no alineados”. Fue entonces que, a pesar de la retorica belicista en algunos casos, que el sistema internacional cobró una mayor estabilidad, ya que las grandes potencias evitaban el choque abierto (aun en situaciones de crisis) que pudiese escalar en un enfrentamiento abierto de sus fuerzas armadas, confiando cada una en la moderación de la otra para consolidar un estado de coexistencia pacífica, aceptando el reparto del mundo, bajo un acuerdo tácito de una “paz fría” en el marco de una “guerra fría”, sin entrometerse los unos en la esfera de control de los otros (a pesar de las amenazas de rigor), tal como se lo demostró en la Alemania del Este durante le represión con tanques sovieticos del levantamiento obrero en 1953, o durante la revolución húngara y represión soviética de 1956, o el retiro obligado de Gran Bretaña y Francia del Canal de Suez ordenado por Estados Unidos en 1956 y la crisis del Muro de Berlín en agosto de 1961. En definitiva, el comportamiento realista de ambos bloques predominó, y a pesar de contemplar la posibilidad de utilizar el potencial nuclear contra el enemigo, ambas superpotencias nunca lo hicieron.
1.      Rakosi y la dominación soviética
Maytas Rakosi, uno de los miembros del grupo de los moscovitas, creador y el más fiel ejecutor de la “Teoría del Salchichón” (la cual consistía en la generación de cambios institucionales “tajada por tajada” en forma constante y permanente para consolidar el dominio de la Unión Soviética en Hungría) era un hombre de confianza y fiel discípulo de Stalin, que había permanecido en Moscú durante la Segunda Guerra Mundial. Una vez finalizada la guerra, él regre a Hungría y colaboró en la consolidación del dominio soviético y el desmantelamiento de las mejores instalaciones industriales húngaras y equipamiento en general que sería enviado a la Unión Soviética como botín de guerra.  Comunista, militante en el movimiento obrero, se convirtió en un gran manipulador de la institucionalidad húngara que fue utilizada como una cortina de humo para solapar las verdaderas intenciones soviéticas a largo plazo. En efecto, Rakosi impulsó el juego democrático parlamentario y llamó a las primeras elecciones libres en 1945, donde el partido comunista no superó siquiera el 20% de los votos habiendo obtenido apenas 67 bancas, de un total de 406 escaños. A partir de ese momento la situación cambió drásticamente, ante la imposibilidad de consolidar el poder soviético por la via institucional en Hungría y a pesar de la superioridad de los partidos de centro-izquierda.
Bajo tales condiciones, Rakosi, aplicando la estrategia del salchichón, se encargó de desplazar poco a poco, rodaja por rodaja, tajada por tajada, a los partidos y a los ciudadanos húngaros no alineados con la Unión Soviética. Los arrestos, los golpes y las denuncias de complot contra la estabilidad política se convirtieron en la cortina de humo para la bulgarización y rumanización de Hungría (en ese entonces, Bulgaria y Rumanía ya eran controladas políticamente, militarmente y económicamente por la Unión Soviética). En el plano operativo, los servicios de seguridad soviéticos, la Lubianka (Lubianka es el nombre popular del cuartel general de la KGB y la prisión anexa en la plaza Lubianka de Moscú. Es un enorme edificio con una fachada de ladrillos amarillos, diseñada por Aleksander Ivanov en 1897 y aumentada por Alekséi Schúsev en el periodo de 1940 a 1947. Con el advenimiento de la Revolución rusa, el edificio fue incautado por el nuevo gobierno para ser el cuartel general de la policía secreta, en ese entonces llamada Cheka. Durante la Gran Purga, las oficinas fueron quedando cada vez más apretujadas debido al creciente número de oficiales. En 1940, el más famoso arquitecto soviético, Alekséi Shchúsev, fue comisionado para duplicar su tamaño añadiendo otra planta y eliminando los edificios adyacentes. A pesar de que la la policía secreta de la URSS cambió de nombre varias veces, su cuartel general permaneció siempre en este edificio y los jefes de la policía secreta, desde Lavrenti Beria hasta Yuri Andrópov, usaron siempre el mismo despacho en el tercer piso), controlaba y dirigía los servicios secretos húngaros. Según la opinión de expertos de la Central de inteligencia de los Estados Unidos de Norteamérica (de aquí en adelante CIA), “cuando los agentes soviéticos padecían diarrea, los agentes húngaros tiraban de la cadena” (las comillas son mías). Es decir, los servicios secretos húngaros eran considerados como un simple instrumento operativo de los servicios secretos soviéticos.

Bajo el poder de Rakosi, los arrestos de dirigentes opositores como Bela Covacs, secretario general del partido de los pequeños propietarios que ocupaba el 57% de los escaños parlamentarios, se hicieron frecuentes, así como el arresto de otros dirigentes que posteriormente fueron eliminados  acusados como criminales fascistas de derecha. Nuevas elecciones, aparentemente libres (proceso que fue controlado y manipulado por el gobierno de Rakosi), transformaron al partido comunista en la primera fuerza política, con cuya dominación se procedió luego a suprimir el resto de los partidos políticos y a la nacionalización de los sectores productivos. Lo que no se pudo lograr en el marco de las instituciones democráticas se consiguió con la manipulación del sistema electoral, en función de los intereses y dominación política soviética.
A partir de entonces, la represión en términos brutales no se hizo esperar. En tales actividades participaban y destacaban dos camaradas y socios inseparables de la época moscovita de Rakosi: Erno Gero y Mihali Farkas. Ambos despiadados e incondicionales a su amigo, especialmente Gero, iniciaron una purga de enemigos reales y potenciales o simplemente opuestos a las pretensiones de dominación soviética, las cuales no hicieron distinción entre comunistas y no comunistas, incluyendo a miembros de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial.  A partir de la muerte de Stalin,  con la flexibilización de las prácticas represivas, medida recomendada por los nuevos dirigentes soviéticos, surgieron algunos cambios institucionales, pero Rakosi permaneció como el hombre fuerte del partido comunista y del frente soviético en Hungría.
Es en este contexto que apareció en la escena política un miembro del partido comunista  que era de origen campesino: ImreNagi. Nagi había impulsado la repartición equitativa de tierras; era de aspecto noble, aristocrático, considerado un buen hombre, honesto, patriota, personaje de ideas más liberales y muy apreciado por la población húngara surgió en un momento de satanización del periodo estalinista, cuyos principales detractores aparecieron tanto dentro como fuera de la Unión Soviética (Nikita Kruschev en la Unión Soviética y Walter Ulbricht en la Alemania del Este o República Democrática Alemana). Estos poderosos dirigentes, al igual que Nagi, creían e impulsaban una nueva vía al socialismo, lo que posteriormente se conoció como el socialismo real.  A pesar de estos nuevos rumbos en la Unión Soviética, Rakosi se impuso y obtuvo la separación de Nagi del partido comunista acusado de oportunismo y desviacionismo de derecha.
A partir de este cambio de actitud y un mayor grado de tolerancia, se permitió la creación del Circulo Petöfi (centro de reunión de los intelectuales húngaros, nombrado así en honor al poeta húngaro Sandor Petöfi).  Los debates públicos sobre libertad de expresión y libertad de prensa se intensificaron;  incluso, se llegó a denunciar públicamente la falta de crítica y la pasividad de los comunistas húngaros ante los atropellos de la época estalinista. Los debates fueron subiendo de tono y contenido, hasta el punto de declarar públicamente el deseo de cambiar a los dirigentes y clamar por el regreso de Nagy.
Las señales de alarma surgieron inmediatamente en la dirigencia soviética que temía la repetición del proceso Gomulka en Polonia (el primer ministro y primer secretario del partido comunista de Polonia Wladislaw Gomulka había logrado una serie de cambios que reducían el control de la Unión Soviética, aunque Polonia continuaba siendo comunista y formando parte del Pacto de Varsovia (el homologo de la Organización del Atlantico Norte, OTAN, en el bloque del este o bloque soviético) cuyos detalles y resultados eran abiertamente informados en Hungría:
“¿Qué transmitía la radio de Budapest ese 22 de octubre de 1956? Lo siguiente: ‘La elección de WladislawGomulka como primer secretario del partido, ha sido recibida con entera satisfacción. Numerosos pasajes del discurso de Gomulka ante el comité central del partido unificado, encontraron un eco profundo en los trabajadores húngaros’….Lo más notable fue el tono del discurso, su franqueza y sinceridad en la enumeración de las dificultades económicas y los problemas políticos”…..”Esta reivindicación es comprensible, ya que la verdad se ha visto frecuentemente sometida a manipuleos por dirigentes recientemente alejados del poder” (Decaux, 1986:50).
Los eventos no se hicieron esperar, los estudiantes se reúnieron y protestaron en masa, las concentraciones se multiplicaron, se exigió el restablecimiento de la democracia en Hungría, la aplicación de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, el retiro de las tropas soviéticas, el retiro de los dirigentes estalinistas y rakosistas, elecciones generales multipartidistas, derecho a la huelga y revisión de los compromisos y pago de  indemnizaciones a la Unión Soviética.
Frente a estas manifestaciones, las autoridades, especialmente Gero, prometieron fuego pero luego cedieron. En las calles se vivaba a los soldados húngaros, se condenó a gritos a la A. V. N. o policía política húngara y se entonaba la Marsellesa. Gero condenó la burocracia burguesa, y hablaba en tono insultante, pero elogia al movimiento proletario internacional.  Entonces se produjo un tiroteo en la Casa de la Radio con numerosos heridos y la multitud retrocedió.
Para el 23 de octubre de 1956, los estudiantes derribaron la estatua de Stalin y se dirigieron a la Casa de la Radio, combatieron contra los miembros de la A. V. N., con el apoyo de grupos obreros que combaten junto a estudiantes.  Al sitio llegaron tanques húngaros de refuerzo, pero, estos también se unieron a los manifestantes.  Los soldados proveyeron armas y municiones a los manifestantes, y se tomaron también el edificio del Circulo Petöfi para capturar a los agentes de la A. V. N. que defendían el edificio.  Finalmente, Nagy se reincorporó por decisión mayoritaria del Comité Central como Primer Ministro de Hungría.
En la mañana del 24 de octubre,  la población firma su propia condena al ignorar con honor y gallardía húngara la presencia e invasión de tanques soviéticos que ya transitaban por las calles de Budapest:
“Al despertarse, todos sabrán en la capital que los rusos están allí. Como, ¿solo unas horas ha durado nuestra libertad? El pueblo húngaro, acostumbrado a la infalible omnipotencia de los soviéticos, debería, por lógica, agachar la cabeza. Pero no lo hace. Ni lo hará. Y fue tal actitud el origen de la tragedia de Budapest de 1956” (Decaux, 1986:65).

En medio de la furia e indignación de la población, disparos a diestra y siniestra, el Coronel Maleter se rebela contra los soviéticos y se convierte en el jefe militar de la insurrección, ante periodistas de todo el mundo que cubren los acontecimientos, con el resultado fatal de  seiscientos muertos.
El 27 de octubre de 1956, ese día:
“Ese día entrará en escena Radio Europa Libre. Esta emisora, que opera desde Múnich financiada por los norteamericanos está en manos de exiliados, hombres casi todos ellos del antiguo régimen. Día tras día, echarán leña al fuego, empujando a los insurgentes al fanatismo, alejándolos de la moderación, de toda eventual transacción. Así por ejemplo, el 27 de octubre, Radio Europa Libre declara, como si tal cosa, que “la primera condición es la evacuación inmediata de Hungría por parte de las tropas rusas, bandera blanca en alto...”(Decaux, 1986: 71).
2.      Conclusiones y reflexiones para el análisis
Kruschev dijo finalmente niet a todas las pretensiones húngaras a pesar de las últimas negociaciones de Mikoyan y Suslov y la presencia de la Iglesia Católica con el Cardenal Mindszenty. Radio Europa Libre resalta la presencia del Cardenal y sugiere someterse a sus disposiciones. Los últimos esfuerzos de Nagy ante la ONU caen en el vacío. Sus proclamas y declaraciones de neutralidad, independencia y separación del pacto de Varsovia generan reacciones contrarias a lo esperado. Nagy calcula mal, pensando que Kruschev no aplicará mano dura al más puro estilo estalinista. ¡Se equivoca! No se puede repetir la experiencia polaca. Tampoco intervendrán los Estados Unidos como en Corea del Sur. Los intereses de ambos bloques y la estabilidad en ambos polos priman sobre los ideales democráticos y derechos humanos. El mantenimiento del statu quo se impone sobre las aspiraciones del pueblo húngaro. Eisenhower no desea romper el equilibrio en Europa y generar un conflicto directo con la Unión Soviética. Los húngaros continuarán luchando algunos días adicionales pero las fuerzas son desiguales: el patriotismo y deseos de libertad no pueden contra las orugas y los cañones. Las libertades y derechos humanos ceden el paso a los intereses políticos y económicos de la Unión Soviética y la dominación soviética se consolida aún más en detrimento de los principios democráticos y aspiraciones del pueblo húngaro.  Nagy fue ejecutado, pero el periodo de terror de Rakosi nunca regresó a Hungría, y aunque los muertos no cayeron en vano, si se destrozaron las esperanzas de miles de jóvenes patriotas, aunque un par de décadas mmás tarde, se convalidará la Victoria de una derrota (Molnar, 1956, 1968). En efecto, en 1989 se destruye el Muro de Berlín, se produce la unificación de las dos alemanias y colapsa finalmente la Unión Soviética.

CASO 2: La construcción del muro y crisis de Berlín

Introducción:
La historia de los posteriores cuarenta y cinco años desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial hasta la caida del Muro de Berlin y colapso de la Unión Soviética (en adelante URSS), presenta patrones unicos condicionados por la situación internacional y los enfrentamientos constantes entre las dos superpotencias victoriosas, otrora aliados contra el regimen nazi, enfrentados ahora por el dominio mundial, bajo la modalidad conocida y denominada “guerra fría”. Durante todo este tiempo (especialmente durante los primeros 25 años), la voluntad de entrar en combate de ambos bandos era induscutible, por lo que generaciones enteras crecieron bajo a amenaza nuclear y la posibilidad de una catastrofe de grandes dimensiones que amenazaría la supervivencia de la humanidad.
Un conflicto nuclear, luego de la experiencia vivida en Hiroshima y Nagasaki, era garantía asegurada de lo que se denominó la “destrucción mutua asegurada” o MAD, por sus siglas en inglés, lo que, paradojicamente, constituia un poder de disuación que evitaba cualquier enfrentamiento, a pesar de los esfuerzos individuales de cada bloque para incrementar sus defensas y capacidad de respuesta.
De manera objetiva y realista, los gobiernos de ambas superpotencias adoptaron politicas de supervivencia y mantenimiento de un orden internacional cuyo reparto global significaba el dominio de la URSS de todas las zonas ocupadas por el ejercito rojo y fuerzas armadas aliadas, y el control del mundo “occidental capitalista” y oceanos por parte de Estados Unidos, incluyendo el control de antiguas colonias imperiales, respetando ambas potencias la esfera de influencia de cada una, de acuerdo con las lineas de demarcación trazadas en los acuerdos alcanzados por Stalin, Chuchill y Roosevelt durante los ultimos años de guerra.
Fuera de Europa, en Japón el ambito de control era claramente ejercido por Estados Unidos, pero en la antiguas colonias, a medida que surgían los nuevos estados poscoloniales, se constituyó lo que posteriormente se conoció como el “tercer mundo”, muchos de ellos anticomunistas, sin identificarse ni subordinarse a los Estados Unidos y sin formar parte del bloque militar soviético, conocidos entonces como estados “no alineados”. Fue entonces que, a pesar de la retorica belicista en algunos casos, que el sistema internacional cobró una mayor estabilidad, ya que las grandes potencias evitaban el choque abierto (aun en situaciones de crisis) que pudiese escalar en un enfrentamiento abierto de sus fuerzas armadas, confiando cada una en la moderación de la otra para consolidar un estado de coexistencia pacífica, aceptando el reparto del mundo, bajo un acuerdo tácito de una “paz fría” en el marco de una “guerra fría”, sin entrometerse los unos en la esfera de control de los otros (a pesar de las amenazas de rigor), tal como se lo demostró en la Alemania del Este durante le represión con tanques sovieticos del levantamiento obrero en 1953, o durante la revolución húngara y represión soviética de 1956, o el retiro obligado de Gran Bretaña y Francia del Canal de Suez ordenado por Estados Unidos en 1956 y la crisis del Muro de Berlín en agosto de 1961. En definitiva, el comportamiento realista de ambos bloques predominó, y a pesar de contemplar la posibilidad de utilizar el potencial nuclear contra el enemigo, ambas superpotencias nunca lo hicieron.
1.      El Muro de Berlín
Al contemplarlo, nadie puede resistir el impulso de tocarlo, pesarlo, admirarlo, un pequeño trozo del Muro de Berlín de 11 centímetros por 6 centímetros de piedra compacta, dura, pesada, de gran densidad por el peso, no por el volumen, con una pequeña leyenda gravada sobre bronce que dice “Wir sind auch hier gewessen”, “Nosotros también estuvimos aquí”, leyenda en una placa de bronce, puesta por ambos hermanos, estudiantes de la Universidad Técnica de Berlín en los años sesenta, en plena guerra fría.
Con la creación de la República Federal Alemana (en adelante RFA) y la República Democrática Alemana (en adelante la RDA) la cantidad de refugiados del este hacia el oeste se había incrementado notablemente, llegando a niveles de crisis en 1961, cuando la cantidad superó los diez mil por mes, sobretodo de jóvenes menores de veinte y cinco años, muchos con título universitario o formación técnica, lo cual generaba un déficit de profesionales y decrecimiento económico en algunos sectores de la economía de la RDA, especialmente en el sector industrial y de la construcción.
Todo se remonta al año 1945 con la victoria aliada y la toma de Berlín por parte de las tropas soviéticas, en que luego de muchas negociaciones se divide todo el territorio alemán en cuatro sectores, quedando la ciudad de Berlín en el sector correspondiente a la dominaciónn o control soviético. Este hecho provocó una solicitud simbólica pero muy especial política y militarmente por parte de los aliados occidentales, Estados Unidos, Inglaterra y Francia, de dividir igualmente la ciudad de Berlín en cuatro sectores bajo el control de los cuatro principales aliados, es decir, incluida la Unión Soviética.
La división se llevó a cabo. Los soviéticos cedieron tres cuartas partes del territorio berlinés, a los tres aliados occidentales, pero exigieron, a cambio, una superficie mayor de territorio alemán, como compensación por el nuevo reparto. En tal virtud, quedó la parte correspondiente a Berlín Occidental (la tres cuartas partes bajo ocupación de los aliados occidentales) convertida en una isla (en plena tierra firme) en medio del territorio de la RDA, quienes a su vez habían declarado a Berlín Oriental (la cuarta parte que conservó la Unión Soviética) como la capital de la nueva RDA. Lo mismo ya había sucedido con la República Federal Alemana (conformada con las tres cuartas partes del territorio alemán bajo ocupación de los tres aliados occidentales, menos la parte cedida a la Unión Soviética como compensación por Berlín Occidental) cuando convirtió a la ciudad de Bonn como su nueva capital federal.
A pesar de la oposición de los países del Pacto de Varsovia, Walter Ulbricht, hombre fuerte de la RDA, Presidente del Consejo de Estado (como referencia, el Consejo de Estado o Staatsrat, máximo organismo de gobierno de la RDA, era jerárquicamente superior al consejo de ministros o Ministerrats con sus 24 ministerios y varios secretarios de Estado, comisiones y departamentos especiales en abril de 1966) y Secretario del Partido Comunista no tuvo más alternativa que construir el Muro con 162 kilómetros de largo, incluidos los 46 que partían la ciudad en dos y los 116 que rodeaban el perímetro de Berlín Occidental fronterizo con la RDA. El “viejo Chivudo” tal como era conocido en el ambiente de prensa, había finalmente ordenado las obras que se iniciaron el 13 de agosto de 1961.
Olvidar el primer día de visita a Berlín Oriental es imposible. Atravesar el muro a bordo de uno de los vagones del S-Bahn (una especie de Metro sobre la superficie, muy característico de la ciudad de Berlín) hacia la estación de Friedrieschstraasse (que ya era parte del territorio comunista) era una experiencia inolvidable. Con sus cuatro metros de altura, obstáculos metálicos por doquier en la “tierra de nadie”, alambradas, sensores de alarmas, torres de vigilancia, y los infaltables “Vopos” (llamados así por sus siglas en alemánn, Volkspolizei o policía del pueblo) con sus botas negras y armas automáticas que vigilaban constantemente cualquier movimiento sospechoso. El nerviosismo era mayor al descender y caminar hacia los controles, donde se realizaba el trámite de visa sin ver a funcionario alguno, pues todo se reducía a pequeñas ventanillas para entregar y recibir los documentos y marcos alemanes que se exigía a los visitantes, solamente por 24 horas.
El contraste era notable entre ambos berlines, el oriental, capital de la RDA, y el occidental, bajo la protección aliada occidental y protegido y subvencionado por el gobierno federal, es decir, de la RFA. Un Berlín Oriental frio, gris, extremadamente sobrio y sombrío, estandarizado en todo, en su manera de vestir, en la manera de caminar, en la manera de comer, en la manera de divertirse, en contraste a un Berlín Occidental nuevo, moderno, lleno de vida, donde se respiraba aquello que sus habitantes llamaban orgullosos el Berliner Luft o aire berlinés”, pleno de restaurantes y cafés al aire libre, supermercados, tiendas departamentales y el internacionalmente conocido KDW.
Pero no todo fue felicidad y despreocupación todo el tiempo. La reforma monetaria de la RFA en 1948, formulada e implementada por el Professor Erhard, Director de Economía, en el marco de la economía social de mercado,  y la creación del nuevo marco occidental que tendría curso legal solamente en los sectores norteamericano, británico y francéss generó la primera reacción soviética que se concretó en el bloqueo de las vías de acceso a Berlín Occidental desde la RFA, excepto los corredores aéreos, lo que costó alrededor de 200 millones de dólares para abastecer la ciudad solamente por el puente aéreo, concebido y dirigido por el Gobernador Militar del sector americano, general Lucius D. Clay (Hartwich, Horn, Grosser, Scheffler, 1968).
En la segunda conferencia del partido comunista de la RDA en el año 1952, se declaró oficialmente la construcción del orden democrático popular, con una institucionalidad organizada fielmente de acuerdo al modelo soviético, lo que significó, en la práctica, la eliminación de la propiedad privada y de los medios de producción, la colectivización de la agricultura, la proliferación de negocios de propiedad popular en el sector industrial, la estatización del comercio y la institucionalización del sistema de planificaciónn centralizada (Hartwich, Horn, Grosser, Scheffler, 1968).
          La RDA se alejaba cada vez más de los compromisos adquiridos en Postdam (Hartwich, Horn, Grosser, Scheffler, 1968) y las exigencias y sacrificios para la construcción del socialismo y la “revolución desde arriba” eran cada vez mayores. Por el exceso de horas laborables y las bajas remuneraciones, en la RDA se produjeron también motines en el año 1953 con saqueos de las oficinas del partido, destrucción de cárceles para la salida de presos políticos, paro de los sectores industriales, con una fuerza policial desbordada que motivó la intervención soviética (los soviéticos mantenían una fuerza militar significativa permanentemente en la RDA que recibía órdenes directas de Moscú) aplastando el levantamiento con un saldo de más de 1.300 personas afectadas entre muertos y heridos y la policía de frontera que impedía el paso (más bien la fuga desesperada) de los habitantes de Berlín Oriental hacia Berlín Occidental. Pero la hemorragia continuó y la corriente migratoria creció cada vez más.
En unos pocos días ingresaban a occidente más de cuatro mil personas y los campos de refugiados se agrandaban, a pesar de los fuertes controles realizados por los Vopos, quienes detenían a cualquier sospechoso, solo por llevar algún equipaje adicional, lo cual era considerado como una posibilidad de escape hacia occidente. Aun así, el promedio de refugiados llegó a máss de mil por día, lo cual obligó a Ulbricht a tomar medidas drásticas sobre el asunto, con la autorización y beneplácito del Pacto de Varsovia.
Entró en acción entonces el mariscal soviético Koniev, comandante en jefe de las fuerzas de ocupación soviética en la RDA, se instalaron como cincuenta equipos de misiles tierra-aire alrededor de Berlín, fueron puestas en alerta 20 divisiones soviéticas, se paralizó el S-Bahn y el subterráneo conocido como U-Bahn (el U-Bahn o subterráneo y el S-Bahn funcionaban en Berlín Occidental y pasaban por estaciones de Berlín Oriental. Estas últimas fueron clausuradas y sus ingresos sellados. A partir de entonces, las unidades de transporte pasaban de largo por dichas estaciones pues ya no estaban operativas), se bloquearon las vías de acceso a Berlín Oeste y se puso en estado de alerta a toda la oficialidad superior de la policía y ejército de la RDA, que en aquella época contaba con múltiples organizaciones militares de combate en sus diversas modalidades. Con fines de ilustración, a finales de 1965, la RDA mantenía en servicio a 1.648.200 hombres entre las fuerzas armadas populares, policía de frontera, policía de transporte, seguridad del Estado, fuerzas de choque del partido, reservistas, entre otros (Hartwich, Horn, Grosser, Scheffler, 1968).  Fue entonces, el día 13 de agosto de 1961, que se inició la construcción del Muro de Berlín.
La CIA fue alertada de inmediato por sus propios agentes casi al inicio de las actividades, el gobierno de Bonn algunas horas después, los comandantes aliados se reunieron esa misma noche para tomar conocimiento de la situación, el Canciller Federal Konrad Adenauer pidió calma al pueblo alemán, minimizando la situación, el Presidente Kennedy fue informado esa misma mañana cerca del medio día por el secretario de Estado Dean Rusk, el burgomaestre de Berlín Willy Brandt se encontraba en la República Federal cuando se presentaron los acontecimientos, pero los comandantes aliados se limitaron a indicar que sus autoridades superiores habían sido informadas y se esperaban ordenes de sus respectivos gobiernos.
En contraste a las medidas tan drásticas y rápidas tomadas por los soviéticos y la Alemania Oriental, ni el canciller federal, ni el alto mando militar aliado, ni el presidente Kennedy, ni la CIA, ni las autoridades locales (quizás fue el propio burgomaestre de Berlín Occidental, Willy Brandt quien exigió mayores acciones) habían emprendido o enfrentado la crisis con acciones concretas para revertir la situación. El Oeste había aceptado el acontecimiento como un hecho consumado y Kennedy se limitó a reforzar la infantería y enviar al vicepresidente Johnson a Berlín Occidental. Mientras tanto, en el límite de los sectores, la gente gritaba y repetía incesantemente, “siempre libre”, “Berlín siempre libre”, y recordaban la heroica resistencia a voz en cuello de “Budapest, Budapest”. Tal como se conoció más tarde, Brandt se lamentaba diciendo: “Kennedy nos ha abandonado”.
Los pequeños y grandes incidentes se multiplicaron, provocando acciones y reacciones de ambas partes; se impiden los vuelos de funcionarios de gobierno de la RFA hacia Berlín Occidental, se pretende suspender los vuelos directos hacia Berlín Occidental, se ordena la intervención de cazas soviéticos para interferir los vuelos de aviones civiles, Kruschev reanuda los ensayos nucleares y la fabricación de bombas, Kennedy reanuda los ensayos nucleares también, De Gaulle estalla y acusa a los soviéticos de arbitrarios y provocadores, pero nada mas.
Al final, continuaron funcionando los corredores aéreos y los corredores terrestres, se abrió el paso a funcionarios y militares aliados occidentales, los ciudadanos de la RFA podían atravesar la RDA para dirigirse a Berlín oriental y occidental sin problemas. Berlín Occidental modernizó su ciudad, sus calles, sus sistemas de transporte, su vida nocturna, sus ciudades universitarias, todo esto a muy buenos precios por las cuantiosas subvenciones entregadas por la RFA. El contraste entonces era impresionante. Berlín Occidental, la vitrina ante el mundo comunista de estilo de vida y comodidades capitalistas (donde los estudiantes se podían dar el lujo de asistir a la Filarmónica de Berlín, y ver dirigir a Herbert Von Carajan por solo un Marco Alemán, es decir por solamente 20 centavos de dólar de acuerdo al cambio en 1969) frente al racionamiento y planificación centralizada de un país en donde el Estado decidía donde vivir, donde y qué estudiar, como vestir, que leer, y donde trabajar. Esta era la concepción del sistema totalitario en la RDA y el rol asignado a los seres humanos según el ordenamiento básico del sistema: Subordinación del individuo a las decisiones y prioridades estatales (Hartwich, Horn, Grosser, Scheffler, 1968).
Mientras tanto, las fugas y muertos continuaron, las evasiones se dieron mediante los medios y acciones más variadas, creativas y temerarias, por túneles, submarinos, camiones, saltos mortales, dividiendo a un país, a hogares y familias enteras, ante la mirada de dos bloques de poder, que imponían sus intereses económicos y militares por sobre la vida de un pueblo y una nación bajo un enfoque frio y realista de sus relaciones internacionales. El mantenimiento del statu quo predominó sobre los intereses, las libertades y derechos humanos de un pueblo, y las grandes potencias defendían y consagraban una línea divisoria que señalaba los ámbitos de control y dominación de cada una en el mundo de posguerra.
2.      Algunas reflexiones y consideraciones teóricas para el análisis
Durante su visita al Presidente Harry Truman, Whinston Churchill ya había denunciado la “Cortina de Hierro” construida por la Unión Soviética para aislar Europa Oriental de Europa Occidental, y criticaba su incumplimiento en democratizar los países bajo su tramo de control, tal como habían establecido los compromisos adquiridos con los aliados occidentales al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Los afanes de penetración de Stalin eran de sobra conocidos y la crisis generalizada en países como Grecia y Alemania se convertían en terreno fértil para la ideología soviética. El Plan Marshall no se hizo esperar, y los Estados Unidos se convirtieron en el gran impulsor de la reconstrucción europea, de Alemania en particular, con fines tanto políticos como económicos y militares. En efecto, los Estados Unidos y la Unión Soviética se convierten al finalizar la Segunda Guerra Mundial en grandes potencias militares  con enormes capacidades de producción derivadas de los esfuerzos e inversiones de guerra para la fabricación de suministros y material bélico. Es así que se habla del gran complejo militar industrial en los Estados Unidos que representa, en esos momentos, aproximadamente el 60% de la producciónn manufacturera mundial.
El Plan Marshall representaba entonces la posibilidad de reconstruir Europa, generar nueva producción y nuevos mercados, incrementar el ingreso y niveles de vida de la población, incrementar la capacidad de consumo de los europeos, y contrarrestar la propaganda soviética, manteniendo también el control político y militar de la Europa Occidental.
No obstante lo anterior, los Estados Unidos, a través de los servicios de inteligencia (CIA) y medios de comunicación como “Radio Europa Libre” continuaban una labor de concientización de la democracia y valores occidentales en los países del este, prometiendo respaldo, además, con suministros de material bélico, e inclusive, de una intervención directa llegado el momento de hacerlo.
El momento llegó, tanto en Hungría como en Berlín, sin que los aliados occidentales concretaran sus intenciones y promesas. En el caso de Hungría, días antes del inicio de los enfrentamientos entre húngaros y soviéticos, los agentes de la CIA habían solicitado una prórroga de las acciones hasta por año y medio, lo cual no fue aceptado por los jóvenes revolucionarios húngaros. De igual manera, fuera de las movilizaciones e incremento del personal de infantería de los Estados Unidos, las reacciones de los aliados occidentales se limitaron a protestas y denuncias, tal fue el caso del General Charles de Gaulle, pero no hubo reacciones concretas en el plano militar.
Tanto la Unión Soviética como los Estados Unidos no deseaban alterar el statu quo, ni incurrir en gastos y enfrentamientos que alteraran los respectivos tramos de control. Las potencias se enfrentaban en una “Guerra Fría” que procuraba evitar la penetración de la potencia rival mediante políticas e instrumentos de contención. En resumen, Estados Unidos y la Unión Soviética implementaron un enfoque realista en sus relaciones internacionales, donde ambos Estados, como actores principales y rectores de la política internacional buscan mantener o incrementar su poder en el sistema internacional, priorizando, ante todo, sus propios beneficios e intereses, por encima de los valores democráticos y defensa de los derechos humanos. En tal virtud y ante el poder militar de ambos países, convenía mantener la bipolaridad ante una posible guerra y amenaza nuclear que destruiría a ambos contendores, en más o en menos, dependiendo de su capacidad de respuesta. Es por eso que ambos se prepararon para cualquier acción bélica necesaria en última instancia, pero se abstuvieron de invadir el ámbito de control del otro; Estados Unidos no intervino en Hungría y la Unión Sovietica no invadió Berlín Occidental, simplemente lo cercó. Pero, ¿dónde quedaron relegados los principios democráticos y respeto a las libertades y derechos humanos?
          Tal como lo explica el Profesor Rivera Vélez (2012), citando a Kenneth Waltz:
Corrían los años de la Guerra Fría, específicamente las postrimerías de los años cincuenta cuando las teorías realistas cobraron fuerza para explicar la naturaleza y el carácter de los contextos internacionales. Fue inicialmente Kenneth Waltz quien brindó, en ese entonces, una explicaciónn de la política internacional entendida como un sistema diferenciado, compuesto por una estructura y por unidades interactuantes donde la estructura es el ingrediente central que hace posible pensar al sistema como un todo (Waltz, 1988:119)” (…) “Cuando se habla de estructura, se deben abstraer las características de las unidades, sus conductas y sus posiciones ideológicas. Esto implica dejar de lado cuestiones acerca de las clases de los líderes políticos, instituciones sociales y compromisos ideológicos que puedan tener los países en sus distintos ámbitos culturales, económicos y políticos” (…) “En un sistema anárquico, cualquier Estado y en cualquier oportunidad podría recurrir al uso de la fuerza para obtener sus metas, motivo por el que las unidades deben estar dispuestas a responder en los mismos términos o acogerse a las consecuencias de su debilidad. Los Estados pueden utilizar la fuerza en determinado momento, por eso, todos los Estados deben estar preparados para hacer lo mismo o vivir a merced de sus vecinos más vigorosos en el aspecto militar” Rivera Vélez, 2012: 27-29).

Bibliografía
Decaux, Alain.La Historia secreta de la Historia. Editorial Atlántida S. A. Buenos Aires. 1986.
Hartwich, Horn, Grosser, Scheffler. POLITIK im 20. Jahrhundert. Georg Westermann Verlag. 1968.
Rivera Vélez, Fredy. La seguridad perversa. FLACSO Sede Ecuador – Universidad Nacional de Cuyo. 2012.
Textos de referencia
Ferrero Blanco, Dolores. LA REVOLUCIÓN HÚNGARA DE 1956: EL CARÁCTER POLÍTICO Y LA ORGANIZACIÓN SOCIAL. HAOL, Núm. 10 (Primavera, 2006), 99-113 ISSN 1696-2060. © Historia Actual Online 2006 99. Consultado el 25.06.de 2015.
Rainer M. János. 1956 – La revolución húngara en la historia de Europa
Taringá. La Revolución húngara de 1956 contra las políticas URSS. http://www.youtube.com/watch?v=OwLVVNmyNeM. Consultado el 25.06.de 2015.

Waltz, Kenneth. Teoría de la Política Internacional. Buenos Aires: GEL Editores. 1988.

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